Radio La Colifata es un proyecto de salud mental clĆnica y comunitaria que, construido mediante la utilización de los medios de comunicación, aborda la recuperación de los pacientes y el problema de la estigmatización de la locura. En el DĆa Nacional de la Radio, recordamos este informe de Susana Rigoz, publicado por DEF en julio 2008.
Entrar al “Hospital Municipal JosĆ© T. Borda” genera cierta tristeza. A las mĆŗltiples historias que hemos visto en cine o hemos escuchado sobre personas con problemas mentales, a los propios prejuicios que todos cargamos acerca de los neuropsiquiĆ”tricos, se suma una estructura deteriorada, gris y, sobre todo, solitaria. Sin embargo, si uno avanza hacia sus jardines traseros y es sĆ”bado al mediodĆa el aire cambia, de repente comienza un movimiento entusiasta y aparecen un equipo de mĆŗsica, parlantes, micrófonos, mesas, sillas y hasta un pizarrón. El paisaje se anima. Poco a poco la soledad es vencida por decenas de personas que van apareciendo desde distintos pabellones, sumĆ”ndose a quienes llegan del exterior. Comienza la mĆŗsica. EstĆ” a punto de salir al aire La Colifata, la radio de los internos y ex internos del hospital, que cada sĆ”bado transmite en directo por la FM100.1 durante cinco horas, y es retransmitida con el formato de microprograma por mĆ”s de treinta radios de Argentina y AmĆ©rica,
La iniciativa fue del psicólogo Alfredo Olivera, quien en su Ć©poca de estudiante se acercó al Borda como voluntario y de inmediato notó que āquien vive en los hospitales psiquiĆ”tricos no sólo padece una enfermedad mental sino que sufre el abandono, el rechazo, el aislamiento socialā. Fue entonces cuando empezó a pensar en la posibilidad de una radio como un instrumento que permitiera saltar el muro y generar un punto de encuentro con la sociedad. āMe pareció una herramienta idónea para llevar la palabra y el sentir de este grupo de personas al seno de la comunidad y trabajar allĆ, con ellos, las complejas dimensiones de este fenómeno que llamamos locuraā, explica. Y en ese intento de desterritorializar la problemĆ”tica, lentamente se fue constituyendo un espacio con efectos terapĆ©uticos positivos āporque permitió, a partir del encuentro con otros, recuperar la dimensión del lenguaje como aquello que crea sentido a la existenciaā.
Una radio sin antena
Sin apoyo, sin tecnologĆa ni dinero, el 3 de agosto de 1991 se inauguró La Colifata, que comenzó como un taller de reflexión sobre distintos temas. Fue una experiencia de entusiasmo colectivo y contagioso que involucró a profesionales y pacientes. Pero para existir necesitaban que alguien les hiciese un lugar y lo encontraron en los comunicadores sociales. Olivera conocĆa gente de una radio comunitaria de San AndrĆ©s y le propuso tener un espacio semanal de cinco minutos donde los colifatos pudieran hablar de lo que quisieran. āEl primer tema que tocaron fue el del rol de la mujer en la sociedad y produjeron cosas maravillosasā, recuerda. Esto les dio, entre otras muchas cosas, la posibilidad del encuentro y de un tiempo distinto, el de la espera. āLos pacientes se escuchaban a sĆ mismos, pero a la vez habĆa otros que los nombrabanā. A partir de entonces cada sĆ”bado comenzaban escuchando los mensajes que les mandaban, con la emoción de esperar quĆ© venĆa de regreso de lo que habĆan dicho y āera maravilloso porque nacĆa la posibilidad de torcer una parte de la historia y de inventar otra en la que ellos eran los protagonistas. Hay que entender que hablo de personas que perdieron toda referencia social, que no tienen ningĆŗn sentido su existencia ni coordenadas que marquen el ayer, hoy y maƱana. En muchos casos tienen 10, 15, 30, 40 aƱos de internaciónā.
Y asĆ siguieron las reuniones, las charlas, las grabaciones compaginadas en un doble casetera rudimentario āporque era imposible poner al aire dos horasā y en poco tiempo Lalo Mir lo pasaba en la Rock & Pop. HabĆa llegado el momento de ponerle un nombre a la hasta entonces conocida como la Columna de los internos del Borda. āUna encuesta entre los pacientes dio 40 posibles nombres y, como no se ponĆan de acuerdo, uno propuso que los oyentes eligieran y la comunidad votó La Colifata. Otro paso importante fue la participación, gracias al periodista Eduardo Esteban, en la Bienal de Arte Joven de Puerto Madero, porque por primera vez los pacientes tuvieron la oportunidad de salir del hospital para hacer radio. āYa entonces se empezaron a perfilar algunos roles: el locutor, el corresponsal, el columnista, quienes generaban cuestiones artĆsticas, de opiniónā, afirma Olivera. Poco a poco se fueron sumando FM La Boca, Nelson Castro, Nacional, Ciudad, radios del interior, etc. āLo interesante fue que todo era considerado vĆ”lido, hasta las temĆ”ticas que pueden ser leĆdas como delirantes encontraron su lugar en La Colifata. Fue tornĆ”ndose casi un sello distintivo de esta experiencia que ha sabido hacer lugar a aquellos que perdieron todo lugar, incluso a quienes han caĆdo por fuera de la palabra, en esos puntos ciegos donde no hay posibilidad de simbolizar aquello que Ćŗnicamente duele y duele hasta el infinitoā.
La solidaridad
Ya habĆa pasado mĆ”s de un aƱo cuando les donaron un trasmisor de un watt. āParecĆa una caja de zapatos de metal con una antenita. Primero, lo pusimos arriba de un Ć”rbol; despuĆ©s, en la terraza y logramos un alcance de 200 metros. Al tiempo, un oyente donó uno de 35 watts. ReciĆ©n en el 97, el programa Sorpresa y media -por pedido de otro oyente- nos instaló una antena. A partir de allĆ empezamos a transmitir con 300 watts de potencia para el barrio de Barracas, 3 km. a la redondaā. A pesar de ello, el mecanismo de retrasmisión, por fuera de los lĆmites hospitalarios, se multiplicó. āNunca lo abandonamos porque los microprogramas permiten llegar al hombre comĆŗn, a aquel que cotidianamente no sabe cómo conducirse frente a quienes tienen problemas mentales. Es sumamente importante -sin desconocer la necesidad del abordaje cientĆfico- llevar esta problemĆ”tica al plano social y sumar a todos a este procesoā.
Con el tiempo pudieron contar con un Citroen gracias a la donación de una pareja de jubilados y en la actualidad el reconocido cineasta Francis Ford Coppola āquien visitó la radio en varias ocasiones mientras filma en Buenos Aires su próxima pelĆcula, uno de cuyos personajes serĆ” un paciente psiquiĆ”trico- prometió donar la mitad de un camión para cumplir el sueƱo de ārecorrer el paĆs y que los pacientes sean promotores de acciones en salud, interviniendo en temas como medio ambiente, inclusión social, ciudadanĆaā, se ilusiona Olivera.
La Colifata hoy
āSe trata de usar como herramienta los medios de comunicación para abordar lo complejo de la problemĆ”tica de la locura tanto en su dimensión clĆnica como social, ligada al problema del estigma socialā, define Olivera. āHablo de los medios en comunicación en general- televisión, web, periódicos, etc.- y la radio en particular como un dispositivo grupal con pretensión terapĆ©utica. Es decir, donde un grupo de profesionales utilizamos estrategias y polĆticas de intervención respecto de un grupo de personas que participan del mismoā. A las herramientas propias de su formación les suman las brindadas por los medios. āUn separador en la Colifata tiene un plus diferente, una cortina musical puede tomar otro sentido, el mensaje de un oyente escuchado en un determinado momento puede tener valor de intervención terapĆ©uticaā, ejemplifica. Incluso a travĆ©s del tiempo, algunos colifatos empezaron a tener su espacio fijo en la radio y cuando se reĆŗnen anotan en el pizarrón lo que tienen pensado para ese dĆa. āPor ejemplo, Julio DĆaz conduce El barco de la amistad; Fernando Ferrari, Acuse de recibo; Hugo López, La Fogonera, etc. A su turno y en un clima de respeto y cariƱo, todo el que quiere toma la palabraā.
-¿CuÔnta gente participa?
– Anualmente ātenemos una estadĆstica- toman la palabra al menos una vez entre 650 y 700 pacientes. Eso es un indicador de participación. Trabajamos con grupos de entre 40 y 45 pacientes. En el caso de los internados (casi el 60 por ciento), nos acercamos a los mĆ©dicos tratantes, generamos interconsultas permanentes tratando de articular nuestras herramientas con la dirección de la cura a cargo del profesional que los trata. En el caso de los que ya no lo estĆ”n, tratamos de tender puentes con sus tratamientos ambulatorios, si los tienen.
-Usted hablaba del estigma social, ¿cómo vive la sociedad esta problemÔtica?
– La comunidad en general tiene dificultades para relacionarse con aquel que es diferente y que muchas veces se presenta como amenazante. En otros casos, se los reduce a figuras idealizadas en la hipercreatividad de la locura. La cuestión es que, reconociendo la existencia de un padecer y la necesidad de asistencia, no hay que desatender el derecho de ser parte de la sociedad y la vida cotidiana. En general, aquel que tuvo una crisis en su vida queda reducido casi a una condición de no human. Debemos abandonar el estereotipo de la locura
-En realidad, estamos hablando de la inclusión.
-Es una oportunidad para que la comunidad empiece a ensayar modos solidarios de integración Esta metodologĆa obra como puente para que el oyente repiense su construcción de la locura, la relación con ese vecino que quizĆ”s estuvo alguna vez internado, con el primo a quien nunca fue a visitar al psiquiĆ”trico, con ese hombre de la esquina que habla a los gritos y al que le tenĆa miedo y quizĆ”s pueda relacionarse de otro modo.
-ĀæSe puede decir que la radio acompaƱa procesos de recuperación psĆquica?
-Desde luego, la radio permite conectarse a través de lo simbólico y también recuperar el lazo social. La Colifata crea un presente que convoca a sus protagonistas a estar vivos y a generar proyectos de vida e invita a la comunidad a buscar soluciones a estos problemas sumamente complejos.




