Las fuertes denuncias de acoso y abuso a mujeres a lo largo y ancho del mundo canalizadas a traveฬs de las redes despueฬs del โaffair Weinsteinโ marcaron la agenda de geฬnero a nivel global. Por Diana Cohen Agrest*
Recogiendo la consigna creada diez anฬos antes por la teoฬrica feminista estadounidense Tarana Burke, y a modo de respuesta al โa aire Weinsteinโ, en octubre de 2017 la actriz Alyssa Milano lanza el hashtag #MeToo. Se trataba de despertar en la gente el sentido โde la magnitud del problemaโ.
La orden que liberoฬ la palabra de las viฬctimas que padecieron acoso sexual fue raฬpidamente expandida en la dimensioฬn viral de las redes. Como un confesionario global, la red acogioฬ en 24 horas medio milloฬn de twits. A modo de un paraguas amplio y extensible, la consigna cubrioฬ toda forma de violencia de la vida privada, amplificada en el ilimitado espacio puฬblico: desde la (menguante) seduccioฬn hasta el maltrato, desde el acoso hasta el abuso, desde el sexismo hasta la violacioฬn.
No solo se tratoฬ de la primera denuncia tecnoloฬgica global. Laura Murat, en Une reฬvolution sexuelle? Reฬflexions sur l ฬapreฬs -Weinstein (Stock, 2018), se representa el #MeToo como una categoriฬa mental, un movimiento cultural y el primer cuestiona- miento amplio del patriarcado. Mientras que el activismo sociopoliฬtico de las redes suele ser el comienzo de una campanฬa que culmina en una protesta virtual o en una manifestacioฬn callejera, el #MeToo reforzoฬ el movimiento de izquierda gestado a partir de la irrupcioฬn de Donald Trump en la sociedad estadounidense: se dice que esa ley del silencio, esa omertaฬ guardada celosamente en y entre las mujeres, no se habriฬa producido si Clinton hubiese ganado las elecciones. A juicio de los demoฬcratas, la violencia verbal de Trump desencadenoฬ un reclamo latente, guardado hasta entonces en los arcanos de la memoria. Pero lo cierto es que eso es hacer historia contrafaฬctica. Como tambieฬn es cierto que el movimiento tuvo ceฬlebres detractoras a ambos lados del Atlaฬntico: desde Pamela Anderson, quien declaroฬ que el movimiento #MeToo โparaliza a los hombresโ hasta Catherine Deneuve, quien no acuerda con las acusaciones en los que los senฬalados no tienen ya la posibilidad de defenderse. Una clave de interpretacioฬn del movimiento podriฬa ser abordada desde la oฬptica de la loฬsofa feminista Miranda Fricker, expuesta en su libro Injusticia episteฬmica (Herder, 1917). Dicha autora elabora el concepto de โinjusticia episteฬmicaโ que concierne a nuestras capacidades como sujetos de conocimiento y de comprensioฬn.
La injusticia episteฬmica, sostiene Fricker, involucra dos fallas cognitivas. Por una parte, la llamada โinjusticia testimonialโ, que se comete contra aquellas voces a las que no se escucha o no se atiende por provenir de grupos estigmatizados cuya palabra carece de credibilidad debido a los prejuicios. Este tipo de injusticia explicariฬa el silencio guardado durante tanto tiempo de acontecimientos que, de ser difundidos por las activistas del #MeToo, habriฬan sido desestimados por su proveniencia, por ser sus emisoras las mismas mujeres que vivieron en el pasado y denuncian en el presente, el acto discriminatorio.
Por otra parte, la โinjusticia hermeneฬuticaโ se manifiesta cuando un sujeto, individual o colectivo, fracasa a la hora de hacer inteligible, a siฬ mismo o a otros, su experiencia, es decir, cuando se ve incapacitado para participar โequitativamente en la produccioฬn de significados sociales, debido, ya sea a la marginacioฬn/invisibilizacioฬn de su(s) experiencia(s), o a las discapacidades cognitivas que resultan de su posicioฬn de des- ventajaโ. Cuando se trata de grupos como el de las mujeres que sufrieron alguna modalidad de acoso, sus experiencias permanecieron silenciadas o invisibilizadas porque careciฬan de recursos interpretativos para que los otros fueran capaces de reconocer y valorar esas experiencias negativas. La injusticia hermeneฬutica inscribioฬ a mino- riฬas desprotegidas y a grupos marginales โno solo a las mujeresโ en una situacioฬn de desventaja y de credibilidad reducida. Pero curiosamente, el #MeToo promovioฬ, pero tambieฬn se valioฬ de las virtudes episteฬmicas, contrapartes de las fallas episteฬmicas mencionadas. La virtud testimonial dio lugar a que se revisara y corrigiera la incidencia de los preconceptos y prejuicios hacia las mujeres denunciantes. Y la virtud hermeneฬutica, mediante el cultivo de la sensibilidad reflexiva y de la atencioฬn criฬtica, corrigioฬ la carencia de recursos interpretativos para decir lo indecible. No obstante, desde las neurociencias, es posible poner en tela de juicio el valor episteฬmico de los recuerdos. ยฟCoฬmo construimos los recuerdos? Por una parte, los recuerdos se corresponden con nuestra experiencia del mundo. Por otra, con lo que somos, dado que constituyen el material con el que construimos nuestra identidad. ยฟAcaso lo real y lo ficticio no producen el entramado de la memoria? Hay recuerdos equivocados, imposibles materialmente de que se hayan dado en la realidad, que expresan fragmentariamente coฬmo vivenciamos una experiencia, sin que esta haya sido necesariamente asiฬ. Por anฬadidura, nuestros recuerdos no son fotos โinstantaฬneasโ cuyas tomas reproducen la escena original, porque hay detalles que olvidamos y otros tantos que, inconscientemente, adornamos o desdibujamos. El acto de recordar una cosa o una experiencia nos hace olvidar otra, ya que el proceso de recuperacioฬn en el cerebro humano hace que las personaspierdan recuerdos cuando intentan grabar otros. Al igual que una computadora, toda vez que grabamos un recuerdo, se pierde la versioฬn anterior.
Es plausible entonces que las neurociencias permitan una nueva lectura del fenoฬmeno #MeToo, no necesariamente contradictoria con la primera alegada por Fricker. En todo caso, lo que nos indica es que, tanto en la dimensioฬn de la construccioฬn subjetiva de nuestra identidad como en la evaluacioฬn episteฬmica de las experiencias de los otros, conviene ser cautos. Porque maฬs allaฬ de las genuinas motivaciones y de los hechos reales que alcanzaron una difusioฬn global, tal vez debemos preguntarnos sobre la autenticidad de cada una de las denuncias. Porque la palabra es un instrumento versaฬtil. Porque puede servir para develar una verdad oculta. Pero tambieฬn para ser mirados en una cultura donde solo parece existir aquello que se muestra ante todos. Y lo que se muestra, para bien o para mal, otorga un reฬdito impensable en otras eฬpocas, cuando la intimidad se preservaba, al decir de Virginia Woolf, en un cuarto propio.
*Doctora en filosofรญa (UBA). Magister en bioรฉtica (Monash University, Australia). Docente y ensayista. Presidenta de la Asociaciรณn Civil Usina de Justicia.ย