La operación “Ramo de Olivo” de las Fuerzas Armadas turcas en el cantón kurdo de Afrin, en el norte de Siria, tensa las relaciones entre el gobierno de Ankara y EE. UU., que había sellado una alianza con las milicias kurdas del YPG en su lucha contra el Estado Islámico.
Con el respaldo de haber frenado el avance del Estado Islámico y de haberlo derrotado en el terreno en el terreno, las fuerzas kurdas proclamaron en marzo de 2016 la creación de una Federación Democrática en el Norte de Siria, región conocida por ellos como “Rojava”, en la que se incluyen tres cantones que no presentan contigüidad geográfica entre sí (Afrin, Kobani y Jazira).
Detrás de esa movida se encuentra el Partido de la Unión Democrática (PYD) y su fuerza de combate, las Unidades de Protección Popular (YPG). Turquía considera al PYD como “grupo terrorista” y lo acusa de contrabandear armas, a través de la frontera, para el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), ilegalizado en Turquía y cuyo líder histórico Abdulá Ocalan se encuentra en prisión desde 1999 purgando una condena a prisión perpetua. Este presunto vínculo del PYD con el PKK ha llevado a su exclusión de la última ronda de conversaciones de paz en Astaná y Ginebra.
El secretario de Estado de EE. UU., Rex Tillerson, ha intentado un difícil equilibrio entre Turquía y los kurdos, al expresar su “preocupación” por la “escalada” de tensión en en el noroeste de Siria, sin dejar de matizar la “legitimidad de las preocupaciones en materia de seguridad de Turquía, aliado de la OTAN y socio clave en los esfuerzos por derrotar al Estado Islámico”. “Urgimos a Turquía a actuar con moderación y asegurar que sus operaciones militares limiten sus objetivos y la duración de sus operaciones, y eviten bajas civiles”, añadió Tillerson.
Por su parte, el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, manifestó que Rusia seguirá defendiendo el “principio de la preservación de la integridad territorial de Siria”. Y el ministro de Relaciones Exteriores, Sergei Lavrov, señaló que “EE. UU. se ha embarcado en la creación de autoridades alternativas en gran parte del territorio sirio”. Lavrov aseguró que “es necesario que se dé a los kurdos un rol en el proceso político sirio, pero ese rol debe funcionar sobre la base de una plataforma común: todas las partes involucradas en una solución política de la situación en Siria deben respetar la soberanía y la integridad territorial de Siria”.
En un reporte para el think tank Institute for the Study of War (ISW), los analistas Jennifer Cafarella, Elizabeth Teoman y Bradley Hanlon advierten: “Las operaciones de Turquía amenazan con provocar una guerra turco-kurda a mayor escala, lo que podría complicar los esfuerzos estadounidenses por estabilizar el este de Siria y podrían llevar a EE. UU. a reconsiderar su apoyo a las milicias del YPG”.