A los 37 años, el docente que revolucionó la forma de enseñar Matemáticas y Física en una aldea de Kenia recibió el Global Teacher Prize –galardón considerado el “Nobel de la Educación”– que entrega la Fundación Varkey desde 2014. Tras su paso por Argentina, comparte sus impresiones acerca de nuestro país, cuenta de qué manera potencia a sus estudiantes y revela el secreto de su éxito.

Peter Tabichi pasó del anonimato a la popularidad en cuestión de segundos. Desde el 23 de marzo de 2019, fecha en que se anunció el nombre del ganador del Global Teacher Prize, el rostro del profesor de Matemáticas y Física, y hermano franciscano, que regala el 80 % de sus ingresos mensuales para ayudar a los pobres, copó las tapas de los diarios y las páginas web de Argentina y del mundo. Su dedicación y arduo trabajo lo hicieron merecedor del llamado “Nobel de la Educación” que, desde 2014, entrega la Fundación Varkey. “Este premio no celebra mi persona, sino mi tarea, mi rol como maestro. Es eso lo que aplaude esta distinción. Que yo esté aquí, dando esta entrevista, es consecuencia de mis alumnos y de muchos otros grandes maestros y sus logros”, dice Tabichi a DEF. Hace una pausa y agrega: “El hecho de ser maestro es una enorme responsabilidad. Si uno es consciente de eso, puede ayudar a los estudiantes a descubrir sus capacidades, lo cual es maravilloso”.
DE ÁFRICA AL MUNDO
En su gira por América Latina, Tabichi visitó Argentina en julio para contar cómo se convirtió en el mejor profesor del mundo a partir de su modelo educativo. Con una apretada agenda, el keniata recorrió el barrio Ejército de los Andes, conocido como “Fuerte Apache”; se reunió con el ministro de Educación de la Nación, Alejandro Finocchiaro; viajó al interior del país: estuvo con docentes de la provincia de Jujuy, recibió un reconocimiento como visitante destacado en Salta y dialogó con alumnos de un colegio secundario del barrio Apipé, en Corrientes. Pasó por Brasil, Chile y Colombia. De regreso a la ciudad de Buenos Aires, fue declarado huésped de honor. El broche de oro fue su visita a la Quinta de Olivos, donde lo recibió la primera dama, Juliana Awada.
“Me llevo una impresión positiva de Argentina y de América Latina en general. Han sido muy generosos y hospitalarios conmigo”, aseguró Tabichi. En su recorrido lo acompañó Agustín Porres, director regional de la Fundación Varkey, la organización mundial encargada de elegir al mejor maestro del mundo. “En la Fundación Varkey, creemos que cada niño merece un ambiente de aprendizaje vibrante y estimulante, que despierte y apoye plenamente su potencial. Para alcanzar este objetivo, no hay nada más importante que la pasión y la calidad de los maestros. Por eso, creamos el Global Teacher Prize (Premio Global de la Enseñanza): para poner de relieve el extraordinario trabajo que llevan a cabo los profesores en todo el mundo y fomentar el debate sobre la educación y la situación de los docentes a nivel global”, explica Porres.
“En Argentina, han sido muy generosos y hospitalarios conmigo. He recorrido diferentes barrios con realidades muy duras, donde vi a toda la comunidad y a sus maestros trabajando juntos, esforzándose por objetivos comunes y con resultados que podrían ser esperanzadores”.
Desde su lanzamiento en 2015, muchos maestros argentinos quedaron seleccionados para el Global Teacher Prize. ¿Los más recientes? María Cristina Gómez, docente de Historia, Formación Ética, Ciudadanía y Sociología en la Escuela N.º 572 El Ceibo y Santa Margarita N.º 8185 Rosario, Santa Fe, y Martin Salvetti, jefe de Área de Automotores y responsable de Formación Profesional para Adultos en la EEST N.º 5 “2 de abril”, de Temperley. En la edición de 2018, fueron elegidos Germán Alberto Soto, profesor de Dibujo Técnico de la Escuela Técnica “Fray Luis Beltrán” y Silvana Andrea Carnicero Sanguinetti, profesora de inglés y especialista en entornos de aprendizaje virtual de la Escuela Técnica N.º 33 de Buenos Aires. Silvana Corso, docente de Historia en el E.E.M. N.º 1 D.E.14 “Federico García Lorca” de Buenos Aires, fue seleccionada para la edición de 2017; y Graciana Mabel Goicoechandia, maestra de la Escuela Dante Alighieri, de Las Flores, e Inés Bulacio, maestra del Hospital Ricardo Gutiérrez, para la edición de 2016.
ALGUNOS HÉROES NO USAN CAPA NI TIENEN SUPERPODERES
La historia de Peter Tabichi conmueve y, al mismo tiempo, es un ejemplo de vida. A los once años, se quedó sin madre y fue criado por su padre, Lawrence Tabichi, un profesor de primaria que, sin dudas, fue su referente. “En mi familia, hemos atravesado muchos desafíos. El primero fue caminar ocho kilómetros para asistir a clases, sin zapatos y, a pesar de esto, pude tener una buena educación. La educación es la herramienta más poderosa para romper el círculo de la pobreza”, afirma el keniata que estudió en la Universidad de Egerton.

Comenzó como docente en un colegio privado, pero en 2015, su carrera dio un vuelco y empezó a dar clases en la Escuela Secundaria Keriko en la villa de Pwani, Kenia, donde el 95 % de los estudiantes provienen de contextos vulnerables. “Todos los días mis alumnos se enfrentan a tremendos desafíos. Muchos son huérfanos que han crecido en la pobreza, otros vienen a la escuela con la panza vacía, sus vidas se vuelven aún más difíciles por los estragos de la sequía y el cambio climático. Pero con una buena educación, podrán tener esperanza sobre el futuro y obtener las herramientas necesarias para enfrentar los verdaderos desafíos”, asegura Peter. A pesar de semejante panorama, desde que tomó su cargo, la matrícula de la institución se multiplicó: pasó de tener 200 alumnos a 480.
HUMILDAD, VOCACIÓN Y COMPROMISO
Como profesor de Física y Matemáticas, Tabichi amplió el Club de Ciencia de la escuela para que sus alumnos pudieran diseñar proyectos de investigación de calidad. Con su apoyo, los estudiantes presentaron, en la Feria de Ciencia e Ingeniería de Kenia de 2018, un dispositivo que inventaron para que las personas ciegas y sordas pudieran medir objetos. “Esto permitió al colegio situarse a la cabeza de las escuelas públicas a nivel nacional”, explica Tabichi orgulloso. Un plus: el equipo logró clasificarse para participar en la Feria Internacional de Ciencia e Ingeniería INTEL 2019 en Arizona (EE. UU.), para la cual se están preparando en este momento.
A pesar de enseñar en una escuela con una sola computadora de escritorio y con conexión intermitente, Peter utiliza las TIC (tecnologías de la información y de la comunicación) en el 80 % de sus lecciones para atraer a los estudiantes y almacenar en línea el contenido que usa en clase. “Puedo llegar a tener entre 60 y 80 alumnos en cada aula. Con el resto de los maestros, desarrollamos muchas y variadas tareas. Hay que ser creativos para responder a todos estos desafíos y para ayudar a nuestros alumnos que llegan enojados y emocionalmente molestos. Lo primero: darles de comer para combatir el hambre”, explica Tabichi que potenció el rendimiento de sus alumnos. En 2017, solo 16 de los 59 estudiantes ingresaron a la universidad; mientras que en 2018, fueron 26 los que asistieron.
“A nivel mundial, uno de los desafíos más grandes es acortar la brecha entre los que tienen acceso a la educación y los que no la tienen”.
La labor del keniata excede los límites escolares, ya que también enseña a los estudiantes métodos alternativos de cultivo para abordar la inseguridad alimentaria en la región, donde la hambruna es habitual. Y como si todo esto fuera poco, ha impulsado la creación de un Club de la Paz, que anima a los jóvenes a debatir y plantar árboles juntos, con el objetivo de asegurar la convivencia entre los más de siete grupos étnicos presentes en la escuela. Por todo esto, se hizo merecedor del Global Teacher Prize que, además del galardón, viene acompañado de una donación de un millón de dólares. Sin sorpresas, Tabichi ya anunció que lo pondrá al servicio de su escuela y de la profesión. “Como religioso, no voy a usar el dinero del premio para mí, sino que quiero empoderar a la sociedad y, en primer lugar, al colegio donde trabajo”, dijo.
-La mayoría de sus alumnos provienen de contextos vulnerables. ¿Cuál es su secreto para motivarlos y alentarlos?
-Acercarme y estar muy atento a sus propias capacidades. Si los que estamos cerca de ellos no confiamos, ¿quién lo hará? Cada uno de los estudiantes, vivan donde vivan, vengan de donde vengan, tiene algo valioso para ofrecerle a su comunidad. Nuestro trabajo como maestros es ayudarlos a descubrir ese talento que, además, es algo que la comunidad necesita y no puede darse el lujo de quedar oculto.
-¿Cómo le muestra confianza a los estudiantes?
-Reconociéndolos, lo cual implica conocerlos una y otra vez. He llevado a mis alumnos a que presenten sus proyectos a lugares donde nadie creía que podían triunfar, y los resultados fueron maravillosos. Es una enorme inyección de confianza en ellos mismos.
-En Argentina, como en otros países, muchos jóvenes abandonan la escuela debido a la adicción, la discriminación, los embarazos adolescentes y la falta de acceso a servicios de salud. ¿Hay una solución para eso?
-Claro que la hay. En muchas escuelas que he conocido lo están trabajando muy bien. La educación es la herramienta más poderosa que, acompañada de otras estrategias, puede ir rompiendo el círculo de la pobreza. He visto vidas transformadas gracias a la educación. Yo mismo provengo de una familia pobre, y la educación me dio una posibilidad. Necesitamos educación y, sobre todo, educar a la sociedad. Estoy seguro de que cuando tengamos una buena educación podremos enfrentar los problemas de la sociedad actual. A los que están en barrios complejos puedo decirles que en todos los lugares en los que faltan recursos siempre hay un lugar, una oportunidad. Quiero decir: detrás de los desafíos, hay grandes oportunidades.
-¿Cuáles son los principales retos educativos de Argentina en comparación con los de Kenia?
-A pesar de las distintas circunstancias, en muchas regiones del mundo, tenemos desafíos similares. Uno de los más grandes es acortar la brecha entre los que tienen acceso a la educación y los que no la tienen. En este último caso, hay que asegurar que los estudiantes que accedan tengan educación de calidad y motivadora. Soy maestro en un colegio secundario donde, a diario, enfrento el desafío de mantener a los jóvenes en la escuela, descubriendo juntos el sentido de permanecer allí.
-En nuestro país, el salario docente es muy bajo. ¿Por qué cree que la profesión está tan devaluada en ese sentido?
-Una de las razones podría ser por la poca valoración que la sociedad tiene de los maestros. Este premio no solo me ha colocado en un lugar de prestigio que, habitualmente, los maestros no tienen, sino que además me da una excelente oportunidad. Si creemos que la educación es el camino, tenemos que apoyar a los docentes, no solo a los ministros. Los docentes no podemos hacer el trabajo solos. Toda la comunidad tiene que estar involucrada.
-Después de quince días acá, ¿qué impresión se lleva?
-Aunque no he llegado a conocerla a fondo, me llevo una impresión positiva de Argentina y de América Latina en general. En Argentina, han sido muy generosos y hospitalarios conmigo: he probado el mate y voy a llevar varios para mi comunidad junto con algunas pelotas de fútbol, ponchos y alfajores. El tiempo que estuve aquí, he recorrido diferentes barrios con realidades muy duras, donde vi a toda la comunidad y a sus maestros trabajando juntos, esforzándose por objetivos comunes y con resultados que podrían ser esperanzadores.