El PNUD publicó un estudio pormenorizado de los principales indicadores que componen el progreso -o no- de la Argentina. ¿Cuáles son las cifras que se desprenden del presente del país?
Los aniversarios son excusas perfectas para hacer balances. Con el pretexto del Bicentenario de la Revolución de Mayo y los 20 años del primer informe mundial de desarrollo humano, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) publicó un informe que desmenuza los principales indicadores que hacen a la realidad social argentina de estos días.
El Informe nacional sobre Desarrollo Humano 2010 parte de una premisa fundamental: “el desarrollo humano puede entenderse como la expansión de las capacidades de las personas, de sus libertades reales, es decir, la ampliación de las alternativas de vida entre las que puedan optar”. Así lo consigna el prefacio del informe de casi doscientas páginas que, junto a un análisis cualitativo, expone gráficos, cuadros y esquemas con las cifras más actualizadas. Gabriela Cattenberg y Ruben Mercado fueron los directores del Informe y el Comité Académico estuvo integrado por Bernardo Kosacoff, Margarita Poggi y Mirta Roses. Ministros, funcionarios y periodistas nutrieron el Comité Institucional.
Cuando se habla del desarrollo de los países, advierten los autores del informe, no se debe pensar solo en el crecimiento del ingreso per cápita, como lo hacían las viejas teorías. “El ingreso es una variable relevante -dice el informe-. Da una medida del acceso de las personas a bienes y servicios. Pero los bienes y servicios y el bienestar de la gente no son lo mismo: esto último es mucho más abarcativo y complejo”. Para una persona semianalfabeta, una dieta nutritiva puede significar más que el acceso rápido a un libro.
Como las capacidades potenciales de las personas pueden ser numerosas, para medir el desarrollo humano el PNUD consideró tres dimensiones: “gozar una vida larga y saludable (salud), acceder al conocimiento necesario para un buen desempeño social y laboral (educación), y tener un nivel de vida decente (ingreso o crecimiento económico)”.
DESARROLLO SOSTENIDO
El Informe destaca que durante las últimas cuatro décadas, a pesar de los diversos gobiernos, “el desarrollo humano en Argentina tuvo, en promedio, una trayectoria positiva”. El Índice de Desarrollo Humano (IDH), indicador que evalúa el progreso promedio en salud, educación y crecimiento económico, experimentó un crecimiento positivo del 15%: su valor era de 0,762 en 1970 y ascendió a 0,879 en 2010 (ver infografía en páginas 74 y 75). Hoy está a la par de países como Uruguay, Hungría y República Checa.
Aunque entre 1970 y 2010 el IDH se mantuvo estable, las variables que lo componen se movieron de manera heterogénea. “Mientras los índices de salud y educación crecieron de forma sistemática durante las últimas cuatro décadas, el índice del PBI per cápita tuvo gran variabilidad y puntos de quiebre evidentes derivados en buena medida de experimentos económicos de consecuencias catastróficas”. El Informe indica que mientras que en salud y educación se creció un 22% y un 16% respectivamente, el PBI per cápita “reportó un crecimiento del 9%, lo cual explica que la Argentina no desplegara todo su potencial de desarrollo humano”.
FACTOR CLAVE
Uno de los factores que atentan directamente contra el desarrollo es la desigualdad. Según las mediciones que ofrece el Informe, “esta ha tendido a reducirse sistemáticamente luego de la crisis de 2001-2002”. Esto implicó que la pérdida de desarrollo humano atribuible a la desigualdad, que en 2001 llegó a un techo del 4,9%, haya disminuido a un 4,4% en 2006 y a un 4,0% en 2009.
El ítem de la desigualdad no es un punto menor a la hora de mensurar el desempeño de los países. A través de este trabajo, el PNUD pone de manifiesto que este indicador se correlaciona negativamente con el nivel de desarrollo. No por nada las provincias que presentan un desarrollo humano más alto, como el caso de la Ciudad de Buenos Aires, Tierra del Fuego y Santa Cruz, son las que menos desigualdad registran. El caso opuesto se observa en Formosa, Chaco y Misiones, donde los niveles de desigualdad son los más elevados y los de desarrollo, los menores.
Según el Informe, la situación en las provincias más atrasadas “es de larga data y puede indicar la existencia de ‘trampas de desigualdad’ en el desarrollo humano: la mala salud de las personas restringe sus logros educativos, los bajos logros educativos limitan su ingreso, y el bajo ingreso a su vez impide tener una salud adecuada y la inversión en una mejor educación”.