El doctor Roberto Juárez Cesca relata los días en un sanatorio por estos días y cuenta como es convivir con el temor a COVID-19 a diario. Por Susana Rigoz

El doctor Roberto Juárez Cesca es uno de los miles de anónimos profesionales de la salud que le pone el cuerpo a la pandemia. Desde el sector diagnóstico por imágenes y específicamente en la parte de ecografía y eco doppler del Sanatorio Municipal Dr. Julio Méndez, cuenta la experiencia de trabajar en un centro de salud en tiempos de COVID-19.

-¿Cuál es la situación en el Sanatorio Julio Méndez?

– En los primeros dos meses se preparó un sistema de atención transitoria para aquellos con sintomatología leve en una carpa que funciona en el estacionamiento. En la actualidad, se ha dividido para separar a los pacientes con sintomatología leve de aquellos que están internados, a la espera del resultado de los test. Es complejo hablar del porcentaje de ocupación ya que, al ser un lugar transitorio, la situación es más dinámica y la  movilidad de ocupación de camas es permanente. En cuanto a los casos diagnosticados, superan los 2000, hubo numerosos contagios entre el personal del hospital y muchos con secuelas pronunciadas. Todo esto genera un temor lógico entre quienes trabajamos allí, es duro saber a qué estamos expuestos. Actualmente, la internación general del sanatorio tiene una ocupación del 95 por ciento con todo tipo de patologías, no solo pacientes de COVID-19, y la Unidad de Terapia Intensiva -UTI- se encuentra en un ciento por ciento, por lo que están a pleno y derivando a los pacientes a otras instituciones.

-En el contexto de la pandemia, ¿sufrió modificaciones la tarea en determinadas especialidades?

Sí, en mi servicio disminuyó muchísimo el trabajo. Mientras que en épocas normales al llegar al hospital ya estaba repleta la sala de espera y las listas llenas incluso de una semana a la otra, hoy vamos día a día. Lo mismo ocurre con otras especialidades como dermatología o endocrinología, todos a media máquina porque hay una gran disminución de la demanda. En realidad se controlan aquellos que tienen enfermedades crónicas o a quienes llegan a la guardia con un problema específico. Fuera de estos casos, diría que la gente consulta de modo muy esporádico porque tiene miedo y prioriza cuidarse.

-Si bien usted no tiene que estar en contacto directo con los pacientes internado, ¿debe tomar precauciones especiales para minimizar riesgos?

-A mí hasta ahora me tocó diagnosticar a dos pacientes con COVID-19 que estaban internados, para lo cual utilicé el equipo de protección correspondiente: mameluco blanco con capucha, barbijo, guantes y antiparras. En el ámbito de las consultas en nuestro servicio, no tuvimos un cambio tan radical a nivel profesional y en cuanto a los pacientes se nota la preocupación. Todos llegan con tapabocas, muchas veces también con guantes e incluso suelen traer alcohol en aerosol para limpiar por sí mismos las camillas, pese a que nosotros permanentemente desinfectamos todo.

-Más allá de lo profesional, ¿cómo impacta el virus en las relaciones personales?

-El trato entre los colegas disminuyó muchísimo. Mientras que antes aprovechábamos cualquier hueco en la actividad para ir a ver a alguien o interiorizarnos de lo que ocurría en otros servicios, hoy tratamos de no deambular y, si nos cruzamos con algún compañero, cambiamos apenas unas palabras. En general, cada uno se queda encerrado en su consultorio. Incluso las reuniones mensuales que de servicio dejaron de llevarse a cabo y ahora todos los comunicados se hacen a través de un grupo de Whatsapp. En síntesis, como en todos los ámbitos, se trata de evitar el contacto con personas ajenas al círculo íntimo de uno.

“En general, cada uno de los profesionales se queda encerrado en su consultorio. Incluso las reuniones mensuales que de servicio dejaron de llevarse a cabo y ahora todos los comunicados se hacen a través de un grupo de whatsapp”, cuenta Cesca. Foto: Fernando Calzada.

-¿Dónde está la clave para enfrentar esta situación?

-Hay mucha gente que no cree que la enfermedad sea algo grave. Por eso, en nuestro ámbito recalcamos hasta el cansancio la importancia de actuar con responsabilidad, no solo para cuidarse a uno mismo, sino para no contagiar al círculo íntimo y a las personas con las que está en contacto. Solo la responsabilidad social va a detener el devastador efecto dominó que tiene esta enfermedad.

-En su caso personal, ¿cómo se cuida?

-Cuando regreso del trabajo, ya es rutina: lavarme las manos, poner a lavar la ropa y bañarme. Recién entonces empiezo a tener relación con mi familia. Si bien estar en un centro de salud tiene un alto grado de exposición, debo reconocer que personalmente le tengo más miedo al colectivo o el subte que a mi tarea en el sanatorio. El transporte público es un foco de contagio muy importante, la gente debe ser consciente de ello y no dejar de lado las medidas de higiene.

-¿Qué piensa sobre esta cuarentena tan extendida?

-Al principio compartí la medida. Hoy, con el diario del lunes, pienso que lo ideal hubiera sido empezar con reglas menos estrictas y endurecer la medida recién cuando se hubiera establecido una trasmisión comunitaria. Probablemente, de haberlo hecho de ese modo, el cansancio no sería tan acentuado, pero nadie lo podía saber en su momento.

-La verdad es que hay algo que no cierra: ¿cómo podemos estar entre los países con más cantidad de casos después de tantos meses de encierro?

-Yo tampoco lo termino de entender porque las cosas se supone que deberían estar mucho mejor. Pero no hay que confundir, desde un primer momento en el sistema de salud se planteó que el objetivo de la cuarentena no era evitar los contagios sino la saturación del sistema. Todavía no sabemos si lo podremos lograr ya que la ocupación a nivel nacional ya supera el 70 por ciento, hecho que sin llegar a ser grave, es bastante serio. Y tampoco debemos olvidar que se necesitan camas para pacientes graves por causas diversas como cardíacas, hipertensión, accidentes cerebro vasculares, enfermedades oncológicas, entre otras.


“Si bien estar en un centro de salud tiene un alto grado de exposición, debo reconocer que personalmente le tengo más miedo al colectivo o el subte que a mi tarea en el sanatorio”.


-¿Cómo cree que se comporta la sociedad?

-Como en todas las cuestiones creo que hay gente muy consciente y otra que no lo es. ¿En qué lo noto? Particularmente en el uso del tapaboca. Es muchísima la gente que se lo saca para hablar por celular, para comer, para conversar con la persona que va caminando por la calle. Hay un detalle en el que soy muy crítico, usan el barbijo por debajo de la nariz y así pierde efectividad. Parece mentira que no se pueda cumplir una disposición tan sencilla y vital.

-¿La gente se está cuidando mucho menos?

-Sí, pese a encontrarnos en una instancia más que preocupante por el número de casos que no para de incrementarse, hay como una especie de relajamiento. Entiendo que la extensa cuarentena llevó a este cansancio social, pero no hay que olvidar que estamos ante un problema importante de salud. A veces pienso que deberían tomar medidas más severas con quienes no cumplen las indicaciones porque somos hijos del rigor, si no nos lo exigen no lo hacemos.

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