El cometa 3I/ATLAS vuelve a poner en alerta máxima a la comunidad científica por una anomalía que pocos esperaban. Detectado el 1 de julio de 2025, este objeto interestelar, es decir, proveniente de fuera del Sistema Solar, está viajando a 60 km por segundo y será visible cerca del Sol el 29 de octubre, para luego aproximarse a la Tierra el 19 de diciembre próximo. Pero lo que parecía ser un simple visitante cósmico se convirtió en un verdadero misterio: los astrónomos detectaron una anomalía en su cola, que algunos vinculan con una posible “maniobra inteligente”.
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Cometa 3/I ATLAS: cuál fue la anomalía detectada
Según observaciones del Telescopio Óptico Nórdico en las Islas Canarias, el 3I/ATLAS presentó primero una “anti-cola”, es decir, una corriente de material dirigida hacia el Sol, lo opuesto a lo que ocurre normalmente con los cometas. Poco después, esa estructura cambió bruscamente y se transformó en una cola convencional, orientada en dirección contraria.
Para el astrofísico de Harvard, Avi Loeb, esta transición no sería casual: podría tratarse de una maniobra controlada de desaceleración, comparable a un frenado tecnológico.
En su análisis, Loeb sugirió que el fenómeno podría corresponder a un “empuje de frenado”, una técnica que hipotéticamente permitiría a una nave interestelar reducir su velocidad al ingresar a un sistema estelar.

Esta teoría, aunque polémica, se apoya en un dato adicional: la composición química del material expulsado. Las muestras de espectro registraron dióxido de carbono, agua, trazas de cianuro y una aleación de níquel nunca antes observada en la naturaleza, utilizada solo en procesos industriales humanos.
Michio Kaku, un reconocido físico teórico estadounidense, también señaló que si el cometa muestra un aumento inesperado de energía al acercarse al Sol, sería una señal de que una inteligencia no humana podría estar controlando su trayectoria.
Misterio del cometa: la respuesta de los organismos frente a este cometa misterioso
El cambio de comportamiento y los materiales detectados llevaron a que la Red Internacional de Alerta de Asteroides (IAWN) incluyera oficialmente al 3I/ATLAS en su lista de objetos en observación. Aunque no representa peligro alguno, su acercamiento máximo será de unos 270 millones de kilómetros, su análisis ofrece una oportunidad única para estudiar un cuerpo que, en teoría, nunca antes había estado en contacto con el Sol.

La NASA, por su parte, sigue el caso de cerca: su cámara HiRISE, a bordo del orbitador marciano, capturó imágenes del cometa cuando pasó a solo 12 millones de millas de Marte. Esas fotografías, aún no publicadas debido al cierre del gobierno estadounidense, podrían revelar con mayor precisión el origen de la anomalía.
Pero el dato más intrigante es su antigüedad: los análisis indican que podría tener más de 10.000 millones de años, el doble de la edad de nuestro sistema solar. Esto convierte al 3I/ATLAS en una auténtica cápsula del tiempo, un fragmento intacto de las primeras etapas de la Vía Láctea.
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Si la anomalía observada se confirma como una maniobra controlada, el impacto sería monumental: sería la primera evidencia indirecta de tecnología no humana en nuestro vecindario galáctico.
Pero si resulta ser un fenómeno natural, su comportamiento inusual ya está obligando a los astrónomos a redefinir cómo interactúan los cometas interestelares con la radiación solar y qué procesos químicos pueden ocurrir en entornos tan antiguos.



