Vivimos en una época atravesada por la velocidad y la sobreabundancia de información. Un momento de la historia en el que la tecnología revoluciona constantemente nuestras formas de comunicar y de estar en el mundo. Una era digital donde también se ve afectado el liderazgo comunicacional.
En este contexto hiperconectado, surgen nuevas preguntas sobre la naturaleza de la verdad, el rol de los medios y el impacto de las narrativas que circulan -muchas veces sin filtro ni responsabilidad- en el espacio público.
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Al respecto, el acceso instantáneo a datos, imágenes y discursos no siempre viene acompañado de un discernimiento proporcional. A menudo, la lógica algorítmica prioriza la viralidad por sobre la veracidad, y la opinión se impone a la evidencia con una fuerza que desafía los marcos tradicionales del periodismo y la comunicación responsable. Este fenómeno plantea un interrogante central: ¿Es posible hablar de verdad en la era digital sin caer en reduccionismos ni ceder ante la fragmentación de sentido?

Liderazgo comunicacional: de la verdad a la realidad en tiempos de redes sociales
La verdad, entendida no sólo como correspondencia con los hechos, sino como búsqueda compartida de sentido, exige un compromiso ético por parte de quienes comunican. En este sentido, los medios de comunicación tienen una responsabilidad que resulta completamente ineludible: no basta con informar de manera objetiva, sino que deben contribuir a la formación de una ciudadanía crítica, capaz de distinguir entre lo opinable y lo comprobable, entre el dato y la interpretación, entre el juicio fundado y el prejuicio emocional.
El mismo desafío alcanza a las redes sociales. Si bien suelen presentar un espacio de expresión democrática sin precedentes, también pueden ser escenario de polarización, desinformación y violencia simbólica. La inmediatez y el anonimato con que muchas veces se construyen narrativas en estos entornos debilitan el diálogo, erosionan la confianza y promueven una cultura del enfrentamiento antes que del encuentro.
En este escenario, el liderazgo comunicacional adquiere una relevancia particular. Los líderes de opinión -ya sean periodistas, referentes sociales, académicos o figuras públicas– tienen la posibilidad y el deber de orientar el discurso público hacia el respeto, la argumentación rigurosa y la construcción de una narrativa distinta. Esto no implica renunciar a la crítica, sino ejercitarla con responsabilidad, con apertura al pensamiento diverso y con una mirada puesta en el bien común.

Comunicar con fraternidad y con mirada constructiva
Precisamente, la fraternidad puede ser un principio orientador para el presente. En tiempos donde abundan los relatos que separan, etiquetan y cancelan, promover narrativas que reconozcan la dignidad del otro, que den lugar al diálogo y que valoren la diferencia sin deshumanizar, constituye un acto profundamente transformador. El lenguaje no es sólo un instrumento, sino también un espacio de encuentro. Comunicar de forma fraterna implica poner en común una mirada que busca comprender antes que condenar, integrar antes que excluir, construir antes que destruir.
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Por lo tanto, la verdad no puede reducirse a un concepto abstracto ni a una consigna utilitaria. Es una tarea colectiva, una responsabilidad ética y una vocación profundamente humana. En la era digital, donde la cantidad de mensajes no siempre equivale a mayor comprensión, se impone el desafío de recuperar la hondura de la palabra, la autenticidad del encuentro y el compromiso con una comunicación al servicio de la verdad y la comunidad.