Sergio Gustavo Astorga, profesor e investigador de la Universidad de Congreso y de la Universidad Nacional de Cuyo, analizó las turbulencias económicas, políticas y sociales que vive la región.

En diálogo con DEF, Astorga analizó los factores subyacentes de las últimas crisis en América Latina y opinó sobre las marchas y contramarchas de los procesos de integración. “Vivimos una crisis del modelo neoliberal, que se fue implementando en distintos países de la región a partir del golpe contra Salvador Allende en Chile en 1973”, advirtió el docente de la carrera de Relaciones Internacionales de la Universidad de Congreso y secretario ejecutivo del Centro de Estudios Trasandinos y Latinoamericanos de la Universidad Nacional de Cuyo.

-¿Qué tan sólidas están hoy las democracias en América Latina?

-Luego de los procesos dictatoriales que vivimos en la región en el contexto de la Guerra Fría, hubo una confianza en que la democracia había llegado para quedarse. Sin embargo, vemos que existen ciertos límites que nos convocan a seguir profundizando el debate y a no pensar meramente en la democracia formal, sino en cómo los gobiernos deben responder a las distintas demandas que plantea la ciudadanía. Cuando los gobiernos no son capaces de canalizar las demandas que se van produciendo, comienza a haber conflictos y tensiones hacia el interior de la propia democracia.

“El Mercosur se encuentra tensionado por esas distintas miradas respecto de la integración regional. Se quiso seguir el modelo de la Unión Europea, pero siempre estuvo anclado en cuestiones económicas”, sostiene Astorga. Foto: F.C.

-¿Cuáles son esos límites que existen hoy en nuestras democracias?

-Las FF. AA. son un actor de veto relevante. Con las dictaduras, los militares tuvieron un protagonismo en política que ha sido rechazado. Sin embargo, los gobiernos democráticos no pudieron aún establecer las funciones específicas de los militares y de los diferentes órganos de seguridad, como las policías y los organismos de inteligencia. Hay un debate pendiente que implica repensar la capacitación de los miembros de estas fuerzas, la cuestión de los derechos humanos y la separación entre seguridad interior y defensa nacional. Por otra parte, los países latinoamericanos enfrentan escenarios de desigualdad históricos y es clave favorecer estrategias de desarrollo inclusivas.


“Cuando los gobiernos no son capaces de canalizar las demandas que la sociedad va produciendo, surgen tensiones hacia el interior de las democracias”.


-Con la fragmentación que existe a nivel ideológico, ¿corren riesgo los procesos de integración?

-Históricamente, a nivel de las instituciones regionales, la Organización de Estados Americanos (OEA) fue el actor clave después de la Segunda Guerra Mundial. Vino a institucionalizar la doctrina Monroe de “América para los americanos”. Ha habido otros procesos de integración liderados por EE. UU., que promovían el libre comercio, como el ALCA (Área de Libre Comercio de las Américas) o la IIRSA (Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional de Sudamérica). En paralelo, hubo otras instituciones que intentaron romper con esa mirada, como los casos de la Unasur, la Celac (Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe) e incluso el Alba (Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América). Estas dos líneas mostraron dos visiones enfrentadas: el “monroísmo” y el “bolivarianismo”. Hoy tenemos al Grupo de Lima y un conjunto de países con gobiernos neoliberales, que propugnan por instituciones regionales con menos burocracia y más coordinación política. Son los que inspiraron la creación de Prosur (Foro para el Progreso y el Desarrollo de América del Sur), del que participaron Chile, Brasil, Argentina, Colombia, Ecuador, Paraguay y Perú.

-¿Qué puede suceder con el Mercosur?

-El Mercosur se encuentra tensionado por esas distintas miradas respecto de la integración regional. El proceso siempre había tenido sus límites. Se quiso seguir el modelo de la Unión Europea, pero siempre estuvo anclado en cuestiones económicas. El Mercosur ha estado inserto en una polarización que lo debilita. Es una institución regional débil y muy dependiente de los gobiernos de turno. Hace falta pensar un Mercosur con menos ideología y que tenga un modelo de desarrollo que tome en cuenta las diferentes realidades nacionales. Debe haber una visión estratégica, de futuro, como la que tuvieron los gobiernos europeos, con una moneda común y diferentes marcos de democratización de las normas comunitarias. En América Latina, no llegamos ni mínimamente a lograrlo.