Homenaje de DEF al Dr. Osvaldo Canziani, quien nos lega su ejemplo de lucha y su denodado trabajo científico. Recordamos esta columna publicada por él en noviembre de 2012 en DEFonline.
Las noticias locales y del exterior nos informan del incremento del número e intensidad de eventos extremos, que afectan a las distintas regiones y países del mundo. Lamentablemente, Argentina está entre ellos, con los casos paradigmáticos del año 1985, cuando la Ciudad de Buenos Aires se inundó dos veces, en oposición a la recurrencia estadística. Esta indicaba que debían transcurrir 200 años entre la primera lluvia, del 26 de enero de 1985, y la segunda posible, que, con mayor cantidad de agua precipitada (en el orden de 300 milímetros en menos de 24 horas), ocurrió entre el 31 de mayo y el 1º de junio de ese mismo año. En poco más de cuatro meses, la ciudad se inundó dos veces, en el último caso, sufriendo daños materiales, con una pérdida superior a los 250 millones de dólares americanos.
¿Se debió esto a que las matemáticas de la estadística fueron mal aplicadas? Evidentemente no, el calentamiento terrestre, por el efecto invernadero intensificado, estaba aumentando marcadamente las temperaturas del mar, con una evaporación creciente que, debido a las mayores temperaturas del aire, se integraron en las masas de aire del litoral bonaerense, como vapor de agua. Este vapor generó una importante cantidad de agua precipitable, causa de los desastres.
Hoy sabemos que este tipo de proceso se registra en todas las latitudes del planeta. Así lo muestran las noticias de graves desastres hídricos, como la inundación registrada en Nashville (EE. UU.), el 2 de mayo de 2010, que fue descripta por los hidrólogos como un evento severo, con una probabilidad estadística de un evento similar recién en un milenio. Un mes antes, en Río de Janeiro, una lluvia de unos 280 milímetros, en 24 horas, desató ríos de barro que enterraron a cientos de personas. Algo similar se registró dos veces en Tartagal, en la primera década de este siglo, en este caso por la contribución nefasta de la deforestación de las colinas vecinas al lugar. En Pakistán, las precipitaciones excepcionales de mediados de 2010, afectaron a más de 20 millones de personas.
El huracán Sandy, cuya trayectoria excedió los límites del mar del Caribe, para ascender, geográficamente, hasta el este de los Estados Unidos de América y el sudeste de Canadá, fue apocalíptico. Las pérdidas materiales fueron cuantiosas, de centenas de miles de millones de dólares y con el registro de centenas de muertes y miles de heridos y lesionados. El racionamiento de energía y combustibles siguió afectando, por semanas, a las comunidades del noreste de los EE. UU., en particular a Nueva York, una de las ciudades más importantes del planeta
Simultáneamente, en Buenos Aires se registraron precipitaciones que volvieron a inundar distintos barios de la ciudad. Las pérdidas materiales siguieron acumulando los daños que, ante estos eventos de la temperie, sufre, cada vez con mayor frecuencia, el comercio citadino. Esta vez, los inconvenientes en el suministro de energía eléctrica y los derivados del grado de turbidez del agua, que se toma para su potabilización, generaron problemas críticos para distintos barrios porteños.
¿CAMBIO CLIMÁTICO o AZAR?
Este tipo de eventos extremos, y otros, como las sequías, las olas de calor, los tornados, las tormentas de polvo y arena y, de alguna manera, las tormentas tropicales, se multiplican y aparecen en regiones donde no habían sido registrados nunca.
Ante estas condiciones ambientales, cuyas probabilidades de incidencia han demostrado ser suficientemente importantes para dejar de comentarlas, surge la pregunta: ¿estamos observando un cambio peligroso en el clima terrestre? ¿O solo se trata de una racha de mala suerte?
Como muy bien lo destaca el diario El País, en su edición del 6 de noviembre último: “Sandy refuta el negacionismo, el huracán que ha sacudido a América devuelve a la agenda el cambio climático, ausente en el debate político”.
La temperie, o como se decía hace unos años, el “tiempo loco”, ¿encuentra justificación en los anales de las ciencias?
Sí, los registros muestran que la atmósfera está calentándose cada vez más y se hace más húmeda.
La pregunta del común de las gentes ha sido contestada ya por el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC), su cuarto Informe de Evaluación (2007) ha reiterado que la temperatura media sobre la superficie terrestre sigue aumentando, con un incremento mayor en las temperaturas mínimas y en fenómenos de lluvias intensas, con aumento de las frecuencias; mayor frecuencia de períodos de calor y olas de calor, en la mayoría de las áreas terrestres; incremento de las áreas afectadas por más sequías; incremento de la actividad de ciclones tropicales intensos y mayor incidencia de niveles del mar elevados (excluyendo los tsunamis).
La información disponible destaca que el incremento de los seguros sobre riesgos hídricos, ha sido de 4000 a 40.000 millones de dólares americanos, entre los años 1950 y 1999, y continúa en aumento.
En consecuencia, debemos preguntarnos qué podríamos hacer para evitar daños mayores y reducir nuestra vulnerabilidad ante eventos de tal frecuencia e intensidad.
CIENCIA Y POLÍTICA
Las evaluaciones que realiza el IPCC tienen valor científico; sin embargo, no involucran obligación política alguna. Así como el Panel destaca su actitud políticamente prescindible, el hecho real es que el tenor y la gravedad de los impactos plantean la necesidad de acciones decididas localmente, en función de la vulnerabilidad de cada entorno, comunidad u objeto que sería afectado.
Ante esta necesidad, se ha desarrollado el Marco para la Acción de Hyogo (2005-2015): Construyendo la Resiliencia de Naciones y Comunidades ante los Desastres. Esta actividad, a cargo de la Estrategia Internacional para la Reducción de Desastres de las Naciones Unidas (EIRD/UN), está vigente y cuenta con el apoyo de las Oficinas Regionales del EIRD.
Además, el IPCC acaba de publicar su Informe Especial sobre el Manejo de los Riesgos de Eventos Extremos y Desastres, en Beneficio de la Adaptación al Cambio Climático (http://www,ipcc.ch).
En consecuencia, la morigeración de los impactos de los eventos extremos es la tarea pendiente de los tomadores de decisión, particularmente en los países en desarrollo.
La decisión política es de carácter urgente, tanto para la seguridad física de los habitantes del país como para la salvaguarda de bienes y hacienda. De ello dependen la seguridad pública y el desarrollo sostenible, en este caso, de Argentina.