Un nuevo océano podría estar formándose bajo África, y la ciencia está prestando atención de cerca a este extraño fenómeno. Todo comienza en la región de Afar, en Etiopía, uno de los pocos lugares del planeta donde tres placas tectónicas se encuentran: Nubia, Somalí y Arábiga. Esta triple frontera geológica está en proceso de separación, lo que genera fracturas visibles en la superficie, intensa actividad sísmica y volcánica, y un fenómeno aún más profundo que podría reconfigurar el mapa de África y en consecuencia del mundo entero en el futuro.
- Te puede interesar: La fruta que está en riesgo de desaparecer por el cambio climático
Cómo sucede la aparición de un océano
Lo más sorprendente no está en la superficie, sino por debajo. Investigadores de la Universidad de Southampton, prestigiosa casa de estudio británica, detectaron pulsos rítmicos de roca fundida que emergen desde el manto terrestre. Se trata de oleadas intermitentes de magma que ascienden hacia la corteza terrestre como si fueran latidos. Este fenómeno no es constante, sino que aparece por pulsos periódicos, y su comportamiento sugiere que estas “erupciones internas” actúan como un ariete geológico que debilita la corteza desde abajo.
Estos latidos del planeta, combinados con el movimiento tectónico natural de las placas que se alejan unas de otras, están provocando el estiramiento y adelgazamiento de la corteza continental. En la región de Afar, ya pueden verse grietas muy grandes que aparecieron en cuestión de días, y que marcan el inicio de un proceso geológico que podría durar millones de años: la formación de una cuenca oceánica.

Según distintos modelos, si esta dinámica continúa, la fractura podría ensancharse lo suficiente como para permitir que el agua del océano Índico inunde la zona. Así se daría inicio a un nuevo océano entre los actuales territorios de Etiopía, Somalia y Kenia.
Cuándo se formaría y cuál sería su impacto
El proceso no es inmediato. Algunas estimaciones lo sitúan en una escala de entre uno y diez millones de años, aunque otros cálculos sugieren que, si la actividad interna se acelera, podríamos ver cambios significativos en menos de un millón. En cualquier caso, se trataría de un fenómeno sin precedentes en la historia humana. Esta transformación sería similar a la que ocurrió cuando se abrió el océano Atlántico, hace unos 180 millones de años.
Las implicancias científicas son enormes. Por un lado, se trata de una oportunidad única para observar en tiempo real cómo un continente se parte y da lugar a un nuevo océano. Además, estos descubrimientos aportan nueva información sobre el comportamiento del manto terrestre y la dinámica interna del planeta. También permite entender mejor cómo nacen los océanos y cómo evolucionan las placas tectónicas.

En el plano geopolítico y ecológico, la aparición de un nuevo océano tendría consecuencias profundas. Cambiarían las líneas costeras, surgirían nuevas rutas marítimas, se modificarían ecosistemas enteros y, posiblemente, se redefiniría la distribución de recursos naturales y territorios en el este africano. Este proceso también reforzaría la importancia de África como una de las regiones más activas e influyentes en la geodinámica global.