El director de las carreras de Gobierno y Relaciones Internacionales de la UADE, y especialista en temas de defensa, analizó el presente de las Fuerzas Armadas y trazó algunas líneas de trabajo posible para un futuro próximo. Fotos: Fernando Calzada.

¿Qué visión tiene de la defensa hoy en nuestro país?

Son treinta años de inercia. Es una discusión que en la democracia se ha dado fraccionada. Desde el punto de vista normativo, la Ley de Defensa se fue desacoplando de las necesidades estratégicas del mundo y de la Argentina. Hay dos cuestiones a considerar: por un lado, la defensa se llenó de clichés y hoy la fuerza militar no representa lo que esa fuerza debería generar. Hay una alteración de su misión principal, que es defender la soberanía del país. En la década del 90 se puso el acento en las operaciones de paz, que son centrales en términos de inserción en el mundo, pero que no dejan de ser actividades subsidiarias. En la última década, las FF. AA. fueron relegadas a tareas de defensa civil a través de todo su sostén logístico. Eso desvirtuó mucho su razón de ser.

¿Se alcanzó un clímax en esta situación?

Creo que no. La situación del ARA San Juan generó un momento, una toma de conciencia. Por establecer un paralelo que no es del todo correcto, podríamos tomarlo como lo que sucedió con la tragedia de Once y los trenes. Ahora bien, esta última tuvo la particularidad de que afectó directamente al ciudadano de a pie, en cambio, lo del submarino está encapsulado en un nicho específico de las fuerzas o de la gente que discute de temas de defensa. Esa diferencia hizo que se haya resuelto rápido el estado de los trenes (los nuevos coches vinieron después del accidente) y que lo del submarino se aprecie como hecho contingente secundario, con voces que ahora discuten por qué Argentina debería tener una fuerza de submarinos.

¿Esas voces siempre estuvieron?

El problema es que se han afianzado los clichés. Por ejemplo, está el cliché que sostiene que las FF. AA. son un seguro. En realidad, el seguro repara o repone aquello que se perdió. Las FF. AA. no son eso, sino el componente central que impide que alguien entre al territorio cuando no se lo desea. Siguiendo con la analogía, se pueden tener todos los seguros que se quiera, pero si la compañía de seguros descubre que la cerradura es mala, va a decir que no se hizo lo suficiente para proteger la casa. Por lo cual deberíamos pensar a las Fuerzas Armadas como una cerradura y no como un seguro. Entonces, aquellos que discuten sobre la defensa dicen que no hay un problema en la cerradura, sino en la calidad de la cerradura, o que se gasta poco o mal en ella. Esa es la discusión a la que nos está llevando un sector de la academia que quiere mantener un statu quo desfavorable a las FF. AA.

¿Hay voluntad política para avanzar en alguna discusión más trascendente?

Hay voluntad; al menos hay ganas de empezar a enderezar el problema, pero su magnitud es tan grande y los costos son tan altos que, en la escala de prioridades, ocupa una lugar marginal. Esa voluntad debe entender que la lógica de la inserción inteligente de Argentina en el mundo tiene un componente militar. En un futuro cercano será fundamental interactuar con otras fuerzas militares del mundo que demanden de la Argentina ciertas capacidades, y es central que esas capacidades estén. Dicho eso, creo que la conciencia más grande que hay en la actualidad es tratar de ver cómo se van resolviendo las cuestiones de los espacios comunes en aire, el mar y el ciberespacio. Ahí están queriendo empezar a poner énfasis. En algún punto, el gobierno tiene que aceptar que es necesario el reequipamiento de las Fuerzas Armadas, con las respectivas lógicas de prioridades. La academia ha sido muy resistente a discutir este tipo de planteos, en parte por desconocimiento y porque siempre se piensa que el equipamiento equivale al fortalecimiento de las FF. AA. y que eso, en definitiva, puede traer algún problema a las instituciones democráticas. Está probado que esto es falso porque, aun con todas las falencias, las instituciones democráticas son resilientes. La prueba fue la crisis de 2001.

LA MODERNIZACIÓN NECESARIA

¿Qué tiene que tener una buena política de defensa?

Cuando miro el espacio estratégico, la política de defensa se tiene que construir de manera escalonada. Ese escalonamiento tiene que ver con las estrategias de antiacceso y denegación de espacio. Generar un sistema de defensa que, conteniendo la postura estratégica de defensa de la República Argentina (que es defensiva), pueda denegar el uso indebido a terceros actores de nuestros espacios comunes: el aire, el mar y el ciberespacio. Esos son los tres componentes prioritarios.

¿Cómo se traduce eso en términos materiales?

Hay opciones. Está la demanda de volver a contar con una buena aviación de combate, entendida por vectores polivalentes (para no entrar a hablar de los aviones en particular), con capacidad de ataque y que den una interesante superioridad aérea. También una buena fuerza de submarinos, porque en definitiva es el elemento que le va a aumentar el riesgo a otros para evitar que operen en nuestros territorio. Y empezar a incorporar tanto a nivel táctico como estratégico los robots, es decir, por ejemplo, que nuestros Infantes utilicen drones para combate urbano. Si pensamos que en los próximos años, el 70 % de la población mundial va a estar en las ciudades, es dable esperar que las operaciones de imposición de la paz de forma cooperativa se hagan en escenarios urbanos. Hay que recuperar los helicópteros de transporte pesado, la aeromovilidad, pensar en helicópteros antiblindados y aviones de patrullaje marítimo. Renovar el calibre de los fusiles que ha quedado desactualizado en función de los pesos y los calibres que usa el Infante moderno. Es necesario sumar radares, incorporar la robótica a las unidades navales, no pensar solamente en los espacios aéreos, sino también en los unmanned underwater vehicles (UUV por sus siglas en inglés, el equivalente submarino a los drones), que son los que se utilizaron en la búsqueda del ARA San Juan.

¿Es todo tecnología importada?

Hay que pensar un poco en lo que es la integración. Por ejemplo, nosotros tenemos una industria aeronáutica bastante importante. Tal vez habría que pensar cómo la vamos a incorporar en la cadena de valor, no solamente para hacer aviones grandes, sino también cómo nos podríamos integrar con Israel, con Corea del Sur y EE. UU., que son expertos en sensores y desarrollar nuestros drones con sus sensores, ya que el uso dual que tienen es muy bueno. Es un nicho que hay que aprovechar.

MENOS TERRITORIO,

MAYOR MOVILIDAD

¿Le parece correcta la organización de las Fuerzas Armadas argentinas?

Creo que el Ejército está sobredimensionado. Una de las consecuencias que tuvo el hecho de que el peso relativo del Ejército fuera muy grande durante los últimos doce años es que se pensaba en términos de despliegue territorial. El Ejército es, en estos momentos, muy grande para las necesidades que tenemos. Por ejemplo, necesitamos una Gendarmería un poco más grande, y eso se podría nutrir con efectivos del Ejército reentrenados. Respetando el espíritu de la ley, yo tendería a un Ejército más orientado a las funciones móviles, un poco más desatado de esa lógica territorial, más cerca de las fronteras y con lógicas un poquito más expedicionarias, en función de un volver al mundo, volver a las misiones de paz, para lo cual se lo debería reequipar. Pondría énfasis en incrementar un poco el pulmón de la Fuerza Aérea y la Armada. Empezaría a entrenar un número de pilotos necesarios para aviones de combate, pero también para aviones no tripulados. Los principios de la aviación son iguales, pero la dinámica es distinta. Este tipo de ingenio militar se utiliza con ciclos más extendidos, con rotaciones diferentes, lo que cambia un poco la lógica y la mentalidad.

La mayoría del presupuesto de defensa se gasta en sueldos y mantenimiento. ¿Cómo hacer para incorporar el material necesario?

Primero se debería dar de baja varias piezas de museo y buscar su reemplazo. Se gasta mucho en mantenimiento, porque cada vez cuesta más mantenerlas. También hay que mirar la lógica del personal. Si el gobierno entiende que las prioridades hoy provienen de las amenazas transnacionales como el narcotráfico, contamos con un número de gendarmes que resulta claramente insuficiente y es necesaria, entonces, una reconversión de personal. Cuando se plantea asignar al Ejército tareas de luchas contra el narcotráfico, surgen dos problemas: la ley de seguridad interior permite que se encargue de algunas tareas (como, de hecho, lo hizo durante el gobierno anterior), pero se plantea un debate ideológico que se ha probado inútil al momento de resolver problemas prácticos. Cuando hay una fuerza sobredimensionada y no se plantea dejar gente afuera, se debe analizar qué hacer con esos efectivos. Posiblemente los escalafones más jóvenes, más nuevos que se integran a las Fuerzas Armadas van a tener que pasar a continuar sus servicios a otra Fuerza. Yo creo que vale la pena discutirlo. El otro camino es mejorar las reservas. Esto se ha discutido también: desafectar hombres y mantenerlos en un estado de reserva, pero en algún punto se estaría afectando su capacidad de ingreso. La discusión debe ser de acá para adelante. El componente humano puede ser capacitado nuevamente para estar junto a la Gendarmería en la lucha contra el narcotráfico.

¿Qué hipótesis de conflicto tiene hoy la Argentina?

En la actualidad, en el espacio terrestre no hay hipótesis de conflicto. Hay cierto grado de estabilización dada por la paz sudamericana. Más que en hipótesis de conflicto, hay que pensar en términos de incertidumbre. Nosotros, nos guste o no nos guste, tenemos un conflicto territorial abierto y no cerrado en el Atlántico Sur. Seguido a eso, tenemos una superposición de reclamos en la Antártida. No necesariamente tiene que existir la hipótesis de un conflicto armado, pero ningún país va a dejar de validar su posición en esos conflictos, y eso ha generado más de una rispidez diplomática. La apertura del Atlántico Sur no es una fuente de conflicto hoy. Es una fuente de incertidumbre. No sabemos quién transita, ni por abajo ni por arriba. Si tenemos que recurrir a la comunidad internacional en una zona que los tratados internacionales y la ONU dicen que es nuestro, ahí existe un problema. Que yo no tenga hipótesis de conflicto no garantiza que el accionar del otro termine generando uno. Más en los espacios comunes. ¿Sabemos quién recolecta y quién hace inteligencia tanto de señales como de ciberespacio en la Argentina? Snowden demostró que el GCHQ (Government Communications Headquarters de Gran Bretaña) tiene un programa activo de recolección interna de inteligencia sobre la República Argentina. Eso pasó completamente desapercibido, cuando en otros países sería un escándalo.

¿Cómo debe ser el entrenamiento del personal de las Fuerzas Armadas?

Creo que los militares se han modernizado en las aulas dentro de los institutos de formación militar, pero hay que internacionalizarlos más, hay que traer más oficiales extranjeros que tengan experiencia en combate. Es importante que se destinen menos horas a lo académico y más a lo estrictamente operacional, más horas hombre en el terreno, pero para eso hay que disponer de munición y de lugares acordes para entrenar. Lo que pasa es que es más barato un profesor.

DECISIÓN POLÍTICA

Hay que reemplazar material aéreo. ¿Cuál es el que mejor se ajusta a las necesidades estratégicas de la República Argentina?

Necesitás un avión que tenga las capacidades de reabastecimiento en vuelo. ¿Quién nos puede llegar a proveer el tipo de avión que nosotros queremos? Nosotros tenemos el problema con Gran Bretaña. Muchos hablaban del GRIPEN adquirido por Brasil, pero el 35 % de los componentes de ese avión es de British Airspace y ahí aparece entonces el veto británico. En algún punto, hablar de defensa hoy implica resolver qué es lo que queremos hacer con Gran Bretaña en el Atlántico Sur y hablar seriamente de la cuestión Malvinas. Lo mismo con el Embraer KC 390, ¿vamos a armarlo? Hay que saber que tiene motores británicos y sus componentes son British Airspace. ¿Queremos los aviones rusos? Bueno, perfecto. ¿Qué consecuencia tiene incorporarlos? Es un debate trabado por gente que quiere que las FF. AA. se vayan cayendo a pedazos, como lo vienen haciendo. Entonces, ¿qué pasó los últimos doce años? La política que se usó para la defensa fue el de “Ramal que para, ramal que cierra”. Se desprogramaron los M3 y no se los reemplazaron. Se van a desprogramar los A4 y no se los reemplaza. Hay fragatas que disparan a un rango sensiblemente inferior al de las fragatas más modernas, que tienen la capacidad de hundir un buque argentino sin que el argentino pueda hacer lo mismo.

¿De quién es la responsabilidad?

Esto es un problema político.

¿Las Fuerzas Armadas tuvieron responsabilidad en este proceso?

Las FF. AA. tuvieron una responsabilidad en esta pérdida de capacidades, en particular sus mandos, que han sido en algunos casos bastante silenciosos. Acompañaron este proceso, se ajustaron y nunca terminaron de discutir ciertamente qué hacer frente a esto y cómo convencer al poder político de la necesidad de un cambio.

¿Y la sociedad?

Esto no es un problema de la sociedad. La sociedad está preocupada por el día a día y no ve el conjunto hasta que ocurre lo que sucedió con el ARA San Juan y se pregunta para qué sirve la defensa. Es un problema político, porque la estructura de defensa establece qué es lo que el país está dispuesto a proteger, cómo está dispuesto a protegerlo y qué tipo de país se desea. Vivimos en una Argentina donde en 30 años de democracia hemos perdido visión estratégica y no sabemos qué es lo que queremos para los próximos 30 años.

¿Cuánto tiempo nos podría llevar revertir esta situación?

Depende de los tipos de armas que se quieran incorporar. No es como ir a la ferretería. Pero suponiendo que sea así y compramos los Mirage 2000/2005, se necesita entrenar a los pilotos para que operativamente puedan volarlos. Una vez que puedan volarlos, entrenarlos en las distintas misiones que ese avión permite. Por ejemplo, China le compró portaviones a los ucranianos. Entre que los prepararon y los alistaron, recién estrenaron el primero en 2017, más de dos años después de haberlo comprado. Uno tiene que pensar mirando honesta y secretamente los problemas que podemos llegar a tener en 2030, aunque sean salvables, o pensemos que no pueden pasar porque “somos todos amigos”. Esa distancia de tiempo son tres ciclos electorales. No es lejos. Ese es el punto que quiero señalar. No debemos demorar su resolución.