La empresa del magnate Jeff Bezos sumó su compañía a la fabricante de la aspiradora robot más famosa del mercado. ¿Qué hay detrás de esta adquisición que lo convierte en el principal jugador en lo que respecta a la tecnología inteligente para el hogar y por qué puede tener un fuerte impacto en el plano de la seguridad y la defensa? Por Juan Ignacio Cánepa

La adquisición de la empresa iRobot, fabricante de la famosa aspiradora robot Roomba, por el gigante del comercio electrónico Amazon despertó la curiosidad del mundo tecnológico, pero también la de los expertos en seguridad y defensa. El acuerdo se anunció a principios de agosto pasado y supuso un desembolso de 1700 millones de dólares. ¿Cuál es el objetivo de la empresa de Jeff Bezos con esta operación? ¿Por qué expandir su participación del segmento “hogar” a través de un producto de estas características? ¿Puede tener implicancias que van mucho más allá de lo doméstico e involucrar aspectos de seguridad internacional?

Con base en Massachusetts, iRobot es una de las pioneras en el desarrollo y comercialización de equipos autómatas. Si bien su producto más famoso es la aspiradora Roomba, la compañía también fue contratista del Pentágono, al que proveyó de robots de desactivación de minas antipersonales, y de la NASA, a la que le vendió dispositivos para exploración espacial.

En los últimos años, las aspiradoras robot fueron ampliando su mercado y, aunque no son el estándar del segmento, ya no es tan raro encontrarlas funcionando en hogares de clase media a nivel mundial. En ese marco, Roomba se posicionó como la opción preferida frente a los modelos fabricados en Asia. De todas formas, a pesar del panorama favorable, los ingresos de iRobot no estaban en su mejor momento: los últimos reportes trimestrales registraban una caída del 30%, principalmente por reducciones de pedidos y demoras. Además, la compañía anunció que iba a despedir a un 10% de su fuerza laboral. Entonces, ¿por qué Amazon decidió realizar una apuesta tan fuerte?

La jugada no puede dejar de leerse desde la perspectiva de la profundización del desarrollo de la internet de las cosas (IoT, por su sigla en inglés), o sea, la conectividad y el procesamiento de datos entre diferentes dispositivos sin la intervención del hombre. Sucede que las Roomba, valga la analogía, son grandes aspiradoras de datos. Tal como describe Manuel Pascual, periodista de la sección “Tecnología” del periódico español El País, estos dispositivos “cuentan con sensores ópticos, infrarrojos y de presión, entre otros, que les permiten sortear obstáculos y limpiar las estancias seleccionadas”.

Además, el último modelo, la j7, tiene una cámara frontal que saca fotos de lo que se encuentra a su paso y que, con la ayuda de algoritmos de inteligencia artificial, ya catalogó a más de 43 millones de objetos. Sus movimientos en los hogares están basados en detallados mapas que trazan sobre la vivienda y que actualizan con cada expedición que hacen.

Todo esto es información de primera mano, sin ser mediada por los habitantes del hogar, y tiene un altísimo valor en el ecosistema de dispositivos de IoT. En una entrevista de 2018, también con El País, Colin Angle, CEO de iRobot, ya daba un ejemplo que hoy se resignifica con la adquisición de su empresa por el gigante del comercio electrónico: “Cuando yo le digo a Alexa [el asistente virtual desarrollado por Amazon]: ‘Ve a la cocina y tráeme una cerveza’, Alexa lo entiende, pero no sabe lo que es una cocina. Alexa necesita saber qué es una cocina, qué es un dormitorio. Esta organización de la información espacial es lo que falta para convertir los hogares en inteligentes”. Con los datos de Roomba, o de cualquier otra aspiradora o dispositivo que merodee por la casa de manera autómata, ahora Alexa “sabe” cómo es esa cocina, dónde está exactamente y de qué manera fue cambiando a través del tiempo.

Pero no solo eso. Manuel Pascual enumera una serie de metadatos, que también pueden obtener los dispositivos hogareños, que se convierten en información valiosísima: “Roomba puede estimar tu nivel de renta (sabe el tamaño de tu vivienda y en qué barrio se ubica), cuántos hijos tienes y de qué edades (por el tipo de obstáculos con los que se encuentra), cuánto tiempo pasas en casa, si teletrabajas o no, si ves la tele, dónde tienes el sofá y si lo has cambiado recientemente, si te gusta cocinar, si tienes mascotas, si eres ordenado o no y hasta tus hábitos de sueño: todo a partir de la topografía de la casa y de los objetos con los que tropieza, no de suposiciones más o menos elaboradas a partir de tus likes o historial de búsquedas”. Toda esta información es oro para las empresas que se dedican a vender todo tipo de productos.

EL LADO “B” DE LA TECNOLOGÍA

Todo indica que este tipo de desarrollos va a ser la norma, y no la excepción. Esta nueva realidad plantea nuevos desafíos, no solo para la privacidad de los usuarios y sus datos, sino también para la seguridad, y hasta para la defensa nacional. ¿Qué pasaría si estos datos terminaran en otras manos? ¿Cómo se podrían utilizar? Pensemos: para regímenes autoritarios, estos datos tienen un valor incalculable para mantener un férreo control de su población al saber no solo dónde viven, sino también cómo lo hacen, sus hábitos de consumos y sociabilidad. Para delincuentes informáticos, son la llave de entrada para adueñarse de los procesos más básicos de la vida cotidiana, secuestrarlos y pedir rescate por destrabarlos; o vender esos datos al mejor postor. Y para organizaciones terroristas o criminales de diferente tipo, ¿qué mejor que tener el mapa al detalle de la vivienda y de las rutinas diarias de un objetivo a eliminar?

Desde ya, empresas de la magnitud de Amazon tienen estrictos protocolos para la seguridad de sus datos, pero siempre hay puertas traseras y filtraciones. Y ni qué hablar si la tecnología viene de una empresa ligada a un régimen autoritario, como siempre se sospecha de las firmas tecnológicas chinas.

EL PELIGRO DE LA CONCENTRACIÓN

Por lo pronto, la adquisición encendió las alarmas de algunos organismos antimonopolio, como la Comisión Federal de Comercio de los EE. UU., que en septiembre abrió una investigación por lo que implicaba la ventaja que podría obtener Amazon al cruzar los datos obtenidos por sus distintos dispositivos y los de su plataforma de venta. Al frente de la Comisión está Lina Khan, una académica enfrentada a las grandes empresas tecnológicas que ganó renombre por un trabajo en el que, tomando a Amazon como estudio de caso, argumentaba cómo aplicar las viejas leyes antimonopolio de forma efectiva contra las big tech.

Pero no fueron los únicos: al cierre del año, Foxglove Legal, una organización sin fines de lucro con sede en Londres, hizo una presentación en la que cuestionó la adquisición de iRobot ante la Autoridad de Mercados y Competencia del Reino Unido. Los planteos de Foxglove Legal al resguardo de la información no son improvisados: ya se han enfrentado a gigantes, como Facebook y Palantir Technologies. Puntualmente, la ONG acusa a Amazon de usar injustamente su dominio para aplastar a sus rivales en el mundo de los productos de consumo para el hogar. Cabe señalar que la aspiradora Roomba es solo la última adquisición de la empresa de Bezos en los dispositivos inteligentes para el hogar. Desde hace algunos años, Amazon fue acumulando distintos dispositivos, como el mencionado asistente Alexa, los altavoces y micrófonos Echo, los videoporteros Ring Doorbells y pantallas inteligentes, entre otros.

Este tipo de disyuntivas, en las que se cruza tecnología, comercio, ética y seguridad, van a ser cada vez más usuales en el segundo cuarto del siglo XXI. Series y películas distópicas ya lo advirtieron, pero ahora son una realidad. No podemos adivinar cómo resultará, pero sí estar atentos a sus posibles impactos en la vida de todos.