La NASA protagonizó uno de los errores más recordados en la historia de la exploración espacial en 1999: la pérdida de la sonda Mars Climate Orbiter. Un mínimo error, que podría haber sido previsto con antelación, costó millones de dólares y casi echa a perder todos los esfuerzos abocados a la investigación del Planeta Rojo.
La misión, que rondaba los 327 millones de dólares, tenía un objetivo ambicioso: estudiar el clima, la atmósfera y la superficie de Marte para preparar futuras expediciones humanas y robóticas. Sin embargo, terminó convertida en un ejemplo clásico de lo que puede ocurrir cuando la falta de coordinación y las diferencias en los sistemas de medición no se atienden a tiempo.
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Cómo fue la misión de la NASA que terminó en un error
El Mars Climate Orbiter fue lanzado en diciembre de 1998 a bordo de un cohete Delta II. Su viaje interplanetario se desarrolló sin sobresaltos y, después de casi diez meses de trayecto, se acercaba a la órbita marciana en septiembre de 1999.
El plan era que la nave encendiera motores para colocarse en una órbita elíptica alrededor del Planeta Rojo, desde la cual se podría estudiar las variaciones del clima y servir de estación de retransmisión para otra misión: el Mars Polar Lander.

En un dado momento, la nave se aproximó demasiado a Marte y desapareció de los radares. En lugar de entrar en la órbita estable que se había calculado, el vehículo descendió a una altitud de apenas 57 kilómetros sobre la superficie marciana, muy por debajo de los 140 o 150 kilómetros necesarios para sobrevivir. Esa maniobra lo hizo ingresar en la atmósfera del planeta, donde fue destruido casi de inmediato.
Cuál fue el error de la NASA
La investigación posterior reveló el origen del error: un problema de unidades de medida. Lockheed Martin, contratista que trabajaba con la NASA en el diseño y operación de la nave, había usado el sistema anglosajón, con libras y pies, al generar ciertos cálculos de empuje para los propulsores.
La NASA, en cambio, trabajaba con el sistema métrico, newtons y metros, como es habitual en la ciencia y la ingeniería espacial. El software de navegación no convirtió las unidades de forma adecuada, y la nave terminó siguiendo una trayectoria errónea.
Lo más llamativo fue que el problema no era desconocido. Varios ingenieros habían notado discrepancias en los datos, pero esas señales de alerta no fueron tomadas con la suficiente seriedad. La falla pasó desapercibida en las distintas revisiones de control y validación, lo que puso en evidencia fallas en la comunicación entre equipos, la cultura de trabajo bajo presión y la falta de protocolos claros para corroborar cada cifra crítica.

Las repercusiones fueron múltiples. En primer lugar, la NASA perdió no solo una nave de cientos de millones de dólares, sino también una oportunidad científica clave en la exploración marciana. El Mars Climate Orbiter debía trabajar en conjunto con el Mars Polar Lander, que se estrelló poco después en otro accidente, lo que significó un doble golpe a los planes de la agencia.
A nivel institucional, el error derivó en un profundo replanteo de procesos. La NASA implementó verificaciones más estrictas para verificar los cálculos y se establecieron protocolos de verificación cruzada entre contratistas y equipos internos. El caso también se convirtió en material de estudio para ingenieros y gestores de proyectos, como ejemplo de cómo un detalle aparentemente menor, confundir libras con newtons, puede provocar un desastre.




