En diálogo con DEF, el historiador alemán Michael Goebel analiza el papel que tuvo el nacionalismo en la historia argentina del Siglo XX. Además, se refiere al revisionismo y a las diferencias en el recorrido histórico entre Argentina y Alemania.

Entrevista de Patricia Fernández Mainardi

Michael Goebel, es docente de la Universidad Libre de Berlín y autor del libro “La Argentina partida”. En diálogo con DEF se refirió a las razones que lo llevaron a interesarse en la historia de nuestro país y, particularmente, al origen y evolución del nacionalismo argentino.

-¿Por qué este libro?

– El libro, resultado tardío de una tesis doctoral que escribí en Londres, analiza el papel que ha tenido el nacionalismo en la historia argentina del siglo XX. Términos desdeñosos como “cipayo” y “vendepatria” o declaraciones en favor de la “soberanía nacional”, que resurgieron en los últimos años, demuestran que el nacionalismo juega un papel importante en la política del país. Por otra parte el libro, originalmente publicado en inglés, también se dirige a un público internacional y vincula el caso argentino con debates teóricos sobre nacionalismo al nivel mundial. Dado que esos debates teóricos han sido sumamente eurocéntricos y han descuidado la historia latinoamericana yo me pregunté qué nos enseña la historia argentina sobre cómo funciona el nacionalismo de un modo más general.

-¿Por qué el título “La Argentina partida”?

– La idea es soslayar que en la Argentina el nacionalismo, a pesar de su ostensible llamado a la “unidad nacional”, viene de la mano con una fuerte polarización política, como lo destacan los últimos tiempos. El título expresa así un argumento central del libro, a saber: a diferencia de muchos otros países, en la Argentina las líneas divisorias entre quienes pertenecen a la nación imaginada por los nacionalistas y quienes no, es muy internalizada. Los “vendepatria”, los “traidores” etc. suelen ser enemigos políticos internos, aunque supuestamente vinculados a intereses “foráneos”. Sospecho que este rasgo del nacionalismo argentino en parte tiene que ver con el hecho de que las diferenciaciones de índole étnico, lingüístico etc. resultan insuficientes para distinguir Argentina de otras naciones.

– ¿Como surgió tu interés en escribir sobre la historia argentina?

– Una estadía en Argentina de seis meses en 1996 despertó mi interés inicial. Luego, durante mi carrera de historia en Berlín, empecé a leer sobre debates historiográficas que tenían que ver con nacionalismo y autoritarismo. En Alemania esas discusiones juegan un rol muy importante por la experiencia del nacionalsocialismo, el holocausto y la segunda guerra mundial. Luego, me trasladé a Londres, donde existe un interés mucho más profundo por el nacionalismo en Argentina, debido tanto a Malvinas como a las estrechas relaciones históricas entre ambos países. Además tuve una excelente profesora en Londres, Nicola Miller. Con todo ello se profundizó gradualmente mi interés en la historia argentina.

– Con respecto a la política, sobre todo en lo que refiere al nacionalismo, ¿cuáles son las grandes diferencias entre la historia argentina y la alemana?

– En Alemania hoy día las expresiones más notorias de nacionalismo están bastante desacreditados, en buena parte por el nacionalsocialismo. Por ejemplo, cuando Angela Merkel ganó las últimas elecciones, el secretario general de su partido quería celebrar el triunfo con una banderita alemana. Merkel se la sacó de la mano y la desechó con una expresión enojada. (http://www.youtube.com/watch?v=UQB9A6YhSJg). Cuando en Alemania un político llama a la “recuperación de la soberanía nacional” o algo del estilo, vos más o menos sabés que el tipo no está muy lejos de los neonazis. Ahora, en algunos aspectos, como por ejemplo la xenofobia contra inmigrantes, hay un nacionalismo más feo en Alemania que en la Argentina. También es cierto que durante el mundial las calles de Berlín se llenarán de banderas. Pero a grandes rasgos el uso del término “nación” en Alemania ya hace sospechar a mucha gente que sos de ultra derecha. En Argentina no es así. Creo, sin embargo, que es Alemania, no Argentina, que es el caso excepcional en ese punto. Existen pocos países donde hay razones históricas tan contundentes como para desconfiar del nacionalismo como Alemania.

-¿Cómo caracterizas la historia argentina?

– El libro está escrito un poco contra una tendencia en la historiografía sobre la Argentina que era muy dominante en los años noventa, sobre todo en EEUU y Europa. Yo llamo “post-catastrófica” a esa literatura porque su fin era explicar la catástrofe de las violaciones de derechos humanos en los setenta. Me recuerda mucho cierta historiografía alemana que quería explicar el nacionalsocialismo. El objetivo es loable, pero conlleva el riesgo que los historiadores lean todo en clave teleológica. Según esa interpretación todo lo que ha pasado se convierte en un anuncio del desastre final, como si la historia funcionara como una tragedia griega. Hubo entonces muchos libros (por ejemplo el de Nicolas Shumway) que estrecharon la historia argentina a una constante de autoritarismo. Mariano Moreno o cualquier otra figura decimonónica de algún modo presagiaba Videla. Ese tipo de relato unidireccional no me convenció mucho, sobre todo porque al mismo tiempo se puede sostener que la Argentina “nació liberal”, como dijo Halperín Donghi una vez. Desde luego habría que ver qué significa ese liberalismo, pero yo quería matizar un relato demasiado enfocado en una supuesta continuidad de autoritarismo, que al menos en la literatura anglosajona era bastante hegemónico cuando empecé con mi libro.

-¿Qué lugar ocupa el nacionalismo en la historia del país?, ¿y el autoritarismo?

– Los dos son relacionados porque el nacionalismo se usa mucho con fines autoritarios, para deslegitimar el enemigo político o distraer de problemas internos. Malvinas es un buen ejemplo de este segundo uso. Nacionalismo y autoritarismo entonces son muchas veces equiparados. Pero la realidad es más complicada que la simple dicotomía entre nacionalistas y autoritarios por un lado y cosmopolitas y liberales, por el otro. Es que en Argentina muchos “liberales” eran bastante autoritarios en su liberalismo. Sarmiento por ejemplo tenía ideales liberales, pero para implementarlos a veces recurrió a medios autoritarios. Otro ejemplo es el gobierno militar de Aramburu en 1955. También me resulta difícil decir que Sarmiento o Aramburu eran “no nacionalistas”. Me parece que es más adecuado y fructífero hablar de diferentes imaginaciones de qué es y qué debería ser la nación y cómo alcanzarla a corto y mediano plazos. Por lo tanto el subtítulo del libro habla de “nacionalismos” en plural. No creo que haya un nacionalismo ni tampoco un autoritarismo en la historia argentina.

-¿Cómo organizas tantos años de historia en un libro?

– Opté por una organización cronológica, lo que facilita la orientación a los lectores internacionales que no necesariamente saben de historia argentina. Pero creo que para el público argentino también eso tiene la ventaja que el libro sea bastante accesible para gente sin mayores conocimientos previos.

-Partiendo de la idea de que la escritura de la historia oficial de un país es un lugar de lucha de poderes, ¿Quiénes pensas que la han definido en los distintos momentos históricos?

– Evidentemente Mitre contribuyó a fundar una especie de historia oficial en la segunda mitad del siglo XIX, atacada hasta el hartazgo y de una forma caricaturesca por los llamados revisionistas a partir de 1930 y hasta el día de hoy, cuando el gobierno kirchnerista se esfuerza de darles una mano a los revisionistas en la difusión de su narrativa. Pero me parece más interesante destacar los puntos en común entre la “historia oficial” decimonónica y el revisionismo nacionalista. Ambos son obsesionados con establecer un panteón de héroes nacionales con fines moralizantes. Esa inclinación hacia clasificar grandes hombres históricos en buenos y malos para que sirvan de baluartes en controversias políticas del presente es un síntoma de un déficit de legitimidad política. Y es muy raro pensar que este déficit pudiera resolverse con la imposición de un panteón patrio por encima de otro. Pero además es síntoma de cierto ombliguismo en la Argentina, no necesariamente militante, en el cual los historiadores profesionales aquí participan más de lo que suelen admitir. Hay muy pocos historiadores argentinos que se dedican seriamente a estudiar la historia de otros países. En mi opinión es un gran problema porque impide una mirada más comparativa y por ende más matizada en identificar particularidades y fenómenos que Argentina comparte con otros países. En ese sentido, la gran continuidad en la historiografía argentina es su nacionalismo metodológico.

-¿Qué lugar tienen los revisionismos en el debate histórico?

– Los historiadores todos deberíamos ser revisionistas en el sentido de que nuestra tarea es comprobar hasta qué punto una explicación de un fenómeno histórico aguanta el escrutinio a la luz de nuestras fuentes. Pero los que en Argentina se llaman revisionistas no han hecho eso. En lugar de formular preguntas e investigar han gritado eslóganes y vendido un relato simplista según el cual algunos personajes infames conspiraron para subyugar a la maravillosa nación argentina. Reclaman hablar en nombre del “pueblo” y la “nación” que nunca se tomaron el tiempo para estudiar o analizar. Siguen obsesionados con hombres famosos y batallas. Explicar los procesos y los cambios históricos les parece demasiado laborioso además de inútil para la producción de eslóganes como arma político. Por otra parte, los historiadores universitarios nunca han tomado muy en serio a los revisionistas, quizás por motivos entendibles, pero con resultados nocivos: ciertas ideas tomadas del revisionismo, como una vaga noción de que fuerzas poderosas conspiraron contra el país y tratan de evitar que “el pueblo” conozca “la verdad”, hoy día casi forman parte del sentido común. Lamentablemente tiene el efecto contrario porque desalienta la formulación de preguntas interesantes y la investigación seria.

-¿Con qué se va a encontrar el lector?

– Creo que eso depende mucho del lector. Pero seguramente se encontrará con un esfuerzo serio de repensar algunas preguntas claves de la historia argentina del siglo XX que últimamente se han planteado de nuevo a la luz de la situación política actual del país.

“La Argentina Partida”

Autor: Michael Goebel

Editorial: Prometeo

Año: 2013

Págs: 340