Luego del accidente en la central atómica de Fukushima Daiichi, la polémica en torno a la viabilidad de esta fuente de energía vuelve al centro de la escena. Mientras sus defensores consideran que es una opción limpia y confiable frente al inexorable agotamiento de los combustibles fósiles, los detractores centran sus críticas en la vulnerabilidad de las instalaciones, la contaminación que genera todo el ciclo del combustible nuclear y el riesgo de radiación al que se ven expuestas las personas que viven en áreas circundantes.

El terremoto y el posterior tsunami del pasado 11 de marzo en la costa nororiental de la isla japonesa de Honshu descargaron su furia no solamente contra la población, las viviendas, las refinerías petroleras y otro tipo de establecimientos industriales de la zona. Por si el drama ocasionado por la naturaleza no fuera suficiente, los daños sufridos por cuatro de las seis unidades de la planta nuclear Fukushima Daiichi encendieron la luz de alerta y reabrieron en el mundo entero la discusión sobre el futuro de la energía nuclear. En principio, el accidente había sido catalogado como de nivel 4 en la Escala Internacional de Eventos Nucleares y Radiológicos (INES), que implicaba un “incremento anormal de las dosis de radiactividad dentro de los límites del centro nuclear”. Posteriormente debió ser recategorizado por las propias autoridades niponas en el nivel 5, considerando la “liberación limitada, pero considerable, de radiación hacia el exterior de la planta” y  la posibilidad de “severos daños en el núcleo del reactor” (luego del cierre de esta nota, el accidente fue elevado al nivel 7 de la escala INES).

LA CRISIS EN JAPÓN

¿Cómo se desencadenaron los sucesos en Fukushima? En principio, el tsunami dejó inutilizables los sistemas de emergencia para la refrigeración de los reactores, que comenzaron a sobrecalentarse. De acuerdo con las normas de seguridad, se procedió al venteo controlado de vapor radiactivo. Al día siguiente de la catástrofe natural, como consecuencia de la gran acumulación de hidrógeno, se produjo una explosión que destruyó el techo del edificio de la unidad 1. El 14 de marzo se registraron dos nuevas explosiones que afectaron los edificios de las unidades 2 y 3, mientras que el 15 de marzo se produjo un incendio -que luego pudo ser controlado- cerca de la pileta de decaimiento donde se encontraban almacenados los elementos combustibles gastados de la unidad 4, cuyo reactor estaba en parada técnica desde noviembre del año pasado.

El gobierno japonés y la Tokyo Electric Power Company (TEPCO), operadora de la planta actuaron rápidamente para mitigar las consecuencias de una situación que ya a esa altura era seguida con preocupación por la comunidad internacional. Mientras se intentaba reestablecer la energía eléctrica para volver a activar los sistemas de refrigeración de emergencia, se decidió inyectar agua de mar con ácido bórico para enfriar los reactores, al tiempo que se buscaba restablecer el nivel de agua de la pileta de decaimiento de la unidad 4 de Fukushima, afectada por una filtración debido a una fisura en su estructura a raíz del terremoto.

Consultada por DEF, la ingeniera química Maggie Videla -ex becaria de la Agencia Japonesa de Cooperación Internacional (JICA) y especialista en higiene ambiental y seguridad industrial- aclaró que la seguridad de las plantas nucleares niponas es “comparativamente superior a la del resto de las centrales existentes en el mundo”, entre otras cosas, por su “contexto de emplazamiento” en una zona de elevado riesgo sísmico, aunque aclaró que ningún proceso está exento de la posibilidad de fallas. En ese sentido, el vocero de la Agencia de Seguridad Nuclear e Industrial, Hidehiko Nishiyama, señaló que los sistemas eléctricos de emergencia de Fukushima no estaban protegidos de manera ademada, lo que los hizo vulnerables al tsunami, aunque admitió que se deberá analizar detenidamente la situación para emitir un diagnóstico definitivo sobre lo sucedido.
El peligro de la radiación

La población también sufrió las consecuencias de esta crisis nuclear. Al detectarse niveles de radiación por encima de los tolerables, se procedió a la evacuación de los residentes en un radio de 20 kilómetros en torno a la planta. Se aconsejó además a quienes vivieran de 20 a 30 kilómetros de allí que permanecieran en el interior de sus viviendas. A todos ellos se les distribuyeron pastillas de yodo estable. Al respecto, el doctor Daniel Cragnolino, jefe del Servicio de Medicina Nuclear del Hospital Universitario Austral, explicó que estas dosis deben ser ingeridas para evitar la absorción de yodo radioactivo, que es el primer elemento que se dispersa en caso de una fuga por ser altamente volátil y es absorbido por la tiroides, glándula encargada de regular el metabolismo corporal.

“Al absorberlo, la glándula tiroides se irradia y puede terminar destruyéndose por la acumulación de yodo radioactivo; si uno la satura con yodo no radiactivo, lo que hace es bloquear la tiroides y no dejar que el radiactivo ingrese”, detalló este especialista. Se trata de una medida preventiva, pero si la persona ya incorporó el yodo radiactivo, se lo puede llegar a desplazar por el no radiactivo porque la tiroides realiza un recambio muy rápido de esa sustancia. Agregó que la sobreexposición a la radiación puede provocar, a largo plazo, distintos tipos de cánceres de acuerdo al radioisótopo involucrado. “En el caso del yodo, destruye primero la glándula y produce un hipotiroidismo; a la larga, esa glándula destruida pero fibrosada puede degenerar y transformarse en un cáncer de tiroides”, puntualizó el profesional.

Al ver las imágenes de las largas colas de ciudadanos japoneses disciplinados, esperando su turno para controlar sus niveles de radiación, recibir sus pastillas de yodo y proceder a la evacuación de sus hogares, surge inmediatamente la pregunta acerca de la idiosincrasia de la población nipona. Al respecto, Maggie Videla, quien vivió en ese país asiático, destacó “la conjugación de la tecnología más avanzada con una cultura milenaria basada en valores ancestrales”. Sostuvo que la sociedad está preparada para enfrentar cualquier tipo de situación límite, en particular aquella que se deriva de desastres naturales. “Son conscientes de que se encuentran en una zona de elevado riesgo sísmico y, en consecuencia, el entrenamiento es riguroso, continuo y tomado con la seriedad que se requiere”, sintetizó.

POSICIONES ENFRENTADAS

A partir de los hechos ocurridos en Fukushima, volvió a ser cuestionada la confiabilidad de este tipo de instalaciones. “Los reactores nucleares son una fuente de energía sucia y peligrosa, que siempre será vulnerable a la combinación potencial de un error humano, fallas de diseño y desastres naturales”, opinó Jan Beranek, jefe de la Campaña Nuclear de Greenpeace Internacional. Frente a la inquietud reinante, el titular de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA), Yukiya Amano, intentó llevar tranquilidad y en un discurso ante la Junta de Gobernadores del organismo, sostuvo que la generación nucleoeléctrica seguirá siendo para muchos países “una opción viable” y una “fuente  de energía estable y limpia”, aunque reconoció que “será necesario aprender de las lecciones” que ha dejado la crisis en Fukushima. Solicitó además reexaminar el rol de la institución que él preside en el control de los estándares de seguridad nuclear.

Mientras tanto, la Unión Europea decidió someter a evaluación los niveles de seguridad de todas las centrales nucleares que se encuentran en funcionamiento en los países miembros del bloque. Lejos de tranquilizar a la población, apenas conocerse las noticias que llegaban desde Japón, el comisario europeo de Energía, el alemán Günther Oettinger, utilizó una frase poco feliz, al hablar de “apocalipsis”. En cambio, el director de la Agencia de Energía Nuclear de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, el español Luis Echávarri, eligió el camino de la prudencia y recalcó que no se trataba de un “accidente nuclear generado por un mal diseño o por una mala gestión, sino por un terremoto y un tsunami”. Llamó a las autoridades nacionales a no precipitarse en sus decisiones respecto de la suspensión de programas nucleares en curso, y admitió que “habrá que poner requisitos adicionales en las centrales nucleares”.

Por su parte, China suspendió temporalmente los proyectos que tenía en carpeta para la construcción de 28 nuevas centrales nucleares y revisará la seguridad de las plantas que tiene en funcionamiento. Actualmente, el gigante asiático cuenta con 13 centrales en actividad. “En el desarrollo de la energía nuclear la seguridad debe ser la principal prioridad”, afirmó en un comunicado el Consejo de Estado chino, que impondrá “estándares más avanzados” para la evaluación de aquellas obras. En la India, el otro gran protagonista en la carrera por la construcción de nuevas plantas nucleares, el gobierno también ha ordenado una revisión de los sistemas de seguridad de las instalaciones ubicadas en el país.

LA POLÉMICA EN ARGENTINA

Nuestro país no fue ajeno al debate. La Autoridad Regulatoria Nuclear (ARN) ha intentado llevar calma a la población, sobre la seguridad de las instalaciones que se encuentran en operación en nuestro país y aseguró que mantiene la fiscalización y el control sobre los equipos y componentes del proyecto Atucha II. La ARN aseguró, además, que lleva a cabo un “continuo monitoreo ambiental en las zonas circundantes a las centrales nucleares en funcionamiento (Atucha I y Embalse), con el objetivo de controlar el cumplimento de la normativa regulatoria en la materia”.

Mientras tanto, Greenpeace cuestionó el plan nuclear argentino por sus riesgos y enormes costos económicos. Su director de campañas, Juan Carlos Villalonga, cuestionó el proyecto Atucha II, próximo a inaugurarse, por considerarla “una planta antigua y cara, que no hace otra cosa que incrementar los riesgos nucleares en el país y aumentar el legado de basura altamente radiactiva que le dejaremos a las futuras generaciones”. Se refirió, además, a los pasivos ambientales que genera la actividad y mencionó al respecto la denuncia realizada en 2005 por los altos valores de uranio en la red de agua potable que abastece a las viviendas ubicadas en las inmediaciones de la Centro Atómico Ezeiza, acusación que fue rechazada por la ARN.

En relación al diseño de las nuevas plantas nucleares, en diálogo con DEF-TV, el ingeniero Carlos Terrado, miembro de la ARN, destacó los avances tecnológicos alcanzados. “Los reactores nuevos tienen sistemas de seguridad más modernos que los de la década del 70 y muchos de ellos utilizan sistemas pasivos -por convección natural, por ejemplo- que evitan los problemas que hacen que por falta de electricidad no haya bombas que refrigeren los reactores”, explicó. Un ejemplo de esta tecnología de última generación es el CAREM (Central Argentina de Elementos Modulares), proyecto desarrollado por la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), cuyo prototipo de 25 MW está siendo desarrollando en la actualidad. Posteriormente, se iniciarán los estudios de impacto ambiental para instalar un primer módulo comercial de este tipo en la provincia de Formosa.

La energía nuclear ha sido históricamente un foco de polémica en todo el mundo por su uso dual -civil y militar- y por los riesgos asociados a su funcionamiento y a la gestión del ciclo del combustible. El accidente en la central de Fukushima ha reabierto la polémica y obligará a una revisión integral de los estándares de seguridad de las plantas en todo el mundo.