>Por Martín Lucas

En agosto de 2010, la influyente revista Wired tiró la primera piedra. “La Web ha muerto, larga vida a Internet”, puso en la tapa y encendió un debate fascinante que llega hasta nuestros días. ¿De qué hablaban estos muchachos? De varias cosas. Más allá del juego de palabras, lo que allí se preanunciaba era un cambio de paradigma en el modo de vincularnos con una de las herramientas más formidables creadas en los últimos 100 años: Internet. El cambio del modelo, en realidad, tenía que ver con la declinación inexorable de la World Wide Web (www) y con el avance de un sistema de plataformas y aplicaciones en donde el usuario adopta un rol menos activo. Es decir, una nueva Internet en la que ya no se trata tanto de “buscar” sino solo de “obtener” resultados, donde el sistema hace casi todo por nosotros y, en lugar de entregarnos datos sueltos, nos devuelve una respuesta completa y contextualizada, capaz de simplificarnos la vida cotidiana hasta en los detalles más triviales. Nos devuelve una respuesta, digamos, inteligente.

De ahí lo de la “muerte de la web”, tal como era conocida, para dar paso a una renovada etapa de avances tecnológicos que ponen a esta nueva red como la gran articuladora de la vida moderna con impactos muy concretos.

Este parece ser el mapa de lo que viene o, mejor, de lo que ya está sucediendo. Una nueva realidad que implica logros monumentales e interrogantes que serán motivo de debates interminables porque, si se lo piensa un poco, frente a un sistema que asume capacidades y criterios independientes, ¿qué tan abierta será la red? ¿qué tan libre será? Para seguir pensando y discutiendo.

Este mes, mientras tanto, presentamos el futuro de Internet 3.0.

La revolución apenas ha comenzado.