La medicina de trasplantes enfrenta desde hace décadas un límite tan concreto como invisible: el tiempo. Miles de órganos viables se pierden cada año, no por falta de donantes, sino porque no logran llegar a destino antes de deteriorarse. En ese escenario, una figura clave del ecosistema tecnológico vuelve a aparecer con una propuesta disruptiva.
Max Hodak, exdirector de Neuralink, ahora apuesta a una revolución que podría redefinir cómo se conservan, transportan y trasplantan órganos humanos en todo el mundo.
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El legado del ex Neuralink: prolongación de vida de órganos
Dejó la compañía de Elon Musk en el 2021 y, desde entonces, encabeza un nuevo proyecto tecnológico con un objetivo distinto pero igual de ambicioso: transformar el sistema global de trasplantes de órganos.
A través de su startup Science Corporation, Hodak está trabajando en el desarrollo de tecnologías que permitan mantener órganos humanos fuera del cuerpo durante períodos mucho más prolongados que los actuales, algo que podría cambiar de raíz la medicina de trasplantes.

Hoy, uno de los principales límites del trasplante de órganos es el tiempo. Un riñón, por ejemplo, puede conservarse en hielo apenas un día, mientras que otros órganos como el corazón o los pulmones tienen ventanas aún más cortas.
Existen máquinas de perfusión que extienden esa viabilidad, pero son grandes, costosas, complejas de operar y solo están disponibles en centros médicos altamente especializados. Esto provoca que muchos órganos se pierdan simplemente por no llegar a tiempo a un receptor compatible.
La propuesta de Science Corporation apunta a resolver ese cuello de botella con sistemas de preservación más pequeños, portátiles y automatizados. En lugar de conservar los órganos “en frío”, la tecnología en desarrollo busca mantenerlos en un estado casi fisiológico, haciendo circular fluidos oxigenados que imitan la función de la sangre.
Sensores integrados monitorean en tiempo real variables clave como presión, temperatura, oxigenación y flujo, mientras algoritmos ajustan automáticamente las condiciones para evitar el deterioro del tejido. La idea es reducir al mínimo la intervención humana y eliminar la necesidad de equipamiento hospitalario pesado.
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Cómo fueron los últimos avances
En pruebas preliminares, el equipo logró mantener riñones de animales fuera del cuerpo durante más de 48 horas sin pérdida significativa de función. El objetivo a largo plazo es extender ese plazo a semanas, e incluso acercarse al mes de viabilidad. De lograrse, esto permitiría algo impensado hasta ahora: almacenar órganos, transportarlos a grandes distancias sin urgencia extrema y planificar trasplantes con mayor precisión médica y logística.

El impacto potencial es enorme. Más tiempo de preservación significaría más órganos disponibles, menos descartes y mayores probabilidades de compatibilidad entre donantes y receptores.
También podría democratizar el acceso a trasplantes, permitiendo que hospitales más pequeños participen del sistema sin depender exclusivamente de grandes centros urbanos. A esto se suma una posible reducción de costos, al reemplazar máquinas complejas por dispositivos más simples y escalables.




