La detención de “El Chapo” Guzmán abre una serie de interrogantes respecto de la sucesión del capo de la Federación de Sinaloa y las posibles disputas entre sus “herederos” en el negocio de la droga. Escribe Raúl Benítez Manaut (Especial para DEF)

La captura de un gran criminal como Joaquín “El Chapo” Guzmán siempre está llena de incógnitas. Desde cómo se logró después de catorce años de persecución, hasta los efectos que tendrá en el mundo el reacomodo del negocio del comercio ilegal de productos como la cocaína, la heroína y las metanfetaminas. Su emporio criminal alcanzaba los cinco continentes, y la primera pregunta que se hacen los servicios de inteligencia de todo el mundo es si habrá “guerras” por los embarques y las ganancias que deja “El Chapo”, o si sus dos lugartenientes y herederos del cartel de Sinaloa, “El Mayo” y “El Azul”, tienen el control de sus estructuras.

En México se debate por los vacíos de poder que deja. Su captura en vida abre la especulación acerca de la posible denuncia –a cambio de beneficios carcelarios– sobre la gran red de cómplices en la política, los cuerpos de seguridad y los negocios. Estados Unidos solicita la extradición e insistirá en ello. Muchos “empresarios” en Colombia, Venezuela, Argentina, Uruguay, Brasil, y muchos otros países están muy preocupados.

La violencia es en realidad el factor de corto plazo que abre la incógnita sobre la sucesión del gran capo. En México, cuando se capturaron grandes jefes criminales entre 2007 y 2013, el desmembramiento de redes de sicarios y la lucha por el control de rutas de tránsito, embarques y dinero, incrementó la violencia, sobre todo en ciudades del norte del país, en la frontera con Estados Unidos. En Sinaloa todo el mundo está a la expectativa. Si no hay violencia, quiere decir que el cartel funciona sin El Chapo. Si la hay, se abren dos escenarios: o en sus entrañas se pelean por su herencia, u otros grupos criminales van a intentar ocupar espacios vacíos.

La gran pregunta, sin embargo, es otra: en el capítulo actual de la guerra al narcotráfico, no se sabe si se está en una fase de ofensiva gubernamental para reducir los carteles y con ello sus consecuencias, como la violencia criminal, factor que se alimenta con el acoso sin tregua que se observa en Michoacán contra el grupo criminal de “Los Caballeros Templarios”. Si este fuera el escenario, supondría que se pasa a la recuperación de espacios y posiciones gubernamentales, y los grupos criminales pasarán a la defensiva. Por el contrario, otro escenario es que la crisis de dos carteles como el de Sinaloa y los Templarios solo reacomode los balances entre las siete organizaciones criminales, y la llamada “guerra al narcotráfico” continúe con otros actores sobresalientes.

El autor de esta columna es miembro del Centro de Investigaciones sobre América del Norte (CISAN) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).