Desde hace semanas, la NASA dirige su atención a unas capas atmosféricas inusuales que están generando creciente preocupación entre científicos y operadores de navegación. Se trata de capas irregulares altamente ionizadas ubicadas en la ionósfera, la región que se extiende entre unos 90 y 300 kilómetros sobre la superficie terrestre, conocidas como capas Sporadic‑E.
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Cómo son las capas atmosféricas sospechosas
Estas estructuras emergen de manera esporádica y a menudo en forma de “nubes” cargadas eléctricamente, capaces de interrumpir severamente las comunicaciones por radio, los radares de control aéreo e incluso sistemas militares de vigilancia.
La señal de alerta llegó cuando se detectaron múltiples incidentes en los que las capas Sporadic‑E causaron perdidas repentinas de señal en servicios esenciales. Esa volatilidad también afectó indirectamente a sistemas GPS, algo imposible de ignorar en un mundo dependiente de la navegación satelital.

Por este motivo, la NASA lanzó la misión SEED (Sporadic‑E ElectroDynamics), que desde mediados de junio está enviando cohetes no tripulados desde el atolón de Kwajalein, en pleno Pacífico, elegido por su cercanía a la “anomalía de ionización ecuatorial”, donde estos fenómenos son particularmente frecuentes.
SEED busca medir directamente la densidad, composición iónica y dinámica de estas capas. Al analizar los datos facilitados por sondas en ascenso, los científicos esperan entender mejor qué las genera: se cree que los vientos en altura y las perturbaciones eléctricas de tormentas espaciales podrían jugar un rol clave. Otro objetivo es determinar cómo varían según la latitud, la estación del año y la actividad solar.
El análisis no solo tiene fines científicos, sino también aplicaciones prácticas determinantes. Las capas de Sporadic‑E aparecen y desaparecen sin aviso, dificultando la predicción de cuándo ocurrirán nuevas interferencias. SEED aspira a ejercer un papel similar al de los radares meteorológicos, pero aplicados a la ionósfera: prever cuándo aparecerá una capa y anticiparse al impacto sobre redes de comunicación, vigilancia o aviación civil y militar.
Otros experimentos similares los de la NASA
Además de SEED, otras misiones complementarias como GOLD (Global-scale Observations of the Limb and Disk) detectaron extrañas estructuras en otras zonas de la ionósfera: formaciones con forma de “X” o “C” bajo condiciones de calma geomagnética, lo que demuestra que nuestra comprensión de esta región sigue siendo limitada.

Paralelamente, experimentos a bordo de la Estación Espacial Internacional, como AWE (Atmospheric Waves Experiment), monitorean efectos de ondas atmosféricas, respiración geométrica y otros fenómenos que comunican la troposfera con las capas superiores, nutridos por eventos terrestres como huracanes y tormentas eléctricas.
Los resultados que la NASA espera obtener a corto y mediano plazo son múltiples. Por un lado, busca generar modelos predictivos que relacionen el comportamiento de estas capas con parámetros solares y meteorológicos. Esto permitiría anticiparse a cielos “atmosféricamente turbulentos” donde las redes de radio y satélite podrían fallar. Por otro lado, pretende incorporar esta información en sistemas de alerta temprana, para que aerolíneas y agencias de defensa ajusten rutas y frecuencias según el nivel de riesgo.
En paralelo, el hallazgo de estas capas abre interrogantes en la física de plasmas y la dinámica del espacio cercano a la Tierra. ¿Podría haber mecanismos de ionización aún desconocidos? ¿O procesos de propagación ondulatoria más complejos de lo que se pensaba?
Si SEED y misiones similares identifican patrones repetitivos o relaciones sólidas con la actividad solar, estaríamos ante un avance en nuestra comprensión del sistema Tierra‑sol, con relevancia para todos los sistemas tecnológicos.