La Unión Europea volvió a poner a Google en el centro de una disputa por prácticas monopólicas, esta vez vinculadas al funcionamiento de su buscador y al uso que hace de contenido ajeno para entrenar sus sistemas de inteligencia artificial. El reclamo no surge de la nada: Google mantiene desde hace años una posición dominante en el mercado de las búsquedas online, y cada vez que la tecnología avanza, ese dominio se traslada a nuevas áreas, como la IA generativa.
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La propuesta de la Unión Europea
Para Bruselas, esto crea un riesgo claro: que la empresa utilice su poder para reforzarse a sí misma, limitar la competencia y perjudicar a medios, creadores y plataformas que dependen del tráfico web para sobrevivir.
El marco regulatorio que habilita esta ofensiva es el Digital Markets Act, la normativa que desde 2023 obliga a los grandes “guardianes de acceso” a respetar reglas estrictas para garantizar una competencia justa. Pero además del DMA, la Comisión Europea activó las normas tradicionales de competencia que impiden el abuso de posición dominante.

El foco está en determinar si Google utilizó contenido publicado por terceros, medios, webs, creadores, plataformas como YouTube, para entrenar sus modelos de IA sin ofrecer compensación adecuada, sin pedir permiso y, sobre todo, sin permitir que esos actores rechacen el uso de su trabajo.
La preocupación de la UE creció desde que Google incorporó funciones como AI Overviews y otros modos de respuesta generada por IA dentro de su buscador. Estas funciones, que resumen información o responden de forma directa sin que el usuario tenga que hacer clic en enlaces externos, pueden alterar de manera profunda el ecosistema digital: si la IA de Google responde por encima de los resultados tradicionales, los sitios pierden tráfico, los medios pierden ingresos y la capacidad de competir se reduce drásticamente.
Para la Comisión, esto va más allá de un cambio tecnológico; representa una posible distorsión del mercado provocada por una plataforma que ya controla la mayor parte de las búsquedas en Europa.
La investigación de la Unión Europea hacia Google
Bruselas también investiga si Google otorgó a su propia IA ventajas exclusivas, como acceso preferencial a grandes volúmenes de contenido que no están disponibles para desarrolladores o empresas competidoras. Ese tipo de privilegio podría bloquear el surgimiento de rivales y consolidar aún más la posición de Google en un sector que se está definiendo ahora mismo.
En paralelo, editores y creadores denuncian que su contenido es absorbido por los modelos de IA sin transparencia y sin un esquema de compensación, lo cual podría violar tanto derechos de autor como reglas de competencia.

Si la UE confirma estas sospechas, las consecuencias podrían ser significativas. La Comisión tiene la facultad de imponer multas de hasta el 10% de la facturación global anual de la empresa, exigir cambios estructurales profundos e incluso ordenar la separación de negocios cuando el incumplimiento es grave y reiterado.
Además, podría obligar a Google a negociar licencias de contenido con medios y creadores, implementar mecanismos claros para rechazar el uso de datos y garantizar condiciones equitativas para competidores que desarrollen modelos de IA. También podría limitar o modificar la forma en que la empresa muestra resultados generados por IA en el buscador, algo que tendría impacto directo en su producto más importante.




