
En un escenario electoral muy fragmentado, la coalición de centro-derecha, encabezada por la xenófoba y euroescéptica Liga, se impuso en las elecciones italianas, con el 37%; seguida por el Movimiento 5 Estrellas, con el 32,7%; y en un lejano tercer lugar, el Partido Democrático (PD) de Matteo Renzi, con el 22,8%.
El electorado dio la victoria a la coalición de centro-derecha, integrada por la Liga (ex Liga del Norte), de Matteo Salvini; por Forza Italia, de Silvio Berlusconi; y por los ultraconservadores de Fratelli d’Italia, de Giorgia Meloni. El gran batacazo, al interior de la alianza vencedora, ha sido la performance de la Liga, con posiciones euroescépticas y anti-inmigración, que por primera vez desde 1994 supera a Forza Italia en número de votos y se dispone a reclamar para su líder el cargo de primer ministro en un eventual futuro gobierno del centro-derecha.
A nivel de partidos, el más votado fue el Movimiento Cinco Estrellas (M5S), con su joven candidato Luigi Di Maio, que será determinante en el futuro escenario político italiano, aunque se presentó sin aliados a estas elecciones. Su mayor handicap es, a priori, la negativa a firmar acuerdos con otras fuerzas políticas que le permitan sumar los votos necesarios para gobernar. Queda por verse si modificará su postura en las próximas semanas.
El Partido Democrático (PD), comandado por Matteo Renzi, ha perdido fuerza y su líder ya ha anticipado que presentará su dimisión y convocará a un proceso constituyente para elegir nuevas autoridades partidarias. Al magro resultado del PD contribuyó también la escisión de un grupo de exintegrantes de esa fuerza que han creado su propia lista, Liberi e Uguali (Libres e iguales), liderada por el presidente del Senado y exprocurador nacional antimafia, Pietro Grasso, que logró superar el piso electoral del 3% y estará presente en el nuevo Parlamento.
Los principales partidos están ahora obligados a entablar conversaciones, ya que ninguno de ellos cuenta con los votos necesarios en las dos Cámaras del Parlamento. La alternativa es la de un gobierno técnico, nombrado por el presidente Sergio Mattarella, y la convocatoria de nuevas elecciones. Algo que difícilmente pueda darse con la actual ley electoral, que no ha logrado facilitar la gobernabilidad del país.