El lobo huargo se extinguió hace unos 10 mil años, pero en la última década, un grupo internacional de científicos, impulsados por empresas de biotecnología como Colossal Biosciences, decidió intentar lo impensado: traerlo de vuelta a la vida real.
Durante siglos, esta especie fue una leyenda, conocida por su tamaño imponente y su destacada presencia en la Edad de Hielo. Su figura también se hizo famosa gracias a la reconocida serie de HBO, Game of Thrones, en donde las criaturas formaban parte del emblema de una casa noble. Pero ahora, su presencia podía resurgir en el mundo de hoy.
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Biotecnología: cómo revivieron al lobo huargo
Todo comenzó con la secuenciación del ADN de restos fósiles hallados en el famoso sitio de La Brea Tar Pits, en California. Si bien el ADN antiguo suele estar muy fragmentado, la tecnología CRISPR-Cas9 permitió comparar el genoma del lobo huargo con el del lobo gris y otras especies caninas modernas.

A nivel genético, el huargo no era simplemente un “gran lobo”, sino una rama evolutiva distinta, más emparentada con los chacales que con los lobos modernos.
Esto obligó a los científicos a modificar profundamente el genoma de una especie actual (el lobo gris) para que adquiriera las características físicas y biológicas del huargo. Usaron edición genética en embriones, implantados en hembras de lobo gris, como madres sustitutas. Tras varios intentos fallidos, nació el primer “neo-huargo” viable.
Técnicamente, no es un clon puro del Canis dirus, porque no se logró reconstruir el 100% de su genoma original. Lo que nació fue un híbrido, un organismo editado para parecerse al huargo, con sus genes dominantes restaurados. Tenía su tamaño, dentadura, pelaje y comportamiento social, pero con ciertas adaptaciones modernas necesarias para sobrevivir.
Las consecuencias y polémicas detrás de la resurrección genética
El regreso del huargo desató una ola de polémicas. Por un lado, se celebró como un triunfo científico, pero por otro, encendió alarmas éticas y ecológicas. Introducir un depredador extinto en ecosistemas modernos podría alterar el equilibrio natural, provocando desapariciones de especies enteras y desplazamientos forzados.

Además, los neo-huargos podrían desarrollar patrones de comportamiento agresivo y difíciles de controlar. Esto no solo implicaría una demanda adicional en capacitación especializada para su manejo, sino también un alto costo económico, ya que sería necesario invertir en infraestructura adecuada para garantizar un hábitat seguro, tranquilo y controlado.
Por otro lado, esta nueva inserción de especies híbridas no es una legislación ambiental contemplada. Al ser especies que podrían ser reintroducidas artificialmente, se tendría que establecer un marco legal para poder actuar sobre la capacidad y el desarrollo de este tipo de criaturas.
El tema también despertó controversia respecto al dilema ético que plantea la “resurrección” de especies extintas y genéticamente modificadas. Muchos expertos piensan que alterar el orden natural desde los laboratorios no es correcto, ya que sería decidir sobre la vida de las especies.