En “¡Ey, las ideologías existen!”, Mario Riorda y Marcela Farré analizan el papel que juegan los aspectos ideológicos en las campañas presidenciales latinoamericanas, a través de once casos. A continuación, un adelanto de este trabajo académico publicado por Editorial Biblos.
“Una ideología es una doctrina acerca de cuál es el modo correcto o ideal de organizar una sociedad y conducir la política, basada en consideraciones más amplias sobre la naturaleza de la vida humana y el conocimiento. El aspecto relacionado con la orientación de la acción de tales doctrinas se deriva del hecho de que éstas afirman establecer aquello que es políticamente verdadero y correcto y, de esta manera, dan lugar a imperativos que en su esencia son morales”. La definición pertenece a Barbara Goodwin y es citada por Mario Riorda y Marcela Farré, quienes añaden que las ideologías tienen una función mítica, entendiendo el mito como “sistema de creencias coherente y completo”. “Para demostrar que las campañas utilizan un claro sentido ideológico en su contenido discursivo es muy importante identificar cómo se comunica esa ideología en las campañas y esbozar una sistematización respecto de la forma en que ese discurso se presenta al electorado”, señalan los autores ne la introducción de su libro, donde plantean la distinción entre tres tipos de discursos: los de “ideologización fuerte”, los de “ideologización moderada” y los de “infraideologización”.
Entre los once casos analizados, nos detendremos aquí en el análisis de la campaña presidencial argentina de octubre de 2007, la contienda electoral boliviana de diciembre de 2009 y la brasileña de octubre de 2006.
La campaña argentina de 2007 se dio en un “contexto signado por la crisis del tradicional bipartidismo” y con un sistema de partidos que la autora define como “multipartidismo fragmentado”. “Si tuviéramos que responder al interrogante sobre si la campaña presidencial de 2007 en la Argentina estuvo o no signada por la ideología, sin dudas responderíamos por la negativa”, adelanta Farré en sus conclusiones. Aclara que se trató de una “campaña con discursos de ideologización moderada o eventual”, en la que ambas candidatas buscaron “apelar al centro del espectro ideológico, apelando a la unidad, a la construcción de una nueva Argentina y buscando el voto de todos aquellos que desde 2001 estuvieran desencantados de la política y que rechazaran la vieja política”.
En cambio, en diciembre de 2009 en Bolivia se planteó una marcada polarización entre Evo Morales y su rival, el ex militar y ex prefecto de Cochabamba, Manfred Reyes Villa. “Reyes Villa buscó acercarse a la derecha opositora de Morales con una campaña negativa”, concluye Marcela Farré, quien sostiene que “Morales se diferencia de su anterior campaña izquierdista al buscar acercarse a las clases empresarias y a los grupos de mayor poder adquisitivo” buscando “puntos de encuentro” con los sectores que antes lo rechazaban. El mandatario, postulante del Movimiento al Socialismo (MAS), buscaba “posicionarse como un candidato más inclusivo en sus ideas y propuestas”, frente a un Manfred Reyes Villa que intentó construir una imagen de “salvador de Bolivia” e hizo gala de un discurso centrado en la “mano dura” para hacer frente a la inseguridad.
El último caso, el de los comicios brasileños de octubre de 2006, enfrentó a dos candidatos, Lula y Geraldo Alckmin, con visiones de la realidad bien distintas, quienes protagonizaron una campaña “altamente ideologizada”. Lula se caracterizó por construir tres imágenes de sí mismo: la de “conciliador entre los intereses de élite y el pueblo brasileño”; la de hombre que “vino de la nada y venció”; y la de “líder de las causas sociales”. Mientras tanto, Alckmin se presentó como un heredero de Fernando Henrique Cardoso, con propuestas que giraron “alrededor de la descentralización, mediante la cual proponía desinflar el aparato gubernamental nacional y dotar de más poder a los municipios”.