A partir de una novedosa iniciativa, la Armada Argentina brinda la posibilidad de recuperación para personas con capacidades diferentes. Con el aprendizaje sobre cómo timonear una embarcación y hasta hacer nudos marineros, se logran avances muchas veces impensados. Un trabajo en equipo que pone a prueba la voluntad y el tesón de cada uno de los cursantes. Por L.N./ Fotos: Gentileza Armada Argentina.
Dos veces por semana, la marina del Centro Naval de Olivos parece un centro de rehabilitación. Es el punto de reunión de amputados en sillas de ruedas o con muletas, de trasplantados, ciegos, sordos, hipoacúsicos, disminuidos visuales, personas con problemas mentales neurológicos (autismo o síndrome de Down) y psiquiátricos. Sin embargo, no es lo que parece. Desde 2005, la Armada ha puesto en marcha en ese lugar, el curso de vela del programa “Naveguemos Juntos”, adaptado para personas con capacidades diferentes. Y aunque parezca mentira, trepan a veleros H-19 y aprenden a navegarlos. Los resultados son asombrosos. “Sabíamos que era algo interesante y aunque no teníamos nada de experiencia, lo que hicimos fue ser sinceros con los primeros que se anotaron y decirles que íbamos a aprender junto con ellos”, afirma su responsable, la capitán de navío María Inés Flores, jefa de la División Relaciones con la Comunidad de la Fuerza. La idea fue del almirante (R) Guillermo Dickson, ya fallecido, quien diseñó el programa. Los inicios no fueron fáciles. Tuvieron que acondicionar los barcos, que estaban deteriorados, conseguir velas nuevas, un semirígido de apoyo, su motor, el tráiler para moverlo y hasta una compañía aseguradora. A través de donaciones de amigos y conocidos y del apoyo de la Asociación Tradición Náutica Argentina lograron esos propósitos.
PASO A PASO
Durante el primer año llevaban dos alumnos por barco, a los que acompañaban un profesor y un auxiliar. Después, agregaron uno más. “No los separamos por tipo de discapacidad, porque justamente apuntamos a la integración, al trabajo en equipo y a la socialización”, continúa Flores. Desde el primer día a bordo, todos timonean. No importa si les falta un brazo o si tienen un lado de su cuerpo afectado por un accidente cerebro vascular (ACV) o una lesión medular. La intención es capacitarlos para manejar el timón y hacer nudos marineros. “Cada uno se las arregla como puede. Si no tiene brazos y lo puede hacer con los pies, perfecto. Para muchos, ‘Naveguemos Juntos’ es un antes y un después en sus vidas. Es comprobar que pueden. No ponemos límites”, sostiene. Para los que no pueden mantenerse en pie, han colocado cinturones de seguridad en las bancadas. A los ciegos, que tienen una percepción mayor para captar el ruido circundante, los hacen navegar a favor, en contra o a través del viento. Incluso son capaces de percibir si hay algo alrededor y si viene otro barco. “Y aquí -relató nuestra anfitriona con una sonrisa de la que hizo gala durante la entrevista-, se pone de manifiesto el sentido del humor de muchos, que se ríen de su propia discapacidad. Katy escuchó que venía otro barco y dijo: ‘¿Y si le grito que soy ciega?’, mientras seguía timoneando”.
Los barcos permiten deslizarse sentados por el piso a quienes no pueden caminar. En caso de necesidad, despliegan una banda de babor a estribor para que puedan moverse de un lado al otro. Por razones de seguridad, no navegan a más de dos kilómetros de la boca de la salida del club; tampoco si hay más de 15 nudos de viento. Cuentan con equipos de comunicación y están en sintonía permanente con el personal en tierra. “No hemos tenido problemas serios. Sí, inconvenientes de hipotermia por el frío y porque algunos se sintieron descompuestos. Para atenderlos, tenemos un servicio médico de urgencia y una ambulancia para trasladarlos si es necesario”.
EFECTO MULTIPLICADOR
El curso es gratuito y abierto a toda la comunidad. Se acercan postulantes de todas partes y condición social. Los alumnos nuevos reciben diez clases consecutivas sobre el barco, una vez por semana, en cuatro turnos, jueves y sábados, de 9 a 12.30 y de 13.30 a 16.30. Solo dictan teoría cuando no pueden navegar por el viento o si es invierno y llueve. Trabajan sobre cada alumno y tratan de ver cuáles son sus motivaciones e intereses. “Es decir, lo que les hace bien. Para unos puede ser la interrelación; para otros, la navegación o el desenchufe. Pero sobre todo, buscamos que superen lo que creen que son sus limitaciones”. Cuando completan las clases, les dan un diploma donde certifican que han adquirido conocimientos básicos para navegar en un H-19. Hoy, tienen más de 100 alumnos. Algunos dejan porque les sirvió para ese momento y otros siguen navegando. ¿Cómo? En cada turno dejan vacantes libres para que los egresados puedan hacerlo. Cada tanto, también se reúnen en eventos sociales como viajes, visitas y choriceadas.
Desde la División, la flamante capitán de navío -recibió sus galones a fines del año pasado y pertenece a la primera camada de mujeres profesionales egresadas de la Armada- está empeñada en que los clubes náuticos tomen la idea y comprueben que “Naveguemos Juntos” es un proyecto factible para llevar adelante. Desde 2007, el Centro Naval Mar del Plata los imita con voluntarios. Está a cargo de Miguel Villalba y se llama “Al mar sin barreras”. El médico Matías Serrao lo hizo también, en Santa Fe, con “Todos a bordo”. Una actividad educativa, terapéutica y recreativa abierta para personas de 16 a 63 años. Eso sí, tienen que saber nadar y poseer capacidad para manipular cabos y recibir, comprender y ejecutar instrucciones básicas de navegación.