En los últimos meses, SpaceX enfrentó una serie de incidentes con el programa Starship que generaron preocupación tanto dentro de la industria como en la NASA, principal socio para los planes de regresar a la Luna.
Según informó el medio estadounidense Bloomberg, la acumulación de fallos y explosiones durante pruebas y lanzamientos puso bajo presión al equipo de Elon Musk y despertó dudas sobre la capacidad de la compañía para cumplir con los plazos acordados.
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SpaceX: los contratiempos que ponen en duda su fiabilidad
Uno de los problemas más delicados se produjo en junio de 2025, cuando un Starship explotó durante una prueba de repostaje por una falla en una botella de nitrógeno presurizado. Este episodio se sumó a una serie de vuelos de prueba fallidos: en enero y marzo los cohetes se destruyeron poco después del despegue, en mayo un vehículo explotó al intentar reentrar en la atmósfera tras casi una hora de vuelo, y en agosto el décimo lanzamiento fue suspendido a último minuto por un problema en los sistemas terrestres.
Estas interrupciones no solo frenan la curva de aprendizaje de SpaceX, sino que además implican nuevas investigaciones de la FAA, la agencia que regula los vuelos espaciales en Estados Unidos, lo que añade más demoras.
Bloomberg destaca que, ante la presión creciente, SpaceX se vio obligada a reasignar cerca de un 20 % de los ingenieros del exitoso programa Falcon 9 hacia Starship, buscando reforzar las tareas de seguridad y fiabilidad. Este movimiento revela que, pese a los avances técnicos, el proyecto atraviesa un punto de inflexión en el que necesita demostrar resultados estables para mantener la confianza de socios estratégicos e inversores.

El propio enfoque de la empresa, basado en la filosofía de “probar, fallar y aprender rápido”, que tantas veces dio frutos en el pasado, comienza a ser cuestionado en un contexto en el que lo que está en juego no son solo prototipos, sino futuras misiones tripuladas.
Cómo afecta a la misión tripulada de la Luna financiada por la NASA
El impacto más evidente de esta cadena de incidentes se proyecta sobre el programa Artemis de la NASA. Starship fue seleccionado como el módulo de alunizaje para Artemis 3, la misión que busca llevar astronautas a la superficie lunar hacia 2027.
Para cumplir con ese objetivo, SpaceX debe demostrar que el sistema es seguro y operativo, algo que implica resolver complejos desafíos técnicos como el repostaje de combustible en órbita y la reentrada controlada de vehículos de gran tamaño. Cada explosión o fallo retrasa los cronogramas, exige rediseños y extiende los tiempos de certificación, aumentando las probabilidades de que la misión sufra demoras significativas.
Además de los aspectos técnicos, también están en juego factores regulatorios y financieros. Cada accidente activa investigaciones de seguridad, restringe temporalmente los permisos de vuelo y alimenta el escrutinio público.

A esto se suma la presión de los inversores, ya que Starship es clave no solo para la exploración espacial, sino también para el despliegue de la constelación Starlink y los contratos comerciales que sostienen gran parte del negocio de SpaceX. Bloomberg remarca que el cúmulo de fallos erosiona la confianza y obliga a la empresa a demostrar que puede pasar de los prototipos experimentales a un sistema fiable y repetible.