Desde 2024 que se alerta de la presencia del asteroide 2024 YR4, captado en el sistema ATLAS en su estación de Río Hurtado, Chile. Al captar la atención de la comunidad científica, rápidamente detectaron que se trataba de un asteroide del tipo Apolo: aquellos que cruzan la órbita terrestre, con un tamaño estimado entre 40 y 100 metros. Sin embargo, al poco tiempo, se descartó que el asteroide impactara en la Tierra y, al parecer, hubo un operativo responsable de evitarlo.
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Los primeros pronósticos del Asteroide 2024 YR4
Su trayectoria indicaba una posibilidad, aunque lejana, de colisión con la Tierra el 22 de diciembre de 2032. En cuestión de días las principales agencias espaciales del mundo como NASA, ESA, CNSA, entre otras, comenzaron a monitorear el objeto. El primer calculo de impacto de la Oficina de Coordinación de Defensa Planetaria indicaba una probabilidad de 1.2%, lo cual significa un riesgo bajo, pero suficiente como para activar el protocolo internacional de alerta.
En enero de 2025, la probabilidad se elevó a 1.5% y en marzo a 3.1%, según datos cruzados entre el sistema Sentry-II de monitoreo de la NASA y las observaciones del telescopio VLT (Very Large Telescope) de la ESO. A partir de entonces, el asteroide fue clasificado como nivel 3 en la Escala de Torino, un sistema que mide el peligro de objetos cercanos a la Tierra. Aunque no implicaba una amenaza inminente, era el mayor riesgo registrado desde el caso de Apophis en 2004.

En paralelo, astrónomos del Instituto de Astrofísica de Canarias analizaron su composición, concluyendo que se trataba de un objeto rocoso con algo de metal, de forma irregular, y posiblemente más pequeño de lo que se creía al principio.
Luego, un grupo de trabajo de la ONU activó formalmente el Protocolo de Seguridad Planetaria, que contempla la coordinación global frente a amenazas de impacto. Fue la primera vez que se ponía en marcha este sistema, bajo la coordinación de la Red Internacional de Alerta de Asteroides (IAWN) y el grupo de evaluación de misiones espaciales (SMPAG).
El operativo que prevendría el impacto
La NASA y la ESA comenzaron a desarrollar planes preliminares para una misión de desvío cinético, similar a la misión DART de 2022, que había demostrado con éxito que era posible alterar la trayectoria de un asteroide al impactarlo con una nave no tripulada.

El Telescopio Espacial James Webb también participó del operativo. En marzo de 2025 logró obtener imágenes espectroscópicas del objeto, lo que permitió afinar su diámetro a unos 50 o 60 metros y comprobar que, al menos en su actual órbita, no colisionaría directamente con la Tierra, aunque sí existía una baja probabilidad de impacto con la Luna. Este detalle encendió un debate científico: aunque no representaba una amenaza directa, un choque lunar sería visible desde nuestro planeta y permitiría estudiar en vivo la formación de un cráter.
Para julio de 2025, el consenso científico es que el riesgo de impacto con la Tierra disminuyó drásticamente, aunque el asteroide sigue bajo monitoreo constante. El acercamiento orbital más importante tendrá lugar el 17 de diciembre de 2028.
Ese momento será clave: si los cálculos confirman que el objeto podría entrar en una trayectoria peligrosa, se activará una misión concreta de desvío. Por eso, los planes de una sonda impulsada por SpaceX o Arianespace, aunque aún en fase conceptual, no fueron descartados.