Shinzo Abe renunció a su cargo el pasado viernes y el futuro de Japón es hoy una incógnita. Foto: AFP.

El padre del plan que puso fin a más de dos décadas de estancamiento de la economía nipona se ha convertido en el gobernante más longevo de su historia constitucional. ¿Qué legado deja a su sucesor? Por Mariano Roca

La renuncia del premier Shinzo Abe, quien comunicó a sus ciudadanos el pasado 28 de agosto que un problema de salud le impedía continuar ejerciendo el cargo, sorprendió a propios y extraños. En el poder desde diciembre de 2012 y confirmado en el puesto tras las elecciones de 2014 y 2017, Abe pertenece a una “estirpe de políticos”, tal como señaló a DEF el investigador de la Universidad del Salvador (USAL), Luis Ignacio Argüero. Su abuelo materno, Nabusuke Kishi, y su tío abuelo materno, Eisaku Sato, fueron primeros ministros, respectivamente, entre los años 50 y 70; mientras que su padre, Shintaro Abe, ocupó distintas carteras de gobierno y fue ministro de Relaciones Exteriores entre 1982 y 1986.

Exponente del Partido Liberal Democrático, fuerza hegemónica del país desde los años 50 del siglo pasado, Abe ya había tenido un breve paso por el cargo de primer ministro entre 2006 y 2007. Cinco años más tarde, regresó con bríos renovados y lanzó su ambicioso programa para revitalizar la economía japonesa luego de dos décadas de bajo crecimiento y deflación. “El plan, conocido como Abenomics, se basaba en tres pilares: la expansión monetaria, las reformas estructurales y una política fiscal robusta”, detalla Argüero, quien además define sus resultados como “moderadamente positivos desde el punto de vista del crecimiento económico, del mejoramiento del ambiente de inversiones y de la generación de empleo”. En los últimos meses, en el contexto de la pandemia y a pesar de la contracción del 7,8% en la economía entre abril y junio de 2020, la tasa de desempleo nipona se ha mantenido en apenas el 2,8%.


El plan económico de Abe consiguió resultados moderadamente positivos y generó un mejoramiento del ambiente de inversiones y de la tasa de empleo.


“El actual gobierno de Abe se dio en un contexto en el que China se estableció como la gran potencia de Oriente, con una presencia geopolítica cada vez mayor tanto en la región como a nivel global”, explicó el experto consultado por DEF, quien cuenta con un doctorado en Economía por la Universidad de Hiroshima. Recordó, por otra parte, que el renunciante premier nipón “vivió la transición de un EE.UU. conducido por Barack Obama al EE.UU. de Donald Trump, y, a pesar de los conflictos que este último ha generado en distintos lugares del planeta, en Japón no se han producido grandes ruidos en su relación con Washington, más allá de algunos reacomodamientos menores a nivel industrial”. Durante su administración, se firmaron el Acuerdo Transpacífico (bautizado como “TPP-11” tras la salida de EE.UU.) en marzo de 2018; y el tratado de libre comercio (TLC) con la Unión Europea, que entró en vigor en febrero de 2019. “La relación con las cadenas globales de valor está cambiando notablemente en Japón, que ha incentivado la relocalización de empresas fuera de China y su radicación en otros vecinos asiáticos, como Laos, Camboya, Vietnam y Myanmar”, completó el especialista.

“La relación con las cadenas globales de valor está cambiando notablemente en Japón, que ha incentivado la relocalización de empresas fuera de China y su radicación en otros vecinos asiáticos, como Laos, Camboya, Vietnam y Myanmar”, dice Argüero. Foto: AFP.

Un tema candente en la política japonesa y que Abe puso en la agenda pública fue la reinterpretación del artículo 9 de la Constitución (impuesta por EE.UU. al finalizar la Segunda Guerra Mundial), que limitaba la política militar del país a la mera existencia de unas Fuerzas de Autodefensas. Al respecto, Argüero puntualizó: “El problema pasa por dos cuestiones. Por un lado, si se produjese una eventual retirada de EE.UU. de Asia, Japón querría tener autonomía para poder desarrollar su propia industria armamentística y de defensa. El segundo punto es que, a partir de esta capacidad de desarrollar su industria militar, Japón tendría la posibilidad de exportar desde aviones hasta drones y otro tipo de equipamiento”. Se trata de un tema muy sensible, en el que no existe un consenso absoluto en la sociedad y en la clase política del país. “Todavía sigue presente el recuerdo de la generación que pasó por los momentos traumáticos de la Segunda Guerra Mundial”, agregó el investigador de la USAL.


Japón aspira a una mayor autonomía en materia de política de defensa, ante la hipótesis de una eventual retirada de EE.UU. –que hoy garantiza su protección militar– del continente asiático.


Otro punto álgido del debate interno es el que dio en torno al uso de la energía nuclear, luego del accidente de Fukushima de marzo de 2011, tras lo cual el gobierno había decidido la desconexión de sus 54 reactores, responsables de aproximadamente el 30% de la generación eléctrica instalada. “La política de Abe siempre fue favorable a la reapertura de los reactores”, indicó Luis Ignacio Argüero, quien puntualizó que se trata de “un país que no tiene autonomía energética”. Hoy, el país importa el 100% de los hidrocarburos que consume, la hidroelectricidad está siendo utilizada a su máximo potencial y, aun si sumamos las inversiones en fuentes renovables, su matriz energética no puede prescindir del componente nuclear. En ese sentido, a partir de 2015, se inició un progresivo proceso de reapertura de las centrales nucleares, con el objetivo de que esa fuente de energía represente entre el 20 y el 22% de la generación eléctrica en 2030.

Entre los desafíos que Abe se planteó al llegar al poder, y que deberá retomar su sucesor, el investigador de la USAL indicó el “cuello de botella” que implica el envejecimiento de la población, con una alta expectativa de vida, y la baja tasa de natalidad, que se ha ubicado por debajo de los dos hijos por mujer en los últimos 50 años. “Se instrumentaron diferentes incentivos para fomentar la participación femenina en el mercado laboral y para que los japoneses continuaran trabajando luego de cumplir la edad jubilatoria de 60 años”, indicó.


El envejecimiento de la población y la baja tasa de natalidad son dos de los mayores cuellos de botella del país asiático.


En cuanto al futuro político del país tras la renuncia de Abe, Argüero manifestó que “quien ocupe el cargo tendrá que continuar los lineamientos de la política que él trazó”. “Lo bueno de Japón es que, más allá de los eslóganes, existen políticas de Estado de largo plazo y la implementación de las decisiones no depende tanto del líder sino de la maquinaria burocrática”, precisó.

Abe Y Trump, una muestra de que la política con Estados Unidos siempre se mantuvo, a pesar de cualquier tipo de diferencia ideológica. Foto: AFP.

En las últimas elecciones, que tuvieron lugar en octubre de 2017, la líder del opositor Partido de la Esperanza y actual gobernadora de Tokio, Yuriko Koike, había presentado su propio plan económico, al que bautizó como Koikenomics, centrado en la reducción de impuestos a las empresas, una política de privatizaciones más agresiva y la promoción de zonas económicas especiales.  Su plataforma de lanzamiento internacional podrían ser los próximos Juegos Olímpicos de Tokio, postergados para el verano boreal de 2021, aunque todavía es muy temprano para hacer vaticinios sobre el devenir de la política japonesa.

Por ahora, la pelota está en el campo del Partido Liberal Democrático, que cuenta con una sólida mayoría parlamentaria y deberá elegir en las próximas semanas al sucesor del exitoso Shinzo Abe.

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