Mercedes D’Alessandro es una de las fundadoras de Economía Femini(s)ta, el espacio que en las redes sociales logró despertar un debate acerca de la información económica desde una perspectiva de género. Acaba de publicar su primer libro, Economía feminista” en el que invita a la construcción de una sociedad igualitaria, pero sin perder el glamourPor Nadia Nasanovsky

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Doctora en Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires y profesora universitaria, Mercedes D’Alessandro divide su tiempo entre la academia y la difusión del conocimiento científico al público masivo mediante el blog y las cuentas de redes sociales de “Economía Femini(s)ta, el espacio que creó junto a una colega en 2015.

En diciembre pasado lanzó su primer libro, Economía Feminista, que invita a reflexionar sobre el papel de la mujer en la economía y en la sociedad en general, para desnaturalizar muchos fenómenos que habitualmente se dan por sentados, en pos de la construcción de una sociedad más igualitaria.

Desde su casa en Nueva York, donde reside, dialogó con DEF sobre el libro y sobre la perspectiva de género en la economía. También compartió detalles de su participación en la Marcha de las Mujeres, que tuvo lugar en Washington un día después de la asunción del presidente de EE. UU. Donald Trump, y adelantó detalles del paro internacional por los derechos de las mujeres que organiza para el 8 de marzo el colectivo Ni Una Menos, del cual es parte.

-¿Qué repercusiones tuviste con el libro?

-Las repercusiones fueron buenísimas. Estuve en Buenos Aires y en Posadas en diciembre, en las semanas de las fiestas, e hice un montón de presentaciones del libro, me escribieron de Corrientes, de Santa Fe, de Córdoba, de todos lados, para que fuera a presentarlo, pero no me daba el físico. Estimo que el próximo viaje voy a tratar de ir, aunque sea a Rosario, a Córdoba. Yo soy de Misiones y me interesa mucho que estos temas lleguen a las provincias, que no quede todo condensado en Capital. Cuando salió, hicieron una tirada de 3000 ejemplares que se agotó en menos de un mes, reimprimieron y en enero ya estaba de vuelta en las librerías. Quiero que todos tengan la oportunidad de leerlo, creo que es un tema que tiene que estar más en agenda.

-¿Cómo se gestó?

-El libro es el resultado del trabajo que hacemos en el blog Economía Femini(s)ta. Si bien lo escribí yo sola y los contenidos son propios, todo surge de los debates que dimos en las redes sociales con la cuenta Ecofeminita. Yo uso mucho las redes, me enfrento a un montón de discusiones y está bueno porque se discute muy horizontalmente. Di clases mucho tiempo y no es lo mismo, porque los alumnos quieren quedar bien con vos, porque le vas a poner una nota. Además, el estudiante está ahí porque le interesa esa carrera, ese tema, en cambio, en las redes sociales, llegas a un público que quizás no está interesado particularmente en el tema ni en quedar bien con vos, o que no tiene formación o por el contrario, que leyó un montón del tema, nunca sabés con quién te encontrás. Hay argumentos de todo tipo.

-¿Qué es “Economía Femini(s)ta”? ¿Cuándo lo crean y quiénes?

-El blog nació en 2015, a partir de una notita que se tituló “Las mujeres ganamos menos que los hombres en todo el planeta (y tu mamá, también)”. Tuvo tanta repercusión, nos la levantaron en los diarios, se empezó a replicar por todos lados, que decidimos armar la cuenta de Twitter. Lo empezamos con Magalí Brosio, que estaba en ese momento en Italia, las dos desde afuera. Después se prendió también Violeta Guitart, que había sido alumna mía en dos materias y compañera de militancia de Magalí, y luego se sumó Agurtzane Urrutia, que es la diseñadora, que cambió bastante nuestra posición frente al público, pasó de ser un simple blog a una página con muchas funciones, por ejemplo, podemos dar espacio a colaboradores. Eso es de lo más lindo, que se generó una comunidad que lo consume y que además colabora espontáneamente. Es una comunidad que produce y consume contenido.

-¿Qué es la economía feminista?

-Es una forma crítica de entender la economía. Hace eje en conceptos que no aparecen en la economía mainstream, uno de ellos, es el trabajo doméstico no remunerado. En la economía mainstream lo que aparece como problema económico es aquello que tiene un precio. Entonces, se analiza, desde distintos ángulos, cómo se fijan los precios de los trabajadores, los precios de los productos, de los costos de producción, todo tiene que ver con los precios, si suben, si hay espirales… La discusión en la economía política clásica, por ejemplo, es qué es el valor, es decir, cómo se determinan los precios. Desde entonces, las discusiones siempre se focalizan ahí.

La economía feminista marca que, en todo este trayecto, desde Adam Smith hasta hoy, todos se han olvidado de un trabajo que es fundamental para el funcionamiento de la sociedad, que es el trabajo que realizan mayoritariamente las mujeres y dentro de los hogares: el trabajo doméstico no remunerado y el del cuidado. Son dos formas de trabajo que quedan fuera de este vector de precio.

Es una cuestión muy naturalizada…

-Sí, tenemos naturalizado que no es trabajo porque el trabajo está asociado a lo que recibe una remuneración, al asalariado. Si yo te pregunto si hoy fuiste a trabajar me vas a decir que sí, que fuiste a la oficina, no me vas a contestar que sí porque estuviste lavando platos. La forma en que nos damos cuenta de que eso es un trabajo también es cuando tenemos que pagarle a otra persona para que lo haga. Si esto fuera una actividad esporádica, a lo mejor no sería para tanto… Pero es un trabajo que hacemos mayoritariamente las mujeres, que lleva largas horas e impide en muchos casos que, en esas horas, hagan un trabajo pago. No es un trabajo que no tiene implicancia en la vida cotidiana, sino que es algo que lleva una jornada larga, de hasta 6 horas, y que recae sobre los hombros de las mujeres. En ese sentido es importante, si lo cuantificás en horas, como se hace con las encuestas de uso del tiempo, es una gran cantidad de tiempo que impacta sobre la participación laboral de las mujeres.

La economía feminista pone el lente ahí para mostrar que si ese trabajo fuera remunerado haría aumentar el PBI. Incluso se puede medir el impacto que tiene sacar horas de trabajo doméstico en términos de la participación de las mujeres en el mercado laboral.

UNA REVOLUCIÓN CONCEPTUAL

-Tu libro contiene muchas estadísticas, ¿Qué crítica se hace, desde la economía feminista, a los indicadores económicos tradicionales?

-Tendríamos que tener muchos indicadores nuevos, aunque también hay muchas cosas que sí están pero que muchas veces no se publican. En el INDEC, por ejemplo, hay indicadores de género pero muchas veces en el informe no aparece. En primera instancia, hay que insistir con que salgan separados por sexo.

Después, sí, hay otras cosas que no hay. La encuesta de uso del tiempo que menciono en mi libro, que revela que 76 % horas dedicados a trabajos remunerados lo hacemos las mujeres, se hizo una sola vez en Argentina, en 2013. Es un dato que necesitamos seguir construyendo, que se debería relevar con la EPH, todos los meses, como los indicadores laborales, y otros. Otro punto a destacar es que estas encuestas se hacen en zonas urbanas y no incluyen las rurales, donde los roles de las mujeres son muy distintos.

También se necesitan cosas intermedias, como encuestas a nivel empresarial, que midan medidas de productividad, cómo cambia a partir de licencias maternales o paternales, les haría ver que mejora el rendimiento, que es lo que han mostrado estudios en el resto del mundo, que por ejemplo tener más mujeres en equipos directivos mejora la productividad, y lo mismo con las licencias.

-¿Qué implicancias tiene poner en foco estas cuestiones?

-De esto salen un montón de ramas: la economía del cuidado, que trata de ver cómo hacer para que estos cuidados que hoy tienen a cargo las mujeres se repartan a nivel social. Porque no es una cosa solo de varones y mujeres, sino de cómo socialmente se reorganiza ese trabajo, con guarderías, jardines maternales, geriátricos, comedores, clubes.

-La idea es empezar a pensar estos asuntos…

-Sí, ese es el punto, que ni siquiera estamos pensando en esto. Por ejemplo, en Argentina, solamente en la Universidad de Buenos Aires hay en la carrera de Economía una materia, electiva, que se llama Economía y género, en el resto de las universidades ni existe. Te podés recibir de economista sin que jamás se te haya ocurrido pensar en este tema ni en el impacto que tiene.

-¿Es por esto que en el libro te referís a la necesidad de una revolución conceptual?

-Sí, es un poco esto. Ahora, de a poco, está empezando a ganar lugares en la agenda de debate público, y creo que esto va a empezar a plantearse de a poco.

FEMINISMO, HOY

-Más allá del enfoque económico, ¿Qué significa ser feminista?

-Es una posición política, es la búsqueda o la lucha por la igualdad. Dentro de esto hay muchas posiciones, muchas formas de ser feminista. Para mí, el ser feminista tiene que ver con una posición no solo de igualdad entre varones y mujeres sino política en términos de clase social. El feminismo para mí tiene que tener una perspectiva de clase y en ese sentido me considero feminista marxista, por ejemplo, al igual que otras corrientes, a mí me interesa la cuestión del techo de cristal, pero concretamente me interesa si lo podemos romper con un objetivo, que corresponde a las mejoras de las condiciones de las trabajadoras.

-¿Cómo se rompe con el estereotipo de mujer enojada, quejosa? ¿Qué respondés a los que las tildan de “feminazis”?

-La respuesta está siendo social. Se responde con los hechos claros, concretos. Yo respondo que sin las feministas no hubiésemos hecho nada, por ejemplo, con respecto a la violencia de género. Hay mujeres enojadas porque las están matando, que usan ese enojo para visibilizar este problema. Somos mujeres que estamos enojadas porque trabajamos el doble que los varones, que estamos discutiendo por nuestros derechos, porque ganamos 27 % menos que los varones. En definitiva, no es que hay solo quejas, hay acción. Estamos generando alternativas, proyectos, organizaciones, para conquistar nuestros derechos y mantener los que ya tenemos.

-Si tuvieras que señalar dos o tres puntos críticos en la lucha por la igualdad de la mujer, ¿cuáles serían?

-Primero, lo invisible del trabajo do- méstico no remunerado. Es central que se entienda y se vea, y que dejemos de pensarlo como un problema privado. Es un problema social, determina las posi- bilidades de miles y millones de mujeres que no tienen opción de decidir no hacer esos trabajos. Y, en segundo lugar, la participación política de las mujeres, porque más allá de nuestras ínfulas revolucionarias, lo cierto es que para transformar leyes se necesitan mujeres que estén legislando, decidiendo, que firmen documentos y que peleen por ellos en los lugares donde se dirimen estas cosas, las legislaturas, los congresos, los sindicatos. Necesitamos mujeres que rompan esos techos de cristal.

MUJERES vs TRUMP

-Estuviste en la Marcha de las Mujeres en Washington el día después de la asunción de Donald Trump, ¿Cómo lo viviste?

-Todavía tengo la piel de gallina. Me fui desde Nueva York a Washington en cuatro horas y media de colectivo y volví en el día porque no pude encontrar alojamiento. La marcha se convocó cuando se anunció como ganador de las elecciones a Trump y a principios de enero ya estaban agotados los pasajes para ir desde acá. Creo que nadie pensó que iba a ser tan masiva.

Llegué a tomar el colectivo a las 5 de la mañana, y éramos todas mujeres… Desde chicas de 16 años a mujeres de 70 con bastones. En 15 minutos que estuve, salieron cuatro colectivos llenos y había 10 puntos más desde donde salían… Cuando llegamos, el tráfico era tremendo, lleno de autos con gente que iba a la marcha, todos con los sombreros rosa, carteles… ¡Era el Disneylandia de las feministas!

Estaba todo muy bien organizado, había una app con todas las indicaciones de cómo llegar, y una vez allí, te detallaba dónde estaban los baños, los lactarios, las rampas para discapacitados, los servicios de salud, todo. También te marcaba el caminito de la marcha, que finalmente no se pudo hacer de la cantidad de gente que había. Washington normalmente tiene 400.000 habitantes y ¡había 680.000 personas ese día!

-¿Qué crees que significó esta marcha?

-Estaba convocada y liderada por mujeres y la mayoría de los carteles era sobre derechos reproductivos, pero sobrepasó eso, las consignas iban desde el cambio climático, no a la discriminación, no a la xenofobia, no a todo tipo de discriminación, por black lives matter (campaña contra la violencia policial contra los negros). Lo que quiero decir con esto es que de alguna manera para mí las muje- res hoy están canalizando la agenda más progresista de la sociedad. Las líderes mujeres hoy en Argentina EE. UU. y Europa son líderes progresis- tas con una agenda muy amplia, muy in- clusiva, que incluye todo esto, derechos civiles, reproductivos, cambio climático, libertades individuales… Creo que la marcha fue para decirle a Trump: “Tuviste una campaña xenófoba, racista, misógina, acá estamos para hacerte frente, para que no se dé ni un paso atrás con respecto a estas conquistas”.

-Hay quienes critican que esto se haya hecho tras unas elecciones, que no apoyen al presidente electo…

-Nadie fue a decir que se vayan todos ni a pedir por un golpe de Estado. El mensaje era: “Estamos acá y estamos por todo esto”. Era para marcar el inicio de una nueva etapa en la cual vamos a estar disputando estos espacios y para que Trump sepa que no vamos a dar marcha atrás en estos temas.

-¿Hay algún paralelismo con las marchas del colectivo #NiUnaMenos en Argentina y el paro que se está organizando para el 8 de marzo?

-En Argentina las mujeres también están canalizando demandas progresistas. Es algo que tienen en común estos dos movimientos. En ambos casos, y salvando las enormes diferencias, hubo cambios radicales de gobierno, de Obama a Trump y del kirchnerismo al macrismo. Los partidos que dejaron el poder salieron muy golpeados. Hubo desolación, descontento. Durante el año pasado, la única marcha masiva que hubo fue la del paro general del #NiUnaMenos, de la que fuimos organizadoras con Ecofeminitas. Si bien fue más bien simbólico, fue importante a nivel visual, con todas en la calle, bajo la lluvia. Mostró que estábamos fuertes contra la violencia de género y lo mismo con la consigna “Vivas nos queremos”, que se entiende en un sentido amplio, para que la sociedad tome conciencia del lugar que tienen las mujeres en el sistema productivo, para mostrar el trabajo doméstico invisibilizado y, por otro lado, que en el trabajo remunerado que hacemos ganamos me- nos que los varones y no accedemos a puestos jerárquicos. Entonces, sea que no podemos trabajar porque estamos haciendo tareas domésticas o bien porque estamos en el mercado laboral, en los dos casos estamos siendo tratadas de una manera diferenciada y con muchas menos posibilidades de desarrollo. Nos cuesta el doble todo.

El paro que se está preparando para el 8 de marzo busca generar una visión más compleja, trascender el hecho de la violencia de género, para entender también que hay muchas otras dimensiones, por ejemplo, la dependencia económica, el aborto ilegal, el acceso a educación sexual… Hay un montón de cosas que todavía son terreno de disputa, y que creo que el paro del 8 de marzo tiende a abrir un poco más la mirada para incluir otros aspectos de la desigualdad que impactan en el conjunto de la sociedad, lo que le va a dar el carácter progresista que tuvo la marcha en Washington.

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