El enfrentamiento entre Google y el Departamento de Justicia de Estados Unidos (DOJ, por sus siglas en inglés) se ha convertido en uno de los casos antimonopolio más importantes del siglo XXI en materia judicial.
En el centro de la disputa está el dominio de Google Chrome, el navegador web más utilizado del mundo, y el ecosistema de productos y servicios que Google emplea para consolidar su monopolio en la publicidad digital y las búsquedas en internet.
Monopolio: cómo es la acusación contra Google
La demanda, presentada en 2020, señala a Google de abusar de su posición dominante en el mercado de los motores de búsqueda y la publicidad. En 2023, el caso llegó a los tribunales y puso el foco en cómo Google utiliza su navegador Chrome para mantener su supremacía.
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Chrome, que controla más del 60% del mercado global de navegadores, juega un papel clave al permitir que Google controle tanto el acceso a los resultados de búsqueda como la interacción de los usuarios con los anuncios publicitarios. Esto se logra gracias a la enorme cantidad de datos que recopila el navegador y que son fundamentales para el sistema de publicidad digital de la empresa.

La estrategia comercial del gigante tecnológico
El DOJ sostiene que Google ha implementado prácticas anticompetitivas mediante contratos exclusivos con fabricantes de dispositivos y desarrolladores de software para que Chrome venga preinstalado y configurado como el navegador predeterminado. Esta estrategia hace que sea complicado para los consumidores cambiar a otras opciones, lo que perpetúa el dominio de la empresa en el sector.
El Departamento de Justicia señaló que Google asegura acuerdos con fabricantes como Apple y Samsung para garantizar que Chrome sea el navegador predeterminado en sus dispositivos. Además, Chrome está configurado para dirigir automáticamente a los usuarios hacia el motor de búsqueda de Google, que también domina el mercado con una cuota superior al 90%.
Esta integración refuerza un ciclo de retroalimentación en el que el alto volumen de búsquedas genera más datos, optimiza el sistema de publicidad y dificulta la entrada de competidores al mercado.

Según el DOJ, el uso de Chrome para recopilar datos de navegación alimenta el monopolio publicitario de Google, ya que controla tanto la oferta como la demanda en su plataforma, lo que genera conflictos de interés que perjudican a anunciantes y rivales. Por ello, el gobierno pide a la compañía de tecnología que venda su extensión de Chrome para motores de búsqueda.
La defensa de Google y las posibles consecuencias
Por su parte, Google argumenta que su éxito no se debe a prácticas anticompetitivas, sino a la calidad de sus productos, que los consumidores eligen libremente.
Según la compañía, Chrome es un navegador gratuito y fácil de usar, que no impide que los usuarios descarguen alternativas como Firefox, Microsoft Edge o Safari. Además, Google señala que la práctica de establecer acuerdos con fabricantes para incluir navegadores preinstalados es común en la industria y no se limita a Chrome.
El resultado de este caso podría cambiar radicalmente el panorama tecnológico global. Si el DOJ tiene éxito, la empresa de motores de búsquedas podría verse obligada a modificar sus acuerdos con fabricantes, permitiendo que navegadores competidores ganen visibilidad en los dispositivos.

Una medida más radical sería dividir el negocio de Google, separando su sistema de publicidad del motor de búsqueda y el navegador, lo que recuerda el caso antimonopolio contra Microsoft en los años 90.
En ese entonces, la empresa fue acusada de utilizar su sistema operativo Windows para monopolizar el mercado de navegadores con Internet Explorer, y el caso resultó en un acuerdo que favoreció el surgimiento de competidores como Firefox y, más tarde, Chrome.
Las ventajas y desventajas de la regulación de Google
La posibilidad de imponer regulaciones más estrictas sobre la recopilación y el uso de datos también es una de las consecuencias potenciales de este caso. Esto podría impactar no solo a Google, sino a otras grandes empresas tecnológicas que enfrentan investigaciones similares, como Amazon, Apple y Meta. El debate gira en torno a si el dominio de Google está limitando la innovación, reduciendo las opciones para los consumidores y perjudicando el desarrollo de un mercado más competitivo.
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Este caso pone en juego el futuro del ecosistema digital. Una victoria del DOJ podría traducirse en más opciones para los usuarios, mejores regulaciones sobre privacidad y un mercado más equilibrado. Sin embargo, existe el riesgo de que cambios drásticos afecten la experiencia del consumidor o lleven a servicios que actualmente son gratuitos a volverse monetizados de alguna manera.




