Después de haber padecido una grave epidemia de dengue en 2009, la Argentina ha logrado bajar la incidencia de casos en un 96% y busca, junto a otros países vecinos, encontrar una estrategia regional para controlar la enfermedad. Conversamos con la doctora Lilian Tartaglino, ministra de Calidad de Vida de la municipalidad de Posadas. Por: Susana Rigoz/ Fotos: Fernando Calzada
A principios de octubre se llevó adelante el de la Unasur en Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay y Colombia, junto a los ministros de Salud de las provincias del noreste y noroeste argentino. El objetivo prla ciudad de Puerto Iguazú, Misiones, del que participaron especialistas deimordial de la reunión -que contó también con representantes de la Organización Panamericana de la Salud y la secretaria ejecutiva del Organismo Andino de Salud, la ecuatoriana Caroline Chang- fue coordinar estrategias comunes de prevención y control de la enfermedad, que está considerada como uno de los principales problemas de salud pública en el mundo. Tras analizar la forma de enfrentar esta situación regional, teniendo en cuenta que se aproxima el verano, se decidió reforzar las medidas preventivas desde el sistema sanitario con la participación de diversos actores sociales, en el marco del Plan de Prevención y Lucha contra el Dengue, fortaleciendo las estrategias nacionales, haciendo cumplir las leyes de cada país y aplicando, a su vez, el Reglamento Sanitario Internacional para lograr detectar a tiempo y responder de forma integrada ante los brotes.
SALUD Y AMBIENTE
Presente desde hace siglos en el continente americano -las primeras epidemias de dengue se registraron en el siglo XVII-, en la actualidad se encuentra en la mayoría de los países de la región, transmitido por la picadura del Aedes aegypti, mosquito vector de la enfermedad. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) suman alrededor de 80 millones las personas que se infectan anualmente, y cerca de 550 mil enfermos necesitan de hospitalización, 20 mil mueren como consecuencia de dengue, más de 2500 millones de personas se encuentran en riesgo de contraer la enfermedad y más de 100 países tienen transmisión endémica.
La realidad es que en América hubo un rebrote de la enfermedad en los ochenta, período durante el cual se evidenció un deterioro de los programas de erradicación del vector, que permitió su desarrollo progresivo y cíclico hasta el momento actual. La tendencia es, según la Organización Panamericana de la Salud, que de cada tres a cinco años se repitan picos epidémicos de mayor incidencia que los anteriores. Ya en pleno 2008 “se observó una tendencia ascendente de las formas graves de dengue, y a fines de ese año en los países americanos se habían registrado 854.134 casos, con 38.627 de dengue complicado (dengue hemorrágico y síndrome de shock por dengue) y 584 muertes (tasa de letalidad de 1,5%)”, detalla la doctora Lilian Tartaglino. Y puntualiza que durante el primer semestre del año 2009, se reportaron “571.224 casos de dengue, 10.111 casos de dengue hemorrágico y 200 fallecidos, lo que representa una tasa de letalidad de 1,98%”. Las causas de la ocurrencia del dengue son numerosas y de diversos orígenes. Por un lado, hay factores ambientales y sociales como “los grandes cambios demográficos y la intensa migración de personas -que generaron una ampliación desorganizada de las zonas urbanas-, junto al aumento del uso de recipientes no biodegradables y el inadecuado manejo comunitario de los residuos sólidos, que incrementan el número de recipientes que acumulan agua, y que actúan como criaderos potenciales del vector”, pormenoriza Tartaglino. Por otro, la gran capacidad de adaptación del vector, el uso intensivo de insecticidas con la consecuente aparición de resistencia y la circulación de los cuatro serotipos del virus DEN en América complican día a día la situación, ya que “la presencia de los cuatro serotipos del dengue -DEN 1, 2, 3, 4- circulando en el continente, eleva el riesgo de las formas graves del dengue. Más aun teniendo en cuenta que los vectores han desarrollado estrategias para sobrevivir el invierno y en períodos de sequía”. Y, por último, los fenómenos derivados del calentamiento global, debido a que aunque esta enfermedad es típica de áreas subtropicales y tropicales se manifiesta en todos los países del cono sur de América Latina. “Las diferentes combinaciones de cambios de temperatura y humedad favorecen la aparición de casos de dengue tanto urbano como rural”, explica Tartaglino, y precisa que esta realidad requiere de un “trabajo conjunto entre actores sociales nacionales y jurisdiccionales que permitan lograr una mayor gobernabilidad ambiental”.
ARGENTINA
Pese a que combatir el mosquito era posible como lo demuestran las campañas que a mediados del siglo pasado permitieron que varios países -entre ellos Argentina- se declararan libres del Aedes aegypti, el virus se reintrodujo a fines de los 90 y desde entonces “el dengue avanza sobre nuestro país, presentándose en forma de brotes esporádicos relacionados con la situación epidemiológica de otros países y restringido a los meses de mayor temperatura. Hasta el año 2008, cinco provincias -Salta, Jujuy, Misiones, Formosa, Corrientes- habían presentado casos de dengue autóctonos, cifra que ascendió a 14 en junio de 2009 y, tomando los casos importados, llega a 22”. Todos recordamos cuando en el verano de 2009 se desató una epidemia que afectó a más de 27.000 personas en el país, a los que se sumaron otros casos asintomáticos, colapsaron los servicios de salud y pasaron a formar parte de la vida cotidiana de los argentinos las imágenes de fumigaciones, las largas colas en los hospitales o las personas en camillas cubiertas con tules. Pese a la gravedad del rebrote, en 2010, según el Ministerio de Salud de la Nación, el descenso del número de casos de la enfermedad en Argentina fue del 96%, producto de acciones estratégicas de eliminación del vector y de educación comunitaria.
Sin embargo, lejos de estar bajo control, la amenaza ejercida por el desarrollo de la enfermedad en los países vecinos representa un verdadero riesgo que exige acciones conjuntas que incluyan tanto una estrategia regional como la intervención de todos los estamentos -públicos, privados y comunitarios- y actores sociales. “Las cifras en países cercanos, que superan de 2 a 5 veces el número de promedios históricos, y la circulación viral de varios serotipos hacen posible la aparición de casos graves y muertes”. Incluso no es desatinado pensar que debido a la gran contaminación ocurrida durante la epidemia de 2009, mucha gente esté inmune al serotipo circulante en la región pero no a la introducción de un serotipo distinto, que podría exponerla a padecer dengue grave. Consultada sobre este tema, la doctora Tartaglino explica que eso se debe a que cuando una persona tiene los anticuerpos para un serotipo y se contagia de otro, el organismo puede “reaccionar en forma exagerada y desarrollar cuadros graves”.
ESTRATEGIAS COMUNES
Indudablemente, para incrementar la eficacia de las intervenciones dirigidas a evitar, limitar o controlar las poblaciones de Aedes aegypti, es prioritario desarrollar estrategias operacionales de campo, “estratificadas, participativas, complementarias y sostenibles según los grados de riesgo de transmisión que están determinados por factores diversos como las condiciones socio-ambientales, la movilidad poblacional, la disponibilidad de agua, los períodos del año, los niveles de infestación y las notificaciones, entre otros”, afirma Tartaglino. En este escenario es indispensable la participación de todos los sectores, estableciendo unidades de apoyo técnico y científico “que trabajen bajo las premisas de cogestión, participación social, solidaridad y equidad, conjuntamente con las acciones de promoción de la salud, prevención y control de estas patologías”. El trabajo coordinado es un elemento básico para lograr la eliminación de los posibles criaderos de mosquitos, ya que todas las acciones influyen a favor o en contra de la salud y el ambiente. “La información adecuada y la educación son determinantes. Nosotros, por ejemplo, hacemos hincapié en la comunicación a iglesias, cementerios y templos para que reemplacen los floreros con agua por arena húmeda; a los hoteles y clubes para que tengan especial cuidado de sus piscinas; a las gomerías para que nos entreguen las cubiertas en desuso y no dejen a la intemperie las otras”.
LA IMPORTANCIA DE LA INFORMACIÓN
La Organización Mundial de la Salud y la Organización Panamericana de la Salud han propuesto muestreos simplificados sistemáticos y periódicos, con el objetivo de facilitar la obtención de información epidemiológica, para que los servicios sanitarios puedan evaluar sus programas de control vectorial. “Los muestreos conocidos con el nombre de LIRAa (Levantamiento Rápido de Índice de Aedes aegypti) son como fotos instantáneas de la situación de una ciudad mediante la toma de muestras de larvas y pupas de los reservorios de agua que se encuentren en los inmuebles elegidos al azar”, explica. Para ello previamente se determinan ciertas zonas en la ciudad, según sus características ambientales y socioeconómicas. “En cada estrato se especifica el número de inmuebles a ser muestreados, se los marca en un mapa, hay operarios que los visitan, entregan folletería y explican al propietario el objetivo de la visita y juntos -operario y propietario- recorren el patio y la casa verificando la presencia de reservorios de agua y de larvas o pupas en su interior”, describe. Estos muestreos son periódicos porque la OMS recomienda un operativo por estación del año, relevamiento que dura una semana, después del cual se procesan e informatizan los datos. “La posibilidad de contar con índices de manera rápida y oportuna, sumada al número y localización de enfermos humanos notificados el año anterior, permite a los responsables del programa de vigilancia y control de vectores direccionar sus acciones hacia las áreas críticas, con la consecuente optimización de los recursos humanos y materiales disponibles”, sintetiza.