El nuevo presidente Hassan Rohani encarna el anhelo de los sectores renovadores de la sociedad iraní y abre la puerta al diálogo con la comunidad internacional.
Los 18.613.629 votos conseguidos por Hassan Rouhani en la primera vuelta de las elecciones presidenciales en Irán, equivalentes al 50,7 por ciento de los sufragios, fueron suficientes para asegurar la victoria de este clérigo de 64 años, apoyado por el ex mandatario Mohamed Khatami y su predecesor Akbar Hashemi Rafsanjani, impedido de participar en estos comicios. La alta tasa de participación, que alcanzó al 72,7 por ciento, fue clave en el resultado. “Para la mayor parte de los iraníes las elecciones son el único modo para provocar algún tipo de cambio sin correr demasiados riesgos”, asegura la analista Farian Sabahi, experta en historia del Irán contemporáneo.
Contra todos los pronósticos, Rouhani superó claramente a los principales candidatos conservadores, que quedaron muy relegados a pesar de los pronósticos que auguraban una mejor performance. El actual alcalde de Teherán, Mohamed Baqer Qalibaf, se ubicó segundo con un 16,5 por ciento de los votos; y en el lejano tercer lugar quedó el favorito del régimen de los ayatolás, Said Jalili, jefe de los negociadores nucleares iraníes, con el 11,3 por ciento. Por su parte, dos de los acusados por el juez Rodolfo Canicoba Corral en la causa AMIA, finalizaron en el cuarto y quinto lugar respectivamente: Mohsen Rezai, con el 10,5 por ciento, y Alí Akbar Velayati, con apenas el 6,1 por ciento.
EL TRIUNFO DE LA MODERACIÓN
En sus primeras declaraciones, tras conocerse los resultados que evitaron la realización de una segunda vuelta, el neopresidente Rouhani definió su victoria como “el triunfo de la sabiduría, la moderación, el desarrollo, la conciencia, el compromiso y la religión, sobre el extremismo y la rabia”. El presidente electo habla con fluidez cinco lenguas además del persa: inglés, alemán, francés, ruso y árabe. Cuenta con una Licenciatura en Derecho por la Universidad de Teherán y con un Doctorado en Leyes por la Glasgow Caledonian University de Escocia. Tiene una larga carrera dentro de las instituciones de la República Islámica de Irán. Discípulo del ayatolá Khomeini, ocupó un escaño en el Parlamento durante cinco períodos consecutivos, entre 1980 y 2000. Entre 1989 y 2005, durante las presidencias de Rafsanjani (1989-1997) y Khatami (1997-2005), fue secretario del Consejo Supremo de Seguridad Nacional.
“Se ha preparado el terreno para que cualquiera que crea verdaderamente en el diálogo libre y justo, en la democracia y en la interacción en el terreno internacional, elija una postura justa y acepte los derechos de esta gran nación a recibir una respuesta adecuada y ampliar las relaciones fundadas en los beneficios mutuos, con el fin de establecer la paz, la seguridad y el desarrollo en la región y en el mundo”, afirmó Rouhani en una de sus primeras declaraciones públicas tras el triunfo. Aseguró que se mantendrá “fiel” a sus promesas de campaña respeto por las libertades individuales, una mayor participación de los jóvenes en el gabinete y apertura al diálogo con las potencias internacionales que cuestionan el programa nuclear y han aplicado sanciones contra Irán.
¿UNA SALIDA A LA CRISIS NUCLEAR?
Cuando estuvo al frente del equipo negociador de Irán con las potencias occidentales, entre 2003 y 2005, Hassan Rouhani acordó la suspensión temporaria del programa de enriquecimiento de uranio y la aplicación del Protocolo Adicional del Tratado de No Proliferación (TNP) que amplía el rango de inspecciones del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA). La situación cambió con la llegada al poder de Mahmud Ahmadinejad, en agosto de 2005, cuando se relanzaron esas actividades. Desde entonces el país ha venido manteniendo una fuerte pulseada con las potencias occidentales que mantienen fuerte sospechas respecto de los fines bélicos de su programa nuclear.
Las reacciones internacionales no se hicieron esperar. El jefe de gabinete de Barack Obama, Denis McDonough, definió el triunfo de Rouhani como “una señal potencialmente esperanzadora”; en tanto que el portavoz de la Casa Blanca, Jay Carney, aseguró que EE.UU. “sigue preparado para relacionarse con el gobierno iraní de forma directa para alcanzar una solución diplomática que responda de forma completa a las preocupaciones de la comunidad internacional sobre su programa nuclear”. Por su parte, la jefa de la diplomacia europea, Catherine Ashton, se mostró dispuesta a “trabajar con los nuevos dirigentes iraníes para buscar una rápida solución diplomática de la cuestión nuclear”. La única voz fuera del coro fue la de Israel: el vocero de su Cancillería, Ygor Palmor, aclaró que “Irán continuará siendo juzgado por sus actos” e instó a las nuevas autoridades de Teherán a “poner un freno a su programa nuclear y cesar la propagación del terrorismo en el mundo”.