El Parlamento chino eligió formalmente a Li Keqiang como primer ministro, con el objetivo de reactivar el crecimiento a través de la expansión del consumo.
El Congreso Nacional del Pueblo, un organismo que en general solo ratifica las decisiones adoptadas por la conducción en el poder ejecutivo, eligió como se esperaba a Li, de 57 años, en sustitución de Wen Jiabao. Casi 3.000 delegados reunidos en el Gran Salón del Pueblo de Pekín votaron el nombramiento de Li, poniendo el sello final a una transición generacional en el poder. Li sólo obtuvo tres votos negativos y seis abstenciones de un parlamento cuidadosamente seleccionado.
Li se levantó y estrechó la mano con Xi Jinping, que fue elegido presidente el jueves, mientras los legisladores aplaudían. Un radiante Wen se dirigió hacia Li, le estrechó la mano e intercambiaron unas palabras. Mientras Xi es el máximo líder del país, Li dirigirá el Consejo de Estado de China, o gabinete, y estará al frente de la política ejecutiva del gobierno y de la supervisión de la economía.
Como primer ministro, Li se enfrenta a una de las mayores diferencias entre ricos y pobres del mundo, a una economía excesivamente dependiente del gasto en inversión y una persistente burbuja inmobiliaria que ha alimentado el resentimiento entre la clase media.
“Nuestra principal prioridad es mantener un crecimiento económico sostenido”, avanzó Li. El listón se ha colocado, por segundo año consecutivo, en el 7,5%. Y pocos dudan de que se vaya a rebasar. El problema está en la calidad y en la sostenibilidad de ese crecimiento. “Es imprescindible llevar a cabo una transformación del modelo económico”, reconoció el flamante premier. “Necesitamos combinar los dividendos de la reforma, el potencial del consumo interno, y la vitalidad de la creatividad, para que den como resultado nuevos motores de crecimiento”.