En las últimas décadas, China y Japón protagonizan una silenciosa pero potente carrera por la supremacía en el desarrollo de trenes de alta velocidad. Lo que comenzó como una rivalidad tecnológica se convirtió en una competencia estratégica con implicancias económicas, políticas y simbólicas. Ambas potencias, con enfoques distintos, buscan definir el futuro del transporte terrestre mediante trenes que no solo superan los 350 km/h, sino que desafían los límites físicos con tecnologías como la levitación magnética.
- Te puede interesar: Así se preparan las islas de Japón frente a la escalada en el conflicto entre China y Taiwán
Los avances de Japón en materia de trenes
Japón fue el pionero del tren bala. Desde el debut del Shinkansen en 1964, el país se posicionó como referencia mundial en trenes veloces, limpios y puntuales. Durante décadas, lideró el rubro con modelos como el E5 Series, que viaja a más de 300 km/h con niveles de confort y precisión admirables. En los últimos años, el foco se desplazó al desarrollo de trenes maglev, que levitan por efecto de campos magnéticos, eliminando el contacto con rieles y, por ende, gran parte de la fricción. La joya de esta apuesta es el L0 Series, un tren que en 2015 alcanzó un récord mundial de 603 km/h durante las pruebas.
Este prototipo forma parte del proyecto Chūō Shinkansen, una línea que unirá Tokio con Nagoya, y luego con Osaka, reduciendo los tiempos de viaje a casi la mitad. Sin embargo, a pesar del avance tecnológico, el camino hacia su implementación comercial fue lento y lleno de obstáculos.

Problemas geológicos, resistencia política y conflictos ambientales, especialmente en la prefectura de Shizuoka, donde se teme por el impacto de los túneles en el caudal del río Ōi, obligaron a postergar la inauguración al menos hasta 2034. Se estima que más del 80% del trayecto entre Tokio y Nagoya estará bajo tierra, lo que eleva los costos a cifras que superan los 60 mil millones de dólares.
China como líder innovador de trenes maglev
Mientras tanto, China optó por una estrategia mucho más expansiva y acelerada. Actualmente, posee la red de trenes de alta velocidad más extensa del mundo, con más de 40 mil kilómetros en operación y trenes comerciales que ya alcanzan los 350 km/h.
Pero el gigante asiático no se conforma con la velocidad convencional. En 2021 presentó su tren maglev desarrollado por CRRC, capaz de alcanzar los 600 km/h, y que utiliza tecnología originalmente basada en el sistema alemán Transrapid. Este prototipo, que fue probado en la ciudad de Qingdao, busca convertirse en una alternativa viable para trayectos interurbanos que hoy dependen de la aviación de corto alcance. El plan es ponerlo en funcionamiento este año.
China está invirtiendo en su despliegue comercial, con proyectos en marcha para unir grandes ciudades como Shanghái, Hangzhou y Chengdu mediante trenes de levitación magnética. Además, comenzó a trabajar en una versión aún más radical: un tren maglev en tubos de vacío, al estilo del concepto Hyperloop, con una velocidad proyectada que superaría los 1000 km/h. Esta tecnología aún está en fase experimental, pero demuestra hasta qué punto China está dispuesta a liderar el futuro del transporte terrestre.
Los beneficios de estos trenes maglev son muchos. Al eliminar el contacto físico entre ruedas y rieles, se reduce drásticamente la fricción, lo que permite alcanzar velocidades extremas con un nivel de suavidad y silencio superior al de cualquier tren tradicional. Además, al ser propulsados por electricidad, pueden integrarse más fácilmente a modelos de transporte sustentables. En términos de eficiencia y tiempo de viaje, un maglev de 600 km/h puede hacer el trayecto entre Pekín y Shanghái, que hoy toma más de cuatro horas, en apenas dos.

Los desafíos de la incorporación de trenes de alta velocidad
Sin embargo, no todo es ideal. El principal obstáculo para el despliegue masivo de trenes maglev es el costo. No solo el desarrollo de las unidades es caro, sino que requieren de una infraestructura completamente nueva. Las vías deben ser construidas con tolerancias milimétricas, con materiales específicos que resistan las fuerzas electromagnéticas, y sin posibilidad de compartir trazado con trenes convencionales.
Además, su operación a tan alta velocidad implica un alto consumo energético, y su rentabilidad está puesta en duda en rutas donde no hay una densidad de pasajeros suficiente para justificar la inversión.
Otro problema es la interoperabilidad. A diferencia de los trenes tradicionales que pueden compartir estaciones y conectarse a redes existentes, los maglev operan en circuitos cerrados, lo que obliga a repensar toda la lógica del sistema ferroviario. Esto llevó a que incluso el famoso maglev de Shanghái, que funciona desde 2003 a velocidades de hasta 431 km/h, no haya sido replicado masivamente dentro del propio país, debido a sus altos costos operativos y su limitada conexión con el resto dela red.
Aun así, China continúa apostando fuerte. En paralelo a sus proyectos de maglev urbano e interurbano, trabaja en trenes ultrarrápidos de tecnología convencional. En 2023 probó el modelo CR450, un tren de alta velocidad que alcanzó los 453 km/h, diseñado para operar comercialmente por encima de los 400. Es una muestra de que el país no descuida ninguna vertiente tecnológica.
Por su parte, Japón mantiene una estrategia más conservadora, priorizando la fiabilidad sobre la expansión. Sus trenes siguen siendo símbolo de precisión y seguridad, y el sistema Shinkansen es uno de los más admirados del mundo. Pero el desafío chino amenaza con desplazar ese liderazgo, no solo en términos de velocidad, sino también de influencia global.