La primera conductora de ambulancias del SAME rompió prejuicios y abrió un camino por el que ya transitan otras mujeres. Por Susana Rigoz
Oriunda de Trenque Lauquen, madre de Agustina (5), Paola Garbalena vive en la ciudad de Buenos Aires desde los diez años, edad en la que su familia se trasladó a la Capital por cuestiones laborales. Terminada la escuela, entró a trabajar en una escribanía, fue ayudante de tesorería en una fábrica, chofer de combi escolar y empleada del Gobierno de la Ciudad.
Al SAME, ingresó en 2012 como radio operadora, función que desempeñó durante seis años. En 2018, se transformó en la primera conductora de ambulancias del servicio, que contaba hasta entonces con 588 choferes varones. En una entrevista, el doctor Alberto Crescenti, director general del SAME, dijo que una de las principales virtudes de ella es la tranquilidad. “El chofer de ambulancia no solo conduce, sino que está entrenado en el manejo de tabla, collar y férula para asistir en todo momento al médico, usar cardio desfibrilador, hacer masaje cardíaco; además de chofer, es un técnico. Paola reúne todas esas condiciones”, destacó Crescenti.
“En un primer momento sentí una gran incertidumbre porque representaba un desafío enorme”, recuerda Garbalena. “Hoy, es un gran orgullo saber que sumé un granito de arena respecto de la igualdad de género y que marqué un antes y un después en mi profesión”.
-¿Es complejo el trabajo de radio operadora de emergencias?
-Es un trabajo intenso para el que hay que prepararse. La capacitación inicial se basa en aprender a preguntar a la persona que llama para conseguir la información básica que permita categorizar el auxilio según su nivel de urgencia. Anualmente, realizamos varios cursos: primeros auxilios, para brindar pautas a seguir hasta que llegue la ambulancia; triage, para saber clasificar a los pacientes ante emergencias; también estudiamos la parte legal, para cubrir ciertos aspectos de nuestro trabajo: las demoras, lo que hay que dejar por escrito, etc. También realizamos cursos de preparto y parto, de RCP básico y avanzado.
El objetivo siempre es estar capacitado para brindar la mejor respuesta en una situación crítica. Hay que aprender a manejar la adrenalina, porque es necesario contener a la gente cuando necesita ayuda en los casos de emergencia.
-¿En qué consiste la capacitación de los conductores de ambulancias?
-En un primer momento, se sale con un chofer experimentado para comprobar las condiciones de manejo y de reacción frente a las situaciones propias de la emergencia. Antes hablaba de la adrenalina para contener a la gente a través del teléfono, eso se multiplica en la experiencia directa de la calle. Pero la preparación abarca mucho más, porque el conductor es asistente del médico. En la ambulancia, somos dos contra el mundo. En un accidente, por ejemplo, es necesario saber inmovilizar al paciente para que llegue en las mejores condiciones, o en el caso de un paro cardíaco, es indispensable el trabajo de ambos, ya que mientras el ayudante hace compresiones, el médico tiene que abrir la vía para pasar la medicación y entubarlo. Es complejo y la verdad es que hasta que no tuve mi primera experiencia no supe lo desgastante que era y la energía que implica un momento así.
-¿Cómo resultó esa primera experiencia?
-No lo logramos.
-El personal de salud se prepara especialmente para esta tarea, pero en tu caso es distinto. ¿Lograste acostumbrarte?
-Uno se va curtiendo. Cuando se responde a una emergencia, no sabemos con qué nos vamos a encontrar, si hay un accidente en la vía pública, por ejemplo, un traumatismo en un brazo con herida cortante, puede tratarse de un corte pequeño o, como me pasó en una oportunidad, encontrarme con un brazo casi amputado. Si bien con el tiempo nos familiarizamos con esas situaciones, hay cosas a las que no me puedo acostumbrar. He vivido situaciones en las que, después de un auxilio, me quedé temblando o me largué a llorar desconsoladamente. Por ejemplo, en una ocasión, tuvimos que llevar, con Defensoría del Menor y la Policía, a los niños de una familia que se encontraba en situación de calle para que los evaluaran en el hospital. Fue desgarrador, son situaciones que te arrancan el corazón.
-Después de vivir experiencias de esa naturaleza, ¿cómo se continúa con el turno?
-El SAME cuenta con un grupo de psicólogos y psiquiatras –denominado Equipo de Factores Humanos– que se dedica, en caso de ser necesario, a prestar ayuda a las víctimas y los familiares, o a los empleados cuando vivimos este tipo de situaciones de estrés. El objetivo es contenernos y ayudarnos a pasar el mal momento, después de lo cual seguimos con la tarea. Sin dudas, quienes trabajamos en esto tenemos cierta vocación relacionada con la salud, porque de lo contrario, no podríamos hacerlo.

-¿Hay alguna situación que te haya impactado en especial?
-Son muchas, porque las guardias son todas diferentes. Es como una obra de teatro, aunque tengas el guión, sabés que nunca va a salir igual. Uno entra a la guardia sin saber qué va a ocurrir ese día, y es imposible decir qué impacta más, porque es constante.
Una vocación a prueba de todo
-¿Desde cuándo te interesó el tema sanitario?
-En realidad, creo que uno no se da cuenta de su vocación hasta que le toca. Hoy me encanta mi profesión y no me veo haciendo otra cosa. Además, tengo la suerte de trabajar con gente excelente, en particular, el doctor Gonzalo Figueroa que, además de un gran profesional, es mi mentor y mi maestro, la persona que me va formando día a día y alguien que me incentiva para que crezca en este ámbito.
-¿Te gustaría estudiar algo relacionado con la medicina?
-Sí, hay distintos cursos para no médicos que me interesan. Este año, pensaba realizar el curso de triage y emergencia sanitaria, pero no pude por la pandemia, así que quedó pendiente para más adelante. De todos modos, es algo que haría para aprender más, pero no dejaría de hacer lo que hago.
-¿Cómo es trabajar en la actual situación de pandemia?
-Es difícil, pero nos sentimos realmente cuidados, y creo que esa es la razón por la cual hasta ahora no hay contagios en el SAME. Al inicio de la cuarentena, por protocolo de la ciudad de Buenos Aires, hacíamos el traslado de todos los pacientes sospechosos de estar contagiados de COVID-19, pero ahora nos abocamos solo a los que no tienen obra social. Tenemos todo el equipo de protección, nos capacitaron acerca de cómo higienizarnos, nos cambiamos en el SAME y de allí salimos.
-Es una gran noticia el hecho de que estén protegidos, porque en general el personal de salud se queja de la falta de calidad o ausencia de elementos.
-Es una gran noticia el hecho de que estén protegidos, porque en general el personal de salud se queja de la falta de calidad o ausencia de elementos. ambulancia y al regresar, deben pasar por una cabina de ozono que desinfecta la ropa. Este protocolo, antes de volver a casa, nos permite regresar tranquilos.
-¿Qué se necesita para ser chofer de ambulancia?
-Actitud, vocación y una personalidad adaptada a situaciones de adrenalina y caos. Lo que nunca se debe perder es la calma, porque si bien para uno la persona que está en emergencia es un paciente, para el que está al lado, es un ser querido. Hay que asistir y tener en cuenta a todos: al familiar que está en crisis, al paciente que necesita llegar al hospital y a uno mismo que debe controlar la situación para cumplir su tarea con la mayor eficiencia.
-¿Cómo fue el recibimiento de tus compañeros, teniendo en cuenta que se trata de un trabajo tradicionalmente desempeñado por varones?
-Realmente, me sorprendió el recibimiento y el cariño que recibí de parte de todos. Tuve una agradable aceptación, esa es la palabra. Me saco el sombrero ante todos los choferes del SAME.
-En una tarea tan estresante, también debe haber situaciones graciosas.
-Sí, como radio operadora atendía muchas llamadas de gente que se comunicaba para jorobar. Los más frecuentes son los llamados nocturnos desde la cárcel, de personas que lo hacen solo para hablar con alguien y los de quienes usan el teléfono para decir groserías.
-¿Sentís que abriste una puerta para muchas otras mujeres?
-Sí. Es una situación que me hace sentir muy bien porque, de algún modo, creo que rompí el hielo para que ingresen más mujeres. De hecho, ya somos cuatro o cinco las conductoras de ambulancia.
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