Sudamérica ocupa hoy un lugar menor en la agenda de la política exterior de EE. UU. La región ha perdido la importancia que supo tener en el pasado y difícilmente recupere ese rol estratégico en el futuro cercano. Por Lautaro Nahuel Rubbi y Bruna Barlaro Rovati

A 100 días de la llegada de Joe Biden al poder en EE.UU., frente a un entorno doméstico convulsionado, su gestión muestra que la prioridad siempre está en los asuntos domésticos. El manejo de la pandemia de COVID-19 y la economía fueron los grandes temas urgentes que tuvo que abordar. En política exterior, buscó reinsertarse en aquellos espacios que su predecesor Donald Trump había dejado de lado, a la vez que intentó retomar lazos con sus aliados tradicionales.

Sin embargo, la relación del nuevo inquilino de la Casa Blanca con el continente americano ha sido, por el momento, escasa. El hincapié estuvo en puesto en México y Centroamérica y centrado, principalmente, en la cuestión migratoria. El resto de la región, especialmente los países de Sudamérica prácticamente no ha figurado en su agenda, siendo su irrelevancia estratégica actual parte importante de la explicación.

El valor estratégico alude a la posesión de un determinado activo o el involucramiento en cierta situación, que torna a un determinado país relevante para los intereses de una potencia. Esta condición fluctuante, intersubjetiva y relativa a determinados momentos históricos, influye sobre los márgenes de maniobra de los más débiles en sus relaciones con los más fuertes y en el nivel de atención que estos les asignan.

LA PÉRDIDA DE INTERÉS EN SUDAMÉRICA

Desde esta perspectiva, en los primeros años del siglo XXI, la percepción de Washington sobre varios países de Sudamérica denotaba un relativo interés en la región. Con Venezuela, más allá de las controversias políticas, tenía amplias relaciones comerciales por ser una de sus principales fuentes de hidrocarburos. Con Colombia mantenía un fuerte compromiso político para desarticular el conflicto interno que amenazaba la seguridad de su propia sociedad civil. Brasil, por su parte, era percibido con facultades suficientes como para delegarle un papel de guardián y mediador de disputas en la región.

El hincapié del gobierno de EE. UU. estuvo en puesto en México y Centroamérica y centrado, principalmente, en la cuestión migratoria. Foto: AFP.
El hincapié del gobierno de EE. UU. estuvo en puesto en México y Centroamérica y centrado, principalmente, en la cuestión migratoria. Foto: AFP.

Además, el apoyo social a distintos gobiernos regionales que exhibían tintes variables de retórica antiestadounidense en la región, resultaba, como mínimo, un foco de atención. Las visitas y declaraciones de altos funcionarios y los tratados de comercio e inversión fueron evidencia de que la región, para bien o para mal, simplemente no podía ser desatendida.

El escenario hoy es diferente. EE. UU. ha consolidado una incipiente autosuficiencia energética, además de priorizar a otros socios en el sector energético. El conflicto armado de Colombia, relegado como amenaza, ya no representa una prioridad en su agenda. Brasil, por su parte, naufraga desde hace años entre los escándalos políticos y el deficiente manejo de la pandemia, relegando, al menos por el momento, su eventual capacidad de liderazgo subregional. Finalmente, en términos políticos, Sudamérica presenta un mosaico diverso y complejo, aunque caracterizado en la mayoría de los casos por escasos niveles de apoyo social a los gobiernos. Las voces que hace algunos años gritaban con vehemencia contra el imperialismo yankee hoy encuentran menos orejas dispuestas a escuchar.

¿CONDENADOS A LA INDIFERENCIA DE WASHINGTON?

Por el momento, puede decirse que la región no sólo no cuenta con activos de relevancia estratégica, sino que tampoco representa una amenaza en términos de seguridad o, siquiera, de un discurso político alternativo lo suficientemente popular como para despertar reacciones en Washington. Así, la irrelevancia de la región de la agenda de Biden en sus primeros meses resulta lógica. Los amigos, los enemigos, los activos, las preocupaciones y las amenazas simplemente están en otras latitudes. Sea esto positivo o negativo según el intérprete, por el momento no deberíamos esperar demasiado del nuevo vecino que, por ahora, mira desde su ventana hacia otros patios.

Frente al ascenso de China y considerando que el subcontinente sudamericano es relevante para robustecer su posición y su provisión de recursos, no extrañaría que en los próximos años EE. UU. busque consolidar nuevamente relaciones con su geografía más cercana para disputar zonas de influencia. No obstante, y mientras tanto, Sudamérica seguirá condenada a la irrelevancia. Aprovechar o renegar de la situación queda ya en otras manos.

Los autores son docentes de la Licenciatura en Gobierno y Relaciones Internacionales de la Universidad Argentina de la Empresa (UADE). 

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