Desde su puesta en órbita en 1998, la Estación Espacial Internacional (EEI) ha sido un emblema de cooperación internacional y un laboratorio de ciencia avanzada en el espacio. Durante más de dos décadas albergó misiones científicas, tecnológicas y humanas que revolucionaron el entendimiento del cuerpo humano, la física y la tecnología en condiciones de microgravedad.
Sin embargo, hoy la NASA y sus asesores reconocen que la EEI enfrenta el que probablemente sea el momento más delicado de su existencia: su estructura y sistemas están envejecidos, su mantenimiento se ha vuelto cada vez más difícil y el futuro inmediato plantea más dudas que certezas.
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Cuál es el estado de la Estación Espacial Internacional de la NASA
Según advierte el Panel Asesor de Seguridad Aeroespacial (ASAP), una entidad independiente que asesora a la NASA en temas de seguridad, la estación se encuentra actualmente en un estado “muy comprometido” desde el punto de vista técnico y financiero.

En palabras de Rich Williams, uno de sus miembros más destacados, la EEI “ha entrado en el período más riesgoso de su existencia”. Varios de los problemas que hoy alarman a la comunidad científica fueron reportados durante años, sin una solución definitiva.
Uno de los principales focos de alerta es el módulo ruso Zvezda, uno de los componentes más antiguos de la estación, que desde hace años presenta filtraciones de aire en una de sus secciones de transferencia, el túnel PrK. A pesar de que ingenieros rusos y estadounidenses colaboraron en su monitoreo constante, las grietas parecen haberse estabilizado sin cerrarse completamente, y su causa sigue sin estar del todo clara.
Aunque se aplicaron reparaciones parciales, estos fallos son sintomáticos de un problema más amplio: la EEI está llegando al final de su vida útil operativa, con estructuras que llevan más de 25 años expuestas a los rigores extremos del entorno espacial.
A esta degradación técnica se suma un factor igualmente preocupante: el déficit presupuestario. Los fondos asignados a la operación y mantenimiento de la EEI se redujeron de forma progresiva, pasando de 1030 millones de dólares en 2023 a 993 millones en 2024. Este descenso en la inversión afecta directamente la capacidad de la NASA para responder ante emergencias, actualizar sistemas o preparar el plan de retiro definitivo de la estación.

El calendario actual prevé que la EEI deje de estar operativa en 2030. El plan es que, al concluir su ciclo, sea guiada de forma controlada hacia la atmósfera terrestre, donde se desintegrará casi en su totalidad, y sus restos caerán sobre el conocido “Punto Nemo”, una zona remota del Pacífico donde ya fueron depositados otros satélites y estructuras espaciales.
Cómo será la transición planificada por la NASA
Para esta tarea, la NASA encargó a SpaceX el desarrollo de una nave especial llamada USDV (Vehicle for Safe Deorbit), que será responsable de remolcar la EEI fuera de su órbita habitual.
Sin embargo, este plan todavía no está garantizado. Según advirtió el mismo Williams durante su intervención, actualmente no existe un protocolo de emergencia viable en caso de que la estación deba ser desorbitada antes de 2030. Es decir, si ocurriera una falla crítica o un accidente que requiriera una evacuación y cierre prematuro, la NASA no dispone de una herramienta técnica lista para ejecutar una desorbitación segura.
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El retiro de la EEI no es una simple desconexión: implica la gestión de residuos orbitales, el reemplazo de capacidades científicas y logísticas, y la coordinación internacional entre agencias espaciales y empresas privadas.
Mientras tanto, la NASA ya trabaja en la transición hacia estaciones espaciales comerciales que operarán en la órbita baja terrestre. Esta nueva etapa contempla una mayor participación del sector privado, como SpaceX, Blue Origin o Axiom Space, que aspiran a construir estaciones más modernas, con costos compartidos, y abiertas tanto a la investigación como al turismo espacial. La agencia estadounidense pasará de ser gestora exclusiva a ocupar el rol de cliente y socio estratégico.