China dio un paso significativo en la carrera armamentística tecnológica con la presentación de Jiu Tian, una nave nodriza de drones que podría transformar las operaciones aéreas modernas. La aeronave fue presentada oficialmente en el Salón Aeronáutico de Zhuhai por la empresa estatal Aviation Industry Corporation of China (AVIC), y desde entonces generó tanto interés como preocupación a nivel internacional por sus capacidades operativas y su posible impacto en la geopolítica regional.
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Cómo funciona la nave de drones
La Jiu Tian, cuyo nombre puede traducirse como “Nueve Cielos”, es un vehículo aéreo no tripulado de gran altitud y largo alcance, diseñado para operar como plataforma madre de más de 100 drones en simultáneo. A diferencia de otros sistemas más tradicionales, esta nave no requiere tripulación humana y está diseñada para permanecer en el aire durante largos períodos, operando a altitudes que superan los 15 mil metros.
Con una envergadura de 25 metros, un peso máximo al despegue de 16 toneladas y una autonomía estimada de 7000 kilómetros, la nave puede transportar hasta seis toneladas de carga útil, que pueden incluir drones kamikaze, municiones merodeadoras, misiles aire-aire, misiles de crucero y sensores especializados para misiones de vigilancia o guerra electrónica.
Su principal capacidad estratégica reside en su habilidad para desplegar enjambres de drones en pleno vuelo. Esta táctica, que ha ganado notoriedad en conflictos recientes, permite saturar los sistemas de defensa enemigos mediante la fuerza del número y la simultaneidad. A través de estos enjambres, es posible ejecutar operaciones coordinadas de ataque, realizar labores de inteligencia en tiempo real, ejecutar interferencias electrónicas o incluso diseminar dispositivos de sabotaje.
Los drones lanzados desde la Jiu Tian están programados para operar de forma autónoma o coordinada entre sí, maximizando la eficacia y la flexibilidad operativa de la misión.
La introducción de esta nave dentro de la Fuerza Aérea del Ejército Popular de Liberación (EPL) representa un avance sustancial para la estrategia militar de China, especialmente en escenarios sensibles como el Estrecho de Taiwán o el Mar de China Meridional.
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Drones en China: cómo sería su implementación
La posibilidad de lanzar operaciones aéreas desde una plataforma remota, con bajo riesgo humano y alta eficiencia táctica, redefine la disuasión regional y plantea un nuevo desafío para los ejércitos tradicionales de países como Japón, India, Corea del Sur o incluso Estados Unidos.
Sin embargo, no todo en la Jiu Tian es motivo de entusiasmo para los expertos. Pese a su imponente presencia y sofisticación tecnológica, algunas críticas han surgido en torno a su diseño y funcionalidad. Su gran tamaño y la ausencia de tecnología furtiva la convierten en un blanco visible para los radares enemigos. Además, su velocidad relativamente baja podría comprometer su desempeño en espacios aéreos altamente disputados o con presencia de sistemas antiaéreos de última generación.
En redes sociales y medios occidentales, incluso se ridiculizó su figura, comparándola con un “patio de drones voladores”, y cuestionando si su efectividad supera su rol simbólico como muestra del poderío tecnológico chino.
Más allá de los aspectos técnicos, la presentación de la Jiu Tian tiene implicancias políticas y estratégicas. China busca proyectar poder y demostrar liderazgo en la evolución de las tecnologías autónomas aplicadas al campo militar. Esta nave nodriza es también una pieza dentro de una estrategia mayor que incluye satélites espía, inteligencia artificial militarizada y sistemas hipersónicos.
La decisión de desarrollar una plataforma tan ambiciosa refuerza la visión del Partido Comunista Chino de construir una fuerza armada de “clase mundial” para 2049, en coincidencia con el centenario de la República Popular.
En términos operativos, se espera que la Jiu Tian realice sus primeras pruebas de vuelo oficiales a finales de junio de 2025. Si las evaluaciones son exitosas, podría entrar en servicio activo en los próximos años. Su despliegue definitivo marcaría un hito en la militarización del espacio aéreo y abriría nuevas posibilidades y riesgos para las futuras guerras automatizadas.
