Considerado uno de los ecosistemas marinos más ricos del planeta, el Mar Argentino se extiende sobre nuestra plataforma desde el Río de la Plata hasta el extremo sur de nuestro país, incluyendo las islas Malvinas. Para analizar sus características y diversidad biológica, entrevistamos a Guillermo Cañete, coordinador del Programa Marino de la Fundación Vida Silvestre Argentina. 

Ubicado en el océano Atlántico y dentro de la plataforma continental argentina, el archipiélago de las  Malvinas está constituido por las islas Gran Malvina y Soledad, a las que se suman alrededor de 200 islas más pequeñas. Su superficie alcanza los 12.000 kilómetros cuadrados, cuenta con una vegetación escasa que es sin embargo visitada por una variada cantidad de aves voladoras, como petreles, cormoranes, albatros, gaviotas y pingüinos; y mamíferos, como los elefantes y lobos marinos. Por otra parte, se destaca la multiplicidad ictícola: merluza común, merluza negra, calamar y calamaretes.

MAR ARGENTINO

Es un sector del océano Atlántico que incluye tanto las aguas lindantes a la franja litoraleña -que supera los 4700 kilómetros- como las aguas de la plataforma continental -una de las más grandes del planeta-, incluyendo las islas Malvinas y el banco Burwood o Namuncurá. Con una extensión de 940.000 km2 es considerado uno de los más importantes bancos de pesca a nivel global, riqueza a la que deben sumársele los recursos del subsuelo marino. “Nuestra plataforma, con alrededor de 4000 km2, y el talud continental -declive de la morfología submarina, ubicado entre los 200 y los 4000 metros bajo el nivel del mar- condicionan la dinámica de los océanos con el flujo del agua”, explica Guillermo Cañete. Y destaca la importancia de que en la región se encuentren dos corrientes marinas, la cálida del Brasil con la fría de Malvinas, prolongación de la corriente Circumpolar Antártica, que es la que define nuestro mar como templado frío. “Al mezclarse masas de agua de distintas características, los nutrientes ubicados en el fondo del mar se mueven hacia las capas superiores, donde -por la incidencia de la luz- se genera el proceso de fotosíntesis. Estos ‘frentes oceánicos’ se caracterizan por asegurar una altísima productividad -en este caso, plancton, crustáceos, cetáceos, mariscos, algas, peces, etc.- y su relativa estabilidad, en comparación con otros lugares del mundo”. A diferencia de lo que ocurre en la mayoría de los frentes oceánicos del planeta, en esta zona no se trata de una única y pequeña superficie sino de varias áreas que generan grandes riquezas por la abundancia de recursos pesqueros, fundamentales por su valor alimenticio o económico. En los alrededores del archipiélago de Malvinas existe una importante productividad, considerada entre las más altas de la región. La gran variedad de especies, que incluye una serie de animales muy característicos -los llamados predadores topes: ballenas, elefantes marinos, etc.-, sostiene otra valiosa actividad económica que es la industria de turismo en distintas áreas, como Península Valdés  y una serie de zonas protegidas a lo largo de la costa”, sostiene el coordinador del Programa Marino.

RESERVORIO DE BIODIVERSIDAD

Entre los múltiples servicios ambientales que brinda el mar, hay dos fundamentales, que son la captación de dióxido de carbono liberado a la atmósfera, a través del proceso de fotosíntesis llevado a cabo por las algas, y que contribuye a mitigar los efectos del calentamiento global; y, en segundo lugar, la producción biológica que explotamos a través de la pesca. En el caso del mar Argentino, debido a su alta productividad suele ser utilizado como área de alimentación por diversos predadores tope marinos como las aves oceánicas o pelágicas que nidifican y se reproducen en la costa o en las islas. “En la región hay numerosas especies, como albatros y petreles, que vuelan alrededor del cono sur con desplazamientos enormes. Quizás establecen su hábitat en Nueva Zelanda o en Malvinas, pero buscan su alimento en el Atlántico Sur; o el pingüino penacho amarillo, que nidifica en Malvinas y en la costa argentina”, afirma Cañete y cuenta que hay elefantes marinos marcados en Península Valdés que han navegado más allá del talud cientos de millas y además bucean cientos de metros de profundidad para alimentarse del calamar en la zona de altamar. Esto se debe a que tenemos lo que el especialista define como “unicidad en términos geográficos“: una situación de características oceanográficas y masa de agua semejante.

En cuanto a los recursos pesqueros, las dos especies más importantes son el calamar y la merluza común. El primero de ellos, calamar Illex, es una especie migratoria que tiene un ciclo de vida anual y se concentra en zonas de influencia de aguas antárticas, en especial de la corriente de Malvinas. Tiene varias subpoblaciones, entre las cuales una de las más relevantes por su abundancia es la subpatagónica, cuya área reproductiva está afuera de las 200 millas, una zona en la cual la plataforma continental sobresale al límite de la zona económica exclusiva (ZEE). “Hay un área importante donde van a pescar los barcos. Allí llegan los ejemplares adultos para reproducirse, dejan sus huevos y migran al norte (a la altura de la provincia de Buenos Aires), buscando aguas cálidas donde eclosionar. Las larvas y juveniles viajan nuevamente hacia el sur y, según las condiciones, permanecen en la zona económica exclusiva o se acercan más a Malvinas, a la zona de exclusión, pero por último alcanzan el área de altamar, donde son pescados por las flotas extranjeras”, manifiesta Cañete. Y advierte que se trata de flotas gigantescas de más de 200 barcos, que se caracterizan por tener luces muy fuertes para atraer al calamar que se concentra debajo del barco potero, lugar donde es atrapado y subido a cubierta. Las poderosísimas luces de estas embarcaciones son la razón de que se hable de ciudades flotantes en medio del océano. “La pesquería de calamar es un tema muy importante, ya que la pesca realizada en altamar o en el área de Malvinas compite con productos argentinos. Sería muy importante realizar un enfoque integral para tener un manejo adecuado. En la actualidad, la Argentina pesca en su zona económica exclusiva y, autorización mediante, en la zona de altamar; de lo que hace Malvinas con sus licencias sabemos poco y nada”, reflexiona.

Otra especie compartida es la merluza -principal pesquería argentina-, que se distribuye sobre nuestra plataforma continental y el talud, cubriendo un área de alrededor de 370.000 kilómetros cuadrados. Esta especie también es capturada por barcos factoría, con licencia de Malvinas o de banderas internacionales. “En síntesis, algunos compran las licencias que comercializan en las islas para pescar en la zona de exclusión o en altamar, mientras que otros lo hacen con su propia bandera. Son muchas las flotas que pescan las distintas clases de merluza (común, de cola, polaca, negra), además de otras especies como el abadejo”. Si esta discusión se diera con un país vecino

-Uruguay, por ejemplo, con el que tenemos regulaciones- estaríamos negociando lo que se llaman recursos compartidos, concepto que no puede aplicarse al caso de un territorio usurpado como  Malvinas. Por esta razón, nos encontramos con una gran dificultad que perjudica la sustentabilidad de las pesquerías y el interés económico de las empresas nacionales.

-¿Pueden considerarse recursos sobreexplotados?

-Para hablar de sobreexplotación, lo primero que se necesita es saber cuánto se puede extraer y nosotros solo contamos con información del sector argentino. Las especies tienen un ciclo. Los huevos y larvas se convierten en juveniles y se incorporan a las pesquerías. Cuanto más grandes son los ejemplares, más apetecibles, pero es necesario cuidar que quede un número suficiente para que al año siguiente pueda asegurarse la reproducción. En la Argentina, el Instituto Nacional de Investigación y Desarrollo Pesquero (INIDEP) evalúa cuánto hay de masa de juveniles y establece los límites de pesca. Ahora bien, sobre cuánto se extrae en la zona de exclusión o en altamar no tenemos control.

HIDROCARBUROS, PELIGRO LATENTE

Consultado acerca de los riesgos de la exploración y explotación petrolera en áreas offshore en el mar Argentino, que incluye Malvinas, Cañete no duda en recordar el accidente ocurrido el 20 de abril de 2010 en el Golfo de México, cuando se produjo una explosión en una plataforma petrolera operada por la compañía British Petroleum, que dejó un saldo de once operarios muertos y un impacto ambiental devastador. “Más allá de discursos y promesas, esta catástrofe evidenció que incluso las compañías de primera línea internacional no pueden resolver un problema de esta magnitud, resultado de una cadena de errores que produjo la rotura del conducto que unía la plataforma al pozo del que comenzó a surgir petróleo sin control. ¿Qué hubiera pasado si no lograban controlarlo? ¿Cuáles hubieran sido los resultados si el petróleo ingresaba a la corriente del Golfo de México que lleva sus cálidas aguas hacia Europa?”, se cuestiona el especialista. Teniendo en cuenta que la corriente de Malvinas sube hacia el norte por la plataforma continental, la pregunta es -más allá del tema complejo de la propiedad del recurso en un área usurpada-, cuál sería el impacto si transportara petróleo. “Definitivamente, los riesgos de la exploración offshore en un área compleja desde el punto de vista climatológico y de las condiciones del mar en relación a un eventual siniestro merecen un profundo análisis. Es indispensable como punto de partida el disponer de la tecnología y poder implementar medidas de mitigación. Si es posible hacerlo en la zona de Malvinas, lo desconocemos”, expresa Cañete.

PLANIFICACIÓN MARINA ESPACIAL

Del mismo modo que es importante el ordenamiento territorial en el continente, que de hecho se está impulsando en la actualidad en nuestro país, su equivalente oceánico es denominado “planificación marina espacial”, trabajo que permitiría identificar las áreas potenciales, de biodiversidad, de interés económico, las zonas con gas y petróleo, las vías de navegación, etcétera. “Una mirada integrada permitiría disminuir los conflictos entre usos y tener un plan de manejo espacial para ordenar las diversas actividades. Desde la Fundación Vida Silvestre Argentina (FVSA) estamos promoviendo la creación de áreas de conservación y uso sustentable”, afirma Cañete y cuenta que una de las posibilidades es desarrollar una que vincule sectores de Tierra del Fuego, la Isla de los Estados y el Banco Burdwood o Namuncurá, una especie de meseta sumergida al sur de Malvinas, gran parte en la ZEE, que, por ser un afloramiento de poca profundidad, tiene características biológicas muy importantes. “Una es la presencia -además de los recursos pesqueros- de corales de agua fría, un conjunto de organismos que tienen un crecimiento muy lento y llevan cientos de años para conformar esta superficie y son destruidos cuando se lleva adelante la pesca con redes de arrastre de fondo. Sería muy importante ordenar todo un status de protección y manejo que reflejara un acuerdo entre las organizaciones estatales, científicas y de manejo”, considera. A este objetivo conservacionista se le suma la creación de un santuario marino, ya que el proyecto presentado por la FVSA está en el área de hundimiento del crucero General Belgrano, por lo cual ha sido bautizado “Héroes del Atlántico Sur”. “Hasta ahora, la Argentina no ha tenido desarrollo de áreas protegidas marinas y es muy poca la superficie del mar que está bajo ese paraguas. Urge empezar a protegerlo con sistemas que articulen y logren un balance entre el desarrollo sustentable y la protección de la biodiversidad”, aclara.

-¿Cuál considera que es el principal desafío que tiene la Argentina respecto del ecosistema del Mar Argentino?

-Creo que debemos asegurar la conservación de un área de alta riqueza biológica. Según los representantes de la industria pesquera, el Atlántico Sur es uno de los últimos sitios de alta productividad en el mundo en el que no está regulado el altamar; y no lo está por este conflicto irresuelto de soberanía que impide que los países se pongan de acuerdo en el marco de las Naciones Unidas. Lo indiscutido y urgente es la necesidad de buscar soluciones y llegar a convenios que permitan administrar razonablemente estos recursos, en lugar de actuar de manera unilateral como ahora. Sin duda, empezar a llevar adelante acciones destinadas a su conservación es una forma de proteger áreas valiosas de nuestro mar y de fortalecer la posición de nuestro país en su reclamo de soberanía.