El general argentino Javier Pérez Aquino estuvo a cargo de la misión de paz que monitoreó el abandono de las armas por parte de las FARC en Colombia. En diálogo con DEF, se explicó  las tareas realizadas y detalló la convivencia y colaboración entre antiguos enemigos.
En el año 2016, a raíz de un pedido conjunto del Gobierno de Colombia y de las FARC-EP, se constituyó una misión de paz de Naciones Unidas, integrada por observadores internacionales encargados de verificar el cese de fuego y de las hostilidades. De esa manera, las partes dieron por finalizado un conflicto que duró más de 50 años, produjo 250.000 muertos, 40.000 desaparecidos y seis millones de desplazados internos, según datos del Ministerio de Defensa de dicho país.

En aquel momento, más de 19 países, entre ellos la Argentina, pusieron a disposición de la ONU a los integrantes de sus Fuerzas Armadas y de Seguridad. Así, se pudo conformar la misión que coordina un mecanismo tripartito (Gobierno de Colombia, FARC-EP y ONU) que monitorea el cese de fuego y de hostilidades, bilaterales y definitivos. El mecanismo tiene además el rol de supervisar el respeto de los derechos humanos, la atención médica, el abastecimiento de alimentos y de medicamentos, de alojamiento y de comunicaciones a la guerrilla por parte del gobierno. Por otro lado, son los observadores de la ONU los responsables de recibir el armamento que dejarán las FARC-EP y de verificar su destrucción.

A cargo de esta primera misión se eligió a un general argentino, Javier Pérez Aquino. DEF pudo dialogar con él acerca del trabajo realizado, los objetivos, sus expectativas y trayectoria.

¿Qué representa el fin de este conflicto?

Esta guerra duró 53 años y se llevó más de 7 millones de víctimas, miles de muertos, además de desaparecidos, desplazados y secuestrados. Fue una guerra muy sangrienta, muy difícil de dimensionar.

Gracias a Dios, desde el 2012, comenzaron las conversaciones en La Habana. El año pasado se firmó el acuerdo con varios avatares, algunos cambios en el medio una firma, después un plebiscito que salió negativo. Luego se hicieron cambios en el acuerdo y se refrendó con el Congreso. Finalmente, el 24 de noviembre se firmó nuevamente el acuerdo en Bogotá. El proceso de paz empezó el 1 de diciembre.

Se solicitó a la ONU que verificara este acuerdo entre las FARC y el gobierno de Colombia. Nuestra misión es verificar el acuerdo firmado por las FARC y el gobierno. Debíamos supervisar el cese de fuego, hostilidades y también el abandono de las armas. En ese interin solucionar controversias y problemas.

Cuando el Consejo de Seguridad autorizó la misión, sucedieron dos cosas inéditas, por un lado se firmó un mandato autorizando la misión antes de que se firmara el acuerdo, para eso desplegamos observadores antes de la firma y teníamos que estar listos para empezar a verificar, aunque fuera con lo mínimo, después de la firma. Eso fue una exigencia muy grande.

El otro aspecto inédito es que se trata de un mecanismo tripartito. Nunca se llevó adelante una misión de paz donde estuvieran involucradas las dos partes del conflicto y además Naciones Unidas. Existió algo similar en Nepal hace varios años, pero a nivel nacional. Para que se dimensione, hay una carpa donde viven integrantes de las FARC, del mecanismo, a metros, un capitán colombiano que hacía un par de meses había estado combatiendo contra ellos y, a metros más, un mayor argentino que fue a participar de la misión de paz.

¿Fue fácil de lograr esa convivencia?

Antes del acuerdo hubo un hecho que creo fue clave: la capacitación. Estuvimos en una casa de retiro las tres partes que participábamos del nivel nacional y regional.

Al principio parecía todo muy tenso pero, después de siete días conviviendo bajo el mismo techo, fue mucho más fácil de lo que uno pensaba. En ese contexto, cabe destacar que es un trabajo enorme crear todo esto. Es muy difícil crear una misión, hay que poner pautas, reglas, todo de cero con un organismo que nunca se había creado. Fue un esfuerzo enorme y destaco la gran capacidad de adaptación de todas las partes intervinientes. Fue una experiencia única.

¿Cómo fue el proceso de preparación previa a la misión?

Desde el 2012 ellos se reúnen en La Habana. En enero de 2016 hicieron el pedido formal a la ONU para que participara, pidieron este mecanismo y estuvieron planificando cómo hacerlo. La única forma de llevar adelante esto es con una buena capacitación y una muy buena selección de la gente, fundamentalmente. Por ejemplo, en el gobierno de Colombia se trató de elegir gente que no tuviera hechos dudosos, por un lado, y que tampoco tuvieran familiares victimas del conflicto ni que hubieran vivido hechos traumáticos, como por ejemplo, que le hubieran matado un compañero al lado de él. Ha habido tantos casos. Creo que la capacitación y la selección han sido la clave.

EN EL TERRENO

¿Desde qué momento se encuentra usted abocado a la misión?

Inicialmente yo participé de las conversaciones en La Habana como integrante de ONU. Al principio no estuve instalado en Bogotá, sino que iba muy seguido a La Habana para tratar de asesorar para la formación de este mecanismo.

¿Cómo está integrada la misión?

Nosotros contamos 450 observadores militares y policiales de distintos países. Prácticamente todos son de Latinoamérica, excepto países limítrofes, y hay algunos de países europeos como Gran Bretaña, Noruega, Suecia, Rusia, España y Portugal. Se les sumaron 60 civiles, voluntarios de ONU, y algunos miembros permanentes de Naciones Unidas.

De los 450 observadores, en este momento somos 93 argentinos. Siempre estamos alrededor de un poco más del 20 %, eso mostró el liderazgo de Argentina en esta misión y el compromiso del gobierno de Argentina con este proceso de paz. Este compromiso fue muy grande, no solo por mi puesto y los puestos claves que ocuparon los argentinos en la misión.

De los 93 argentinos, 12 son de Gendarmería y 81 de las Fuerzas Armadas. De esos 81, 43 son de Ejército, 27 de la Armada y 11 de la Fuerza Aérea. Eso ha ido variando en otros momentos.

¿Cómo fue el proceso de selección de esa cantidad de personas?

Es un esfuerzo muy grande desde todo punto de vista, tanto logístico como financiero. Pero creo que vale la pena porque es la demostración del compromiso con la paz, desde el punto de vista político, y la experiencia que uno toma de acá es enorme.

¿Cuáles fueron las etapas de la misión?

Primero fue una etapa en la que participé junto a otro grupo de Naciones Unidas asesorando en la organización y en la creación del acuerdo y los protocolos que determinaron cómo se iba a desarrollar la misión. Después vino la etapa de preparación, uno no sabía cómo iba a ser una organización tripartita.

La tercera etapa fue la ejecución de un proceso. Al principio tuvimos enormes problemas logísticos porque la decisión política fue empezar inmediatamente, todas las contrataciones y el esfuerzo logístico fue muy grande. Fue increíble el esfuerzo de todos los observadores de desplegarse en lugares aislados, en el medio de la nada, con mínimas comodidades y comunicaciones. Fue un compromiso fantástico el de los observadores. Luego, lentamente, fuimos mejorando.

¿Cuáles eran las tareas?

Verificamos el cese del fuego. Fue un esfuerzo logístico y de seguridad impresionante. Imaginate que las FARC de todo Colombia tenían que reunirse en 26 lugares, a muchos de esos lugares se accede por río. Entonces, se requerían embarcaciones, camiones, camionetas, la gente iba con todo el armamento y la munición. Fue increíble.

Las FARC no podían salir de una zona determinada y la Fuerza pública tampoco podía entrar; nosotros estábamos ahí cerca para monitorear que eso se cumpliera. Una cosa que también destaco es que no solo fue el cese del fuego, sino también de las hostilidades. Históricamente siempre se acusó, tanto a la Fuerza Pública como a las FARC de ejercer hostilidades en la población civil. Entonces esto también es una misión de derechos humanos.

Además nos dieron otras tareas. Cuando llegamos el gobierno se comprometió en darle la logística a las FARC, tanto en salud, comida y construcción de campamentos, entonces, también teníamos que controlar eso.

¿Cómo fue la entrega de armas?

En Colombia se la conoció como la “dejación” de las armas. Cuando entraron las FARC al campamento, lo hicieron con armas. Ahí fue el primer trabajo, les pusimos un sticker con un código de barras a cada una. Monitoreamos que esas armas se mantuvieran ahí. Después, sobre la base de una línea de tiempo, empezaron a entregar esas armas en forma progresiva.

Luego continuó otro trabajo que seguimos haciendo hasta el 15 de septiembre: ir a las caletas. Creo que fue el trabajo de mayor esfuerzo y de mayor peligrosidad. Son depósitos escondidos de armas, explosivos y municiones, la mayoría están en lugares que no están a la vista, en medio de la montaña y de la selva. Las armas las llevamos a la sede, y los explosivos y las municiones los destruimos en el mismo lugar. Son explosivos inestables que están enterrados hace más de cinco o diez años. La gente ha trabajado de forma muy profesional y no hemos tenido inconvenientes.

Entre otros peligros a tener en cuenta, si bien se logró la paz con las FARC, hay otras bandas criminales muy peligrosas. Está el Ejército de Liberación Nacional (ELN), como el elemento más complicado y peligroso, pero después hay otros en todo Colombia.

¿Tuvieron algún inconveniente?

Desgraciadamente hubo incidentes con minas, un soldado falleció y otro tuvo que ser amputado. Ellos no estaban con nosotros en la patrulla, pero estaban dando seguridad en una zona alrededor de la caleta y tuvieron este accidente.

Luego sufrimos una emboscada, con ametralladoras y fusiles. No sabemos por parte de quién, puede haber sido el ELN o disidencias de las FARC. Fue más para asustar que otra cosa, y lo consiguieron.

Luego del 15 de septiembre, extraímos el armamento hasta Bogotá y lo empezamos a inhabilitar. Una vez finalizado este paso, se completa la misión.

UNA MISIÓN PARTICULAR

La geografía colombiana es muy compleja, ¿cómo es trabajar en ese terreno?

Es muy complejo, porque hay caminos en muy mal estado. Es todo selva, en muchos lugares no hay caminos, entonces hay que moverse en los ríos. Siempre está lloviendo, lo cual destruye más el camino. La meteorología también dificulta movernos en helicópteros, ya que una cosa es tener nubes y otra es tener nubes y montañas.

La capacidad de la Fuerza pública colombiana es admirable. Es realmente impresionante cómo se mueven en ese terreno y la capacidad que han tenido. Reconocido por las propias FARC. Desde el punto de vista profesional, las FARC respetan mucho al Ejército colombiano.

¿Participan muchas mujeres de la misión?

Fue un objetivo de Jean Arnault, jefe de la Misión de las Naciones Unidas en Colombia, el contar con la mayor cantidad de mujeres posible. Después, yo descubrí que, en esta misión, las mujeres fueron fundamentales.

Además, el 40 % de los participantes de las FARC que participaron del mecanismo fueron mujeres. De hecho, cerca del 25 o 30 % de las FARC fueron mujeres.

Muchísimas mujeres de las FARC, cuando empezó el proceso, quedaron embarazadas, y eso creó un ambiente muy propicio para la relación entre mujeres.

Una anécdota, fuimos a una caleta en un lugar en medio de la nada, nos quedamos a dormir ahí. Había una observadora chilena y una chica de las FARC. Dormíamos tirados en el piso y ellas terminaron durmiendo una al lado de la otra, charlando, conversando con gran cercanía. Eso es clave para un proceso de pacificación.

Hablando de igualdad de género, es impresionante la capacidad de las mujeres de las FARC. Son mujeres muy sacrificadas, muy fuertes. Son de mucho trabajo.

¿Cómo seguirá la misión?

Finalizó el 25 de septiembre. A partir de ahí, el día 26, empezó la misión de verificación, que es totalmente diferente porque va a constatar la reinserción de las  FARC en la vida civil. Van a verificar la seguridad de las FARC y de las comunidades que han sido afectadas por el conflicto. De nada sirve que hayan dejado las armas si después no se reinsertan a la sociedad civil. Esta misión tiene un enfoque civil más que militar.

ADN ARGENTINO

¿Qué representa para las fuerzas armadas argentinas participar de una misión como esta?

Desde el punto de vista político, es el compromiso del gobierno argentino con Colombia. Es una muestra de la vocación de paz que tiene Argentina. Desde el punto de vista de las FF. AA. es algo muy positivo porque se ha demostrado el prestigio que tienen y logran con la calidad del trabajo que hacen, reconocido por todos. Eso es un logro muy grande. Por ejemplo, ahora tenemos que dejar un mínimo de gente, porque ya termina nuestra misión y empieza otra. Pedimos a los jefes de región que elijan uno por cada sede local para que se quede; se suele elegir a quienes más capacitados están. Más de la mitad son argentinos, elegidos por otras nacionalidades. Realmente el desempeño de los argentinos en esta misión ha sido excelente.

Al mismo tiempo, nos llevamos –como decimos los militares– una mochila llena de experiencias únicas de este ámbito tan particular y tan cercano a nosotros como es Colombia. Siempre digo que el esfuerzo, la responsabilidad y las ganas que pusimos no hubieran sido lo mismo en otro continente. La verdad es que nos sentimos muy cercanos a los hermanos colombianos.

El trabajo real lo hacen los observadores en el terreno, son los que mas experiencias han tenido y los envidio.

¿Cómo fue el proceso para seleccionarlo a usted?

El Ejército me eligió para ir a competir para el puesto. Luego me propusieron al Estado Mayor Conjunto. En un principio, iba a venir como segundo de la misión y luego me eligieron para competir por el primer lugar, como jefe de observadores. Para ello, entrevistaron a generales de varios países. Me hicieron la entrevista por Skype, en inglés. Finalmente, se equivocaron y me eligieron. Para mí es una sorpresa que me hayan elegido. El jefe del Ejército me llamó para avisarme que había sido elegido y a los cuatro días ya estaba participando de las conversaciones en La Habana.

¿Considera que es importante para las FF. AA. participar de este tipo de misiones?

Como en todas las profesiones, uno aprende de poder ver cosas distintas. Hasta ve lo bueno y lo malo de nuestra preparación. Creo que es muy positivo para cualquier Fuerza Armada tener estas experiencias, porque uno aprende de los otros y se ve a uno mismo con distancia.

¿Qué representa para alguien de carrera militar el desafío de trabajar codo a codo con las FARC?

No solo para mí, para todos los observadores fue un gran desafío. Trabajamos hace un año y tres meses en la misma oficina con ellos sin ningún problema. Eso muestra mucho la capacidad de nuestros observadores, oficiales y suboficiales.

Los argentinos gozan de muy buena reputación en las misiones de la ONU. ¿Cuál es la clave?

La educación, la capacidad de adaptación y el respeto. Esa es la clave del éxito. Los observadores argentinos son muy profesionales, con una capacidad increíble para respetar a la gente. Uno lo ve en el trato diario. Son gente querible. Siempre describo el trato en mi oficina, los argentinos tratan con cariño y respeto a todos.