La situación actual de Nvidia en relación con China se convirtió en uno de los focos más tensos de la guerra comercial y tecnológica entre Estados Unidos y el gigante asiático. Bajo la nueva administración de Donald Trump, se autorizó nuevamente la exportación del chip H20, una versión limitada de la arquitectura Hopper, que anteriormente había sido restringida por motivos de seguridad nacional.
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Chips Nvidia: la decisión comercial de Trump
Esta autorización llegó con una condición poco común: tanto Nvidia como AMD deberán entregar un 15% de los ingresos por ventas de estos chips en China directamente al gobierno estadounidense. Trump defendió la medida alegando que el H20 es “obsoleto” y que inicialmente había buscado un recorte del 20%.
El acuerdo, aunque presentado como una victoria comercial, plantea interrogantes sobre las verdaderas motivaciones detrás de los controles de exportación.

Al mismo tiempo, Trump insinuó que podría permitir la venta a China de una versión “rebajada” del chip Blackwell, uno de los modelos más avanzados de Nvidia, pero con un rendimiento reducido entre un 30% y un 50% para cumplir con los límites que marcan las regulaciones.
Esta apertura parcial representa un cambio notable respecto de la postura estricta que Estados Unidos había mantenido para evitar que China acceda a hardware de IA de alta gama que pueda potenciar sus capacidades militares o de vigilancia.
La respuesta de China a la medida
La reacción de China no se hizo esperar. Pekín emitió recomendaciones a sus empresas para que eviten el uso de chips H20 en aplicaciones gubernamentales, argumentando preocupaciones sobre seguridad, calidad tecnológica e impacto ambiental. Además, la prensa estatal aprovechó el anuncio para reforzar el discurso de que las empresas chinas deben apostar por alternativas nacionales.
Esta narrativa va de la mano con el impulso que el gobierno chino viene dando a su industria de semiconductores, buscando independencia tecnológica frente a las presiones y sanciones de Washington. Grandes tecnológicas como Tencent o ByteDance, bajo este clima, podrían verse incentivadas a migrar a soluciones desarrolladas localmente.

Las polémicas detrás de la decisión tomada por Trump
Más allá de lo comercial, el acuerdo genera inquietudes estratégicas. Aunque el H20 no sea el chip más avanzado, sigue siendo lo suficientemente potente como para impulsar aplicaciones de inteligencia artificial de gran escala, lo que significa que China podrá seguir progresando en áreas sensibles, incluso sin acceder al hardware más puntero.
Analistas advierten que este tipo de “ventas condicionadas” crea un precedente que debilita el régimen de control de exportaciones estadounidense, diseñado originalmente para limitar la transferencia de tecnología crítica, por razones de seguridad nacional.
En el plano diplomático, la decisión también erosiona la influencia de Estados Unidos sobre aliados clave como Japón, Corea del Sur o Países Bajos, que habían adoptado restricciones similares siguiendo la línea de Washington.
Si la administración estadounidense comienza a flexibilizar las reglas a cambio de ingresos, la coherencia de su política queda en entredicho y se abre la puerta a que otros países actúen con criterios más comerciales que estratégicos.
En el frente interno, la medida generó controversia política. Críticos de ambos partidos sostienen que, más que proteger la seguridad nacional, Trump está utilizando los controles de exportación como una herramienta de negociación económica.
Esto no solo podría poner en riesgo la ventaja tecnológica de Estados Unidos, sino que también expone al país a acusaciones de que sus políticas responden más a beneficios inmediatos que a una estrategia a largo plazo.