Una cultura del uso racional del recurso y el desarrollo de tecnologías de punta han convertido a Israel en un modelo para el mundo. ¿Cuáles son los secretos de un país que tiene más del 60 % de su superficie desértica? ¿Es replicable en Argentina?
Por Mariano Roca
Al momento de su fundación, en 1948, el Estado de Israel afrontaba grandes desafíos de seguridad, con sus vecinos árabes al acecho y un clima hostil en toda la región. Sin embargo, había un problema aún más urgente, del que dependía la subsistencia de su población: la falta de agua. El país cuenta con un solo lago natural de agua dulce, el mar de Galilea -también conocido como lago de Tiberíades– y su terreno es predominantemente desértico. El reto era hacer un uso racional del recurso y desarrollar tecnología innovadora para abastecer a los hogares e irrigar los cultivos.
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Israel supo crear en su población una cultura de la escasez, basada en la premisa que “cada gota cuenta”. Para brindar los incentivos adecuados, la compañía pública Mekorot se encargaría de medir todo tipo de consumo. Esta herramienta de gestión permite hasta el día de hoy al Estado determinar la disponibilidad del recurso hídrico en cada región del país, asignar cuotas de uso y definir las prioridades de abastecimiento.

ISRAEL: UN DESIERTO CONVERTIDO EN OASIS
La arteria principal del sistema hídrico israelí es el Acueducto Nacional, inaugurado en 1964 y convertido en una de las mayores obras de ingeniería del país. Una década antes, Mekorot había comenzado a desviar las aguas del río Jordán desde el lago Tiberiades hacia el desierto del Néguev. Hoy, esa gran red de canales abiertos, reservorios, túneles, represas y estaciones de bombeo permite transportar el agua desde el norte y centro del país hasta el sur semidesértico.
En 1969 se fundó la Universidad Ben Gurión del Néguev, con sede en Beersheva, que tiene como uno de sus pilares el estudio de soluciones para la gestión del agua y la irrigación de los cultivos. En su interior funciona el Instituto Jacob Blaustein de Investigaciones sobre el Desierto, donde se desarrollan desde cultivos tolerantes a la sequía hasta la cría de peces en ese contexto árido. Actualmente, de allí proviene más del 50% del suministro de pescado israelí.

DESALINIZACIÓN, UNA TECNOLOGÍA REVOLUCIONARIA
También durante la década del 60 comenzó a desarrollarse la desalinización de agua de mar a gran escala. “Cuando se inició la reforma del sector hídrico, se definió que solo se recurriría a este tipo de tecnología cuando las pérdidas de la red hídrica se ubicaran por debajo del 15%”, afirmó, en diálogo con DEF, Diego Berger, coordinador de proyectos internacionales de Mekorot. Hoy, aclaró, esas pérdidas se ubican por debajo del 10%.
Actualmente existen cinco plantas desalinizadoras, que están ubicadas en las localidades de Ashkelon, Palmachim, Hadera, Sorek y Ashdod. Se encuentra en proceso de construcción una sexta planta en la región de Galilea occidental. “La desalinización permite a Israel mantener una producción estable de agua independientemente del nivel de las precipitaciones”, señaló, por su parte, el ingeniero argentino Pedro Berliner, exdirector y hoy investigador del Instituto Jacob Blaustein.

Otra de las revoluciones israelíes es la canalización de agua desalinizada hacia el mar de Galilea. El objetivo del proyecto, lanzado en diciembre del año pasado, es mantener el nivel de ese lago de agua dulce durante los años de sequía. Se trata, tal como señaló el director de la Autoridad del Agua israelí, Yehezkel Lifshitz, de contar con un “colchón estratégico” que permita regular el caudal de ese lago.
¿ES VIABLE EL MODELO HÍDRICO ISRAELÍ PARA ARGENTINA?
En Argentina, si bien la superficie es mucho mayor y las posibilidades técnicas no son las mismas que en Israel, es posible tomar algunas de las herramientas de gestión que se aplican allí. Una de las claves, según coinciden los expertos, es desalentar la “cultura del derroche”. “Si se utiliza mal el recurso, se puede producir una sobreexplotación de los acuíferos”, manifestó Diego Berger, quien defendió el modelo de “bien público”, siempre aclarando que “la contracara es la obligación de su uso responsable”.

“Nada es gratis; la tarifa del agua debe ser justa y el más interesado en que así sea debe ser el consumidor”, añadió el funcionario de Mekorot. También apuntó a la autofinanciación del sector “para incentivar su eficiencia”. En ese sentido, dio un ejemplo de las plantas de desalinización en Israel: “Por cada centavo que ellas logran reducir en su costo de financiamiento, la mitad va para la empresa y la otra mitad es destinada por el Estado para reducir la tarifa del agua”.

En abril de 2021, un grupo de gobernadores viajó a Israel junto al ministro del Interior, Eduardo De Pedro, para conocer la experiencia de ese país. A partir de esa gira, se concretó una serie de convenios entre distintas provincias argentinas y la empresa pública israelí Mekorot. Ellos incluyen acuerdos de asistencia técnica para el diseño de Planes Maestros Hídricos en San Juan, Mendoza, Catamarca, La Rioja y Río Negro. Por su parte, Formosa y Santa Cruz suscribieron otro tipo de convenios de asesoramiento técnico.
El objetivo es evitar las pérdidas del sistema y los derroches, en un país como Argentina en el que el 60 % de su territorio sufre situaciones de déficit hídrico.