¿Cuáles son los principios sobre los que se edifica una nueva economía? El desafío de las pymes, el rol de las grandes empresas y la medición del impacto a gran escala. Por Lucía Tornero.
En un principio, se hablaba de “caridad”, un término que parecería quedar obsoleto, o al menos superado. América Latina tiene una larga tradición caritativa, que ha sido fundamental en la Región para la conformación de sociedades de ayuda mutua, gremios y sindicatos que surgieron en los siglos XIX y XX. Luego se habló de “filantropía”, más propia de la cultura anglosajona y habitualmente referida al altruismo de una élite económica. Está principalmente enfocada en la pobreza y en grupos en situación de marginalidad o vulnerabilidad, pero sin un objetivo de transformación sistémica.
Hoy en día se habla de “inversión social privada” (ISP). “Este término es muy acertado, en el sentido que asocia un concepto muy claro o éticamente muy cercano al mundo de los negocios como el de ‘inversión’, pero lo saca de su área natural –la maximización de la ganancia económica– y lo lleva al terreno de la inversión que busca maximizar la ganancia social”, explica Pablo Vagliente, director de Negocios y Finanzas Sostenibles de la Fundación Avina. Sin embargo, según una investigación colaborativa titulada “Recursos privados para la transformación social”, realizada en 2015 entre Avina y otras organizaciones de la Región, como GDFE (Grupo de Fundaciones y Empresas) de Argentina; GIFE (Grupo de Institutos, Fundaciones y Empresas), de Brasil; AFE (Asociación de Fundaciones Empresariales) de Colombia y CEMEFI (Centro Mexicano para la Filantropía), hay voces que en la actualidad quieren retomar positivamente la filantropía y ubicarla, junto con la inversión social privada, como parte de un continuo, y evitar así una visión dicotómica y contrapuesta de ambos conceptos.

Según el director ejecutivo de GDFE, Javier García Moritán, no basta con promover que cada actor haga “lo suyo” de la mejor manera posible, como si la suma de las individualidades resultara en un bienestar general. “Hay que repensarse según el modo en que articulamos para el bien del conjunto”. De acuerdo a lo que establece el directivo, antes de saber si perseguir lucro o no, las empresas están llamadas a tener un rol virtuoso. Esto tiene que ver con llevar adelante servicios o desarrollar productos que aporten un bien a la sociedad. “Creo que hay que seguir impulsando la idea de la economía del bien común en donde entendamos a las empresas como actores sociales relevantes capaces de promover valores positivos”, señala.
EL DESAFÍO DE LAS PYMES
La inversión social privada se suele considerar privativa de las grandes empresas, sin embargo, existe una tendencia a que las pymes también comiencen a incorporar la noción. Edith Pecci es directora general de HR Strategy –una consultora que brinda servicios de liquidación de sueldos– y miembro del comité de Idea Pyme (Instituto para el Desarrollo Empresarial), en donde están impulsando el trabajo en red para profundizar el impacto de la ISP. “En términos generales, las pymes llevan adelante acciones de responsabilidad social, pero de manera aislada. Estamos tratando de articular para que se comprometan en la generación de empleo. Creemos que uno de los grandes focos que tenemos en la Argentina es la generación de empleo inclusivo, más allá de temas de educación”, explica.

Desde la consultora donde trabaja, se enfocan en la inclusión laboral de jóvenes de los sectores más vulnerables, trabajando fuertemente con la Fundación Forge que se dedica a la inserción laboral de chicos en la secundaria, con acompañamiento durante la inserción laboral. También han trabajado con la Fundación Integrar, junto a quienes han brindado tutores universitarios a estudiantes que lo necesitaran e incorporado a su equipo jóvenes que forman parte de los programas de la organización social.
“Parte de mi decisión de participar activamente fue tener la posibilidad de conocer prácticas de empresas grandes relativas a la generación de empleo joven, para luego divulgarlas y generar compromiso para replicarlas, pero trabajando en red”, dice Pecci. “La realidad es que la mayoría de las pymes no tienen estructura RSE y muchas hacen acciones de forma aislada o poco enfocadas, no por falta de voluntad, sino quizás por una falta de conocimiento o por la tendencia a no contactarse y compartir”, explica.
“Las pymes también comienzan a incorporar la noción de ‘inversión social privada’”.
LOS GRANDES TAMBIÉN SE COMBINAN
Desde el lado de las grandes empresas, DIRECTV es una compañía con un fuerte foco en acciones de RSE. Según su último reporte de sustentabilidad, invierten 553 horas en formación en derechos humanos y capacitaron al 99 % de los empleados en temas de anticorrupción. Por quinto año consecutivo, DIRECTTV en 2017 fue reconocida como una de las empresas locales más comprometidas con el Municipio de Vicente López, donde operan, y además trabajan con varias organizaciones sociales con foco en educación y deporte.

De hecho, una de las últimas acciones dio cuenta de la sinergia que además canalizan con otras empresas para escalar el impacto. A través de Piedra, Papel, Tijera, el programa de voluntariado corporativo que DIREACTTV lleva adelante hace diez años, trabajaron junto con Flybondi (que proporcionó pasajes aéreos) para llevar adelante una iniciativa solidaria en Corrientes junto a los miembros de la Liga Nacional de Básquet que contribuyeron a remodelar las instalaciones de una escuela.
“Creemos que el deporte es una herramienta de inclusión que promueve valores como la superación, el trabajo en equipo y el bienestar personal. Si a eso le sumamos nuestro trabajo en educación con ESCUELA+, logramos un impacto de ayuda con beneficios a toda la sociedad”, comentó Enzo Dotto, gerente de Voluntariado y Alianzas para DIRECTV Latin America.

“Además de que dos compañías pueden generar mayor impacto a través de la sinergia que logran, estar presentes en esta iniciativa nos permite estimular la cultura del voluntariado en Flybondi y darle continuidad al desarrollo de la conectividad para generar un cambio positivo en la comunidad local”, dice Lucía Ginzo, directora de Comunicaciones Corporativas de DIRECTV.
LA MEDICIÓN DEL IMPACTO
La ISP, como toda inversión, proyecta un retorno (en inglés, Social Return of Investment o SROI). No se habla de dinero, sino de valor. Mide el cambio en formas que son relevantes para las personas u organizaciones, a modo de resultados sociales, ambientales y económicos, y usa términos monetarios para representarlos. Esto permite calcular el costo-beneficio. “Entonces, se puede hablar de que la ISP tiene un impacto monetario indirecto”, explica Vagliente de Avina. “Monetizar la inversión social busca medir no solo en el corto plazo, sino en el mediano y largo plazo. Por cada peso o dólar que uno invierte, se puede estar capturando valor económico para la empresa. Hay una tendencia creciente a medir la inversión para ponderar no solo el impacto, sino la contribución en términos económicos indirectos”, suma “Hay una tendencia creciente a medir la inversión para ponderar no solo el impacto, sino la contribución en términos económicos indirectos”.
“Hay una tendencia creciente a medir la inversión para ponderar no solo el impacto, sino la contribución en términos económicos indirectos”.
Y, al hablar de medición, emerge otro concepto: el Índice de Progreso Social, que nace como una iniciativa del Consejo sobre Filantropía e Inversión Social dentro del Foro Económico Mundial de Davos (2009). Tiene el propósito de proporcionar un marco de medición para el desempeño social y ambiental, que puede ser utilizado por gobiernos, el sector privado y la sociedad civil, como parámetro de éxito para catalizar el crecimiento inclusivo, identificar oportunidades concretas de mejora y facilitar la colaboración dentro de ecosistemas de diversos actores. “Desarrollamos esta herramienta que busca medir en términos de progreso, no económico, sino progreso social, en el que se incluyen variables ambientales y sociales, porque justamente busca romper con la idea de que el progreso se mide solo por el desarrollo económico: el PBI. Es decir, ayuda a entender de qué manera el progreso social puede impulsar la competitividad económica”, explica Vagliente de Avina. Actualmente el Índice de Progreso Social se calcula para más de 140 países y es coordinado a nivel global por la organización sin fines de lucro Social Progress Imperative. Fundación Avina es responsable de la implementación del Índice de Progreso Social en América del Sur.
Entonces, ¿por qué una empresa destinaría recursos en realizar inversión social privada? Porque percibe beneficios que, incluso, son medibles: fideliza a la empresa ante consumidores cada vez más exigentes, cuya decisión de compra está cada vez más influenciada por la búsqueda de compañías con propósito (especialmente la generación millennial); porque construye valor agregado y valor de marca que la diferencia de la competencia; porque mejora la adaptación de las empresas a un contexto cada vez más cambiante y desafiante; porque pone en debate y revisión el uso de recursos naturales cruciales para la cadena de valor; porque en el largo (o quizás corto) plazo puede reducir costos; porque impulsa el crecimiento económico de una sociedad que, en definitiva, es beneficioso para la actividad de la empresa per se. Y, a pesar del escepticismo, además de la conveniencia, en muchos casos, también está la convicción y el compromiso de comenzar a transitar el camino hacia una nueva economía.