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Fernández Taboada: “Las inversiones chinas no deben ser vistas como un nuevo imperialismo”

El director ejecutivo de la Cámara Argentino-China de Producción, Industria y Comercio explica las claves de la afluencia de capitales chinos hacia nuestro país y señala cuáles son las fortalezas y debilidades que presenta el mercado local para esos inversores. 

-¿En qué consiste la estrategia del Going Out impulsada por el gobierno de China?

-Hace aproximadamente cuatro años el gobierno chino comenzó a instruir a sus empresas a salir al exterior, a fin de ir a poner pie especialmente en aquellas regiones donde existiera algún producto o materia prima de interés para el país o que fuera vital en el futuro. En un principio, China concentró sus esfuerzos en África, que era un continente olvidado, y ha descubierto que tiene un gran potencial en recursos forestales, mineros e incluso agrícolas.

-¿La llegada de inversiones chinas a América Latina fue un paso posterior?

-A fines de 1998 el gobierno chino sacó a la luz lo que nosotros conocemos como el “Libro Blanco de América Latina”, un documento de ocho páginas donde daba claras instrucciones acerca de la necesidad de estrechar los lazos económico-comerciales, culturales, políticos, deportivos, tecnológicos, filosóficos y de todos los ámbitos con nuestra región. Obviamente, la inserción de las inversiones chinas ha comenzado a ser cada vez mayor y, contra lo que muchos creen, esto no tiene por qué ser visto como un nuevo imperialismo. Se trata de una necesidad que tiene China, para su propia subsistencia, de buscar recursos en otros países.

-¿Usted cree que en Argentina todavía hay una falta de conocimiento sobre China?

-Salvo honrosas excepciones -como las Universidades del Salvador, Tres de Febrero y la Universidad Nacional de Córdoba-, nuestras universidades y centros de estudio no cuentan con la cantidad de académicos abocados al tema con seriedad y con dedicación exclusiva; mientras que en China y otros países asiáticos, quienes toman las decisiones saben mucho sobre nosotros. Es una falencia que tenemos.

-¿Cuáles son las otras debilidades de nuestro país?

-En Argentina tenemos pocas compañías realmente grandes que puedan hacer frente a una similar china. Las que tenemos ya están haciendo negocios con China. En los demás casos, no hay empatía posible entre una empresa china que ocupa 150 mil personas y quiere hacer un negocio, y una pyme local que tiene 300 personas ocupadas. No hay posibilidad de igualdad de trato.

-¿Hay desconfianza de las pymes argentinas?

-En general, hay reticencia y hay que comprender que tenemos un país complicado. Para el empresario pyme es un esfuerzo mantener su empresa en actividad y a veces no le queda tiempo para imaginar nuevos mercados. También hay que reconocer el gran individualismo que tenemos los argentinos y cierta resistencia a asociarnos. Están quienes dicen que eso se va a lograr recién el día que haya mucha necesidad, porque en esas situaciones es cuando uno abre la mente y busca alternativas.

LA SOJA: REALIDAD Y PERSPECTIVAS

-En el caso de nuestro producto de exportación más importante, la soja, ¿cómo es la operatoria de las compras chinas?

-El comercio internacional de soja está en pocas manos porque se necesitan empresas muy grandes. Una de las grandes dificultades para las empresas argentinas de envergadura mediana o pequeña es que tienen que tener una terminal de recepción y embarque, cuyo costo no baja de 20 millones de dólares. Allí se recibe la soja, se hace el acopio y se debe tener, por lo menos, entre 30 y 35 mil toneladas listas para cuando llegue el barco. Ha habido buena voluntad de algunos productores para asociarse y tratar de hacer ventas directas, pero por ahora no ha sido posible. Hay que tener en cuenta que la soja debe ser acumulada en silos, con determinada característica de temperatura y humedad; y que la carga en los barcos debe ser veloz. Hoy está en manos de unas pocas empresas grandes, algunas de ellas nacionales, como Vicentín, Asociación de Cooperativas Argentinas y la argentino-holandesa Nidera.

-¿China busca comprar directamente a los productores, evitando intermediarios?

-Es cierto que ha habido una instrucción a las empresas de parte de la Comisión Estatal de Reforma de la Economía China en el sentido de tratar de comprar directamente a los productores o a las empresas nacionales. La cuestión sería ahorrar la intermediación, que en este caso no es parasitaria sino facilitadora y que agrega valor, porque empresas como Cargill han hecho inversiones en sus terminales, en sus depósitos y pueden mantener la mercadería si un barco se retrasa. Se han hecho contactos con las autoridades argentinas manifestando la intención de China de comprar directamente a los productores, pero esto todavía no se ha producido. Quizás el día de mañana alguna empresa estatal de ese país instale una terminal en el río Paraná y esto pueda tomar otro camino.

LA IDIOSINCRACIA DEL EMPRESARIO CHINO

-¿Cuál es la visión que tiene el empresario chino y qué dificultades encuentra?

-Los chinos tienen una visión de largo plazo en sus inversiones y buscan posicionarse. No hacen una inversión hoy para tener el rédito mañana. Por otra parte, hay que tener en cuenta que en China no hay conflictos gremiales, huelgas o lockouts patronales; cuando vienen a nuestro país y se plantean ese tipo de conflictos, no los saben manejar y tienen que recurrir a terceros especializados. Eso crea un poco de incertidumbre. Obviamente, a medida que pasa el tiempo, ellos van conociendo el mercado y saben cuáles son las eventualidades. Otro aspecto que nosotros les reprochamos a los posibles inversores chinos es que, en general, no se dejan asesorar. En lugar de pagar un honorario a un estudio jurídico, contable o impositivo que les haría ahorrar tiempo, prefieren hacer los trámites ellos solos y muchas veces fracasan porque se encuentran con personas inescrupulosas. Salvo empresas muy grandes, todavía cuesta convencerlos.

-¿Qué ocurre con respecto a la mano de obra empleada en estas empresas?

-Como los chinos tienen una cultura propia del trabajo, el deseo de los empresarios es traer el 100% de los trabajadores de su país porque ya se entienden y hablan el mismo idioma. Obviamente, esto no es lo deseable; lo ideal es que la inversión permita ocupar mano de obra local. Entonces, con buen tino, se impone cierto límite y permite que el cuerpo directivo y cierto nivel técnico de la empresa sean chinos, pero se establece que los trabajadores de base, otros técnicos y personal intermedio sean locales.

-Hay quienes cuestionan que no existe de parte del gobierno chino la misma reciprocidad en el trato de las inversiones extranjeras que el que existe en nuestro país. ¿Qué opina?

-Es verdad que el mercado chino no está totalmente abierto en sectores como el bancario y el de seguros. En los demás ámbitos, en algunos casos hay ciertas restricciones y hay que ajustarse a ciertos protocolos, lo que causa algunas dificultades para los inversores. Sin embargo, si uno pone en perspectiva la situación actual y la compara con la que existía hace 30 años, se ve que han hecho notables progresos. En cuanto a las inversiones chinas en nuestro país, es cierto que muchas de las empresas que llegan son estatales o que dependen de algún Ministerio, pero debemos entender que es así es como se manejan. Ocurre lo mismo en el resto de la región.

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