Los científicos advierten que los niveles de dióxido de carbono en el océano están aumentando de forma sostenida. Al absorberlo cada vez más de la atmósfera, el agua de mar se vuelve progresivamente más ácida, un proceso que ya está en marcha.
Los expertos advierten que si esta tendencia continúa, podría generar impactos profundos y potencialmente irreversibles sobre los ecosistemas marinos, afectando su biodiversidad y el equilibrio natural de los océanos.
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Los resultados de dióxido de carbono en el océano
El estudio publicado en Nature Communications propone una revisión clave sobre cómo los océanos intercambian dióxido de carbono con la atmósfera, un proceso central para entender el cambio climático. Durante décadas, los modelos climáticos asumieron que el intercambio de CO₂ entre el océano y el aire era básicamente simétrico: el gas entraba y salía a tasas similares según gradientes de concentración.

Sin embargo, esta nueva investigación demuestra que existe un mecanismo físico subestimado, el intercambio mediado por burbujas generado por el rompimiento de las olas, que rompe esa simetría y favorece la absorción de CO₂ por parte del océano.
Cuando el viento agita la superficie marina, se forman burbujas que quedan temporalmente atrapadas bajo el agua. Estas burbujas actúan como microreactores que facilitan la disolución de gases, pero lo hacen de forma desigual: permiten que el CO₂ atmosférico ingrese al océano con mayor eficiencia de la que permiten su liberación hacia la atmósfera.
Al incorporar este proceso en los modelos, los autores concluyen que los océanos podrían estar absorbiendo hasta un 15% más de dióxido de carbono del que se estimaba previamente, lo que equivale a cientos de millones de toneladas de carbono adicionales por año.
El impacto de este fenómeno en el medio ambiente
Por un lado, el estudio sugiere que el océano estuvo amortiguando el aumento del CO₂ atmosférico más de lo que creíamos, lo que ayuda a explicar ciertas discrepancias entre las emisiones humanas y las concentraciones observadas en la atmósfera.
En ese sentido, el océano aparece como un aliado silencioso en la lucha contra el calentamiento global. Sin embargo, esta aparente “buena noticia” tiene un reverso preocupante: todo ese CO₂ extra no desaparece, sino que se disuelve en el agua, intensificando la acidificación oceánica.
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La acidificación afecta directamente a los ecosistemas marinos, especialmente a organismos que dependen del carbonato de calcio, como corales, moluscos y ciertos tipos de plancton. A largo plazo, esto puede alterar cadenas alimentarias completas, reducir la biodiversidad y comprometer servicios ecosistémicos esenciales, como la pesca y la regulación natural del clima.

En otras palabras, el océano puede estar absorbiendo más carbono, pero lo hace a costa de su propia estabilidad química y biológica.
De cara al futuro, este trabajo obliga a repensar los modelos climáticos y los presupuestos globales de carbono. Si los océanos absorben más CO₂ del estimado, las proyecciones sobre cuánto carbono puede emitir la humanidad sin superar ciertos umbrales de temperatura deberán ajustarse.
Al mismo tiempo, no hay garantías de que este mecanismo siga funcionando con la misma eficacia en un planeta más cálido, con océanos más estratificados y ecosistemas degradados. La capacidad del océano como sumidero no es infinita ni inmune al cambio climático.




