Fotógrafo profesional con casi 30 años de experiencia, Marcelo Gurruchaga nos presenta el mundo a través de su cámara.
Amante de la arquitectura y la naturaleza, realiza safaris fotográficos en nuestro país y el exterior; ha publicado libros, es docente y miembro de la Asociación de Fotógrafos Publicitarios de la Argentina y del Centro Internacional para la Conservación de Patrimonio. En esta entrevista, nos cuenta acerca de su vasta experiencia profesional.
-¿Cómo llegó a la fotografía?
-Me fui formando de una manera muy técnica y comencé dedicándome a la publicidad. Pasó bastante tiempo antes de que pudiera conciliar las dos cosas que quise hacer desde chico: viajar y fotografiar. Siempre me gustó lo patrimonial en todos sus aspectos, ya sea natural, histórico, cultural o arquitectónico. Aunque a veces parece difícil conciliar el interés del naturalista con el del arquitecto conservacionista, creo que es una falsa incompatibilidad, producto de la tendencia que tenemos a ver las cosas como un partido de fútbol.
-¿Qué tiene de especial fotografiar la naturaleza respecto de otro tipo de temática?
-A veces me preguntan si soy un fotógrafo de la naturaleza, y yo digo que soy un fotógrafo que trabaja en la naturaleza. Es un ámbito que se relaciona con el encuentro con uno mismo, con el contacto con lo más primitivo que tenemos y donde los sentidos se agudizan. Por ejemplo, hay quienes dicen que la ciudad está llena de ruidos, cuando en realidad es en la naturaleza donde pueden distinguirse una infinidad de sonidos: el viento, el crujir de las hojas, los animales. En cuanto a mis intereses, lo que más me atrae son esos espacios sin fin llamados desiertos.
-¿Qué le dejaron más de quince años de recorrer el mundo?
-No recorrí todo el mundo, pero fui a todos los continentes y dentro de la Argentina, a todas las provincias. Aprendí que los lugares más distantes y distintos pueden ser similares en un punto. Por ejemplo, este año estuve en Venecia y en el Delta del Tigre y -aunque la primera es la ciudad del arte y el Delta tiene un desarrollo muy incipiente- la vida en ambas es muy parecida porque está relacionada con el agua. Me tocó ver un velorio con la lancha llevando el féretro o el sistema de lancha almacén, y las costumbres son las mismas.
-De todos los lugares que visitó, ¿cuál fue el que más lo impactó y por qué?
-Hay muchos, pero si tengo que elegir uno sería la Antártida. Mi entrada a ese continente fue a través de un trabajo que hice en la isla de los Estados, desde la cual me pregunté qué habría más allá. Había leído mucho sobre los exploradores patagónicos y admirado ese espíritu aventurero que los empujaba hacia lo desconocido. Por ello, quise ir a fotografiar esas tierras inhóspitas, que continúan siendo el único continente no conquistado. Fue una experiencia única porque es un lugar donde uno se siente un punto en el universo y adquiere plena conciencia de la fragilidad del ser humano, mientras que por otro lado percibe la grandiosidad de la naturaleza y de la tierra.
-¿Qué lugares especiales resaltaría de la Argentina?
-En Argentina, tenemos parques nacionales representativos de cada paisaje y ante tanta diversidad geográfica es muy difícil elegir. Hay lugares impresionantes, como el glaciar Perito Moreno o las Cataratas, que uno no menciona por no caer en lugares comunes y también para rescatar otros muchos que no son tan conocidos. Los esteros del Iberá; las rías de Puerto Deseado con su impresionante fauna; y las estancias típicas del sur argentino; la puna catamarqueña; la meseta de Somuncurá en Río Negro, donde en medio de la más absoluta aridez aparece una laguna azul llena de flamencos.
-¿Es posible captar a través de la fotografía la esencia de los lugares?
-Creo que la fotografía es un medio limitado y que eso de inconmensurable y grandioso que tiene, por ejemplo, la Antártida, no hay forma de representarlo.
-Una vez terminado un trabajo, ¿cómo se realiza la selección del material?
-La primera impresión siempre es de impotencia, porque uno siente que podría haber hecho mucho más. Después de esa primera sensación, comienza el proceso inverso y uno empieza a enamorarse de las imágenes que logró. La edición es muy ardua, para una muestra uno tiene que elegir diez fotos y para un libro alrededor de cien, esto implica dejar mucho material afuera y es una especie de desgarro.
-¿Siempre es así el proceso?
-Siempre. Y creo que no está mal porque sentir satisfacción plena en lo que uno hace impide el crecimiento. A mis alumnos les aconsejo que desarrollen al máximo la autocrítica, porque de lo contrario uno termina repitiéndose, algo que suele verse en los grandes artistas consagrados.
-¿Qué opina acerca del debate sobre la calidad de imagen de la fotografía digital comparada con la de película?
-Yo trabajo con fotografía digital, que es el sistema con el que me siento cómodo. Creo que la película va a terminar desapareciendo y desde el punto de vista medioambiental -la industria fotográfica es una de las más contaminantes-, el sistema digital es un progreso. Por otro lado, el avance de la tecnología ha hecho que en la actualidad la fotografía sea muy accesible para la mayoría de la gente. Es una herramienta fácil de usar a la que se puede acceder desde el desarrollo de una mirada atenta y perspicaz o desde el conocimiento técnico.
-¿Se ejercita la mirada?
-Sí, claro. El ver y el mirar son como el oír y el escuchar. Los seres humanos vamos por la vida viendo todo, pero somos pocos los que miramos y no me refiero solo a la mirada fotográfica. Algo que me da mucha satisfacción cuando hago excursiones fotográficas, safaris, es que a veces viene gente que no tiene ningún entrenamiento y descubre una cualidad inexplorada, que es capaz de mirar.
-En un arte como la música, a veces ocurre que alguien tiene una excelente técnica, pero no logra transmitir emoción alguna. ¿Se puede aplicar este concepto a la fotografía? ¿Qué características debe tener un buen fotógrafo?
-Sí, así como hay tipos que desafinan y emocionan hasta la médula, se da el caso de fotógrafos que no dominan en profundidad la técnica y son grandes profesionales. ¿Cómo definir un buen fotógrafo? Desde lo formal es fácil, si una fotografía cumple con las reglas propias de la actividad -respecto de la composición, los matices, el equilibrio de colores, etc.-, es buena. Dejando de lado lo formal, es muy difícil. Creo que un buen fotógrafo es aquel que conmueve a algunos, a diferencia de un gran fotógrafo, que es aquel que conmueve a todos.
-¿A qué fotógrafos destacaría?
-A nivel internacional a Ansel Adams, el gran paisajista estadounidense y uno de los grandes paisajistas mundiales. Me conmueve la obra del argentino Horacio Cóppola y también la de Liborio Justo, hijo de Agustín P. Justo, quien sin ser fotógrafo retrató la crisis de la década del 30 en Nueva York, sin ningún conocimiento técnico y con una sensibilidad impresionante.