Soy Nicanor, dicen que soy picante pero tengo pocas pulgas. 

¡Ayy, Señora, ayy, señor! No quiero hacerme el gaucho y proclamarme “argentino hasta la muerte”, aunque sea cierto, porque por aquí en Recoleta no está bien visto ser intenso, por lo menos en público. Pero la verdad es que nunca imaginé habitar otra tierra que esta, tan incierta y tan provocadora. Sin embargo, todas estas semanas de violencia y desmadre, sumada a la podrida grieta, hizo que un grupo de amigos iniciáramos un serio análisis para buscar paz en tierras uruguayas, casi como en casa, pero más relajados… Los más alocados quieren que fijemos residencia en Canelones, para que la paz sea en realidad archipaz.

Igual, creo que no pasará de un deseo fugaz porque la patria tira, aunque mucho duela.

No me quiero quedar  en estas dolencias porque, si no, mis sobrinas me van a maltratar por amargo, y creo sí, que entre tanta malaria, hay algo para rescatar, algo para congratularnos todos, sin enojos ni diferencias. Es ¿sabe qué, señora, señor?, el hospital Garraham, que cumplió  30 años y hasta el obelisco se pintó en 3D para festejarlo. Es que en la ciudad donde nunca nos ponemos de acuerdo, todos coincidimos en que ¡Los chicos primero! Y eso es el hospital pediátrico más famoso de la región.

A todos se nos hincha el pecho de orgullo por esos 4000 médicos, enfermeros y trabajadores que dicen que llevan al Garraham “tatuado en la piel” ¡Qué lindo! Qué lindo decir que se realizaron desde 1987, casi 8 millones de consultas, que se hicieron más de 240.000 cirugías y 2246 trasplantes, si hasta se me pianta un lagrimón. Ah, y le agrego además que hay 220 oficinas a distancia para consultas y teleconferencias con todo el país. El famoso cuento del “país federal”, pero cierto.

¿Vio que se puede? Hasta se puede dejar de ser picante ¡Qué lindo! ¡Qué lindo sería que todo el país llevara tatuado en la piel a la Argentina y que eso hiciera que todos fuéramos como el Garraham ¡Un solo corazón!

Soy Nicanor, casi siempre picante. 

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