Milagros Miceli se convirtió en la primera argentina incluida en la prestigiosa lista TIME100 AI, que reconoce a las 100 figuras más influyentes en inteligencia artificial (IA) a nivel global. Investigadora, socióloga y doctora en ingeniería informática, Miceli combina un enfoque técnico con una mirada crítica sobre el impacto social de la nueva tecnología .
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Inteligencia artificial: la trayectoria y el trabajo de Milagros Miceli
Formada en sociología en la Universidad de Buenos Aires y con un doctorado en ingeniería informática en Berlín, Miceli lleva más de 16 años en Alemania, donde se consolidó como investigadora en el Instituto Alemán de Internet.
Allí lidera el proyecto Data Workers’ Inquiry, que busca visibilizar y dar voz a los millones de trabajadores de datos que sostienen el funcionamiento de los sistemas de inteligencia artificial.

Su investigación pone el foco en un aspecto poco reconocido del sector: las tareas de etiquetado, clasificación y moderación de datos realizadas por cientos de millones de personas en todo el mundo.
Estos trabajos son esenciales para entrenar y mantener sistemas como ChatGPT, pero suelen ser mal remunerados y escasamente valorados en comparación con el rol de ingenieros y programadores.
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Los riesgos que plantea sobre la IA
Miceli señala que el verdadero riesgo de la inteligencia artificial no radica en un futuro apocalíptico de máquinas autónomas, sino en el presente, donde unas pocas empresas concentran poder y control sobre estas tecnologías.
Su mirada combina el análisis técnico con la dimensión ética y social, destacando que la fuerza laboral vinculada a los datos no solo no desaparece, sino que crece con el avance de la IA.

Además de su trabajo académico, Miceli impulsa debates sobre la necesidad de reconocer a los trabajadores invisibles detrás de los algoritmos y de pensar la IA no solo como innovación tecnológica, sino como un fenómeno profundamente humano y político.
, Fundamentalmente, su enfoque es “crítico, pero no apocalíptico”: entiende la IA como un campo lleno de tensiones y riesgos, pero también de oportunidades para democratizar la tecnología y repensar las estructuras de poder que la sostienen.