El embajador de la Argentina en la República Popular China, quien cuenta con una dilatada experiencia diplomática y es un profundo conocedor de la dinámica geopolítica y económica del gigante asiático, analiza los capítulos centrales de la relación bilateral.

-Al inicio del gobierno de Mauricio Macri se cuestionó el secretismo de los acuerdos firmados por la anterior administración. ¿Cómo se avanzó en este primer año en las negociaciones con China?

-Fue una transición difícil porque no había archivos ni información, y el proceso llevó, desgraciadamente, meses. A mi juicio, el viaje del presidente Macri ha significado el fin de esa transición y el inicio de una etapa muy importante de consolidación de nuestra alianza estratégica con China, que se basa en tres capítulos centrales y dos ejes accesorios o acompañantes, que no por ello son menos importantes.

-¿Cuál es el primero de esos capítulos centrales?

-El primero de ellos es la complementación agroindustrial. China tiene 1400 millones de habitantes y no es autosuficiente en alimentos. Argentina puede crecer en ese sentido, con el gran desafío –como dice el presidente Macri– de dejar de ser el granero para convertirnos en el supermercado del mundo. Una vieja deuda que tiene la Argentina consigo misma es agregarle valor a sus productos. Un ejemplo, en ese sentido, es el rubro de los alimentos derivados de cerdos, donde Brasil es el mayor proveedor de China y nosotros recién en la actual gestión estamos haciendo los trámites para poder exportar. No hay dudas de que la Argentina puede producir millones de cabezas de cerdo, embutidos y toda la gama de productos. Es nuestra incapacidad productiva lo que nos ha impedido hacerlo. En cuanto a la carne vacuna, China es nuestro principal mercado, pero la venta es casi al por mayor y no tenemos una comercialización a la altura de nuestro producto. Se trata de carne de primera calidad y, sin embargo, se la usa para picarla y producir hamburguesas, en vez de bifes de primera calidad. No tenemos comercialización a la altura de la calidad de nuestro producto y hemos perdido lugares, al ser superados por Paraguay y Uruguay como exportadores de carne vacuna.

-¿Y en cuanto a los otros dos pilares de esa alianza estratégica con China?

-El segundo pilar es la infraestructura, donde nosotros necesitamos una gran puesta en valor de toda la red ferroviaria, portuaria y vial. En China hay compañías que nos pueden aportar tecnología y asociarse con empresas argentinas, ya que ellas cuentan con el financiamiento necesario. De hecho lo están haciendo. Por ejemplo, en la modernización del Belgrano Cargas, cuyo primer tramo ya está ejecutado en sus dos terceras partes con una inversión de más de 2000 millones de dólares, y se acaba de firmar un nuevo tramo por 1000 millones de dólares. También acabamos de acordar la renovación del Ferrocarril San Martín, un proyecto de 2000 millones de dólares. Y el tercer nuevo pilar es la minería, donde nuestro país necesita inversiones de capital intensivo y hasta ahora no las hemos tenido porque no se dieron las condiciones de credibilidad de la Argentina. Ya está confirmado el primer tramo de la inversión de la Shandong Gold en Veladero (San Juan) por 1000 millones de dólares, con un compromiso por 2000 millones de dólares más. Es apenas el inicio de un capítulo minero que incluye litio, cobre, plata y una enorme gama de recursos de nuestro subsuelo que aún no han sido explotados.

-Usted hablaba de dos capítulos accesorios. Uno de ellos es el turismo, que ha estado en la agenda del primer viaje oficial del presidente Macri, y el otro, el deporte. ¿Qué significan para nuestro país?

-El turismo, que hoy parece secundario, se puede transformar en un rubro principalísimo. Acabamos de anunciar el acuerdo para conceder visas de diez años, con entradas múltiples de 90 días cada una, para turistas y hombres de negocios chinos. Eso cambia sustancialmente nuestra propuesta de acceso a la Argentina. Ya teníamos un decreto presidencial del año pasado que establece que aquellos ciudadanos o ciudadanas chinas que tengan visas de EE.UU. o países europeos podrán ingresar a nuestro país sin visa. Con estos avances, ya estamos en la primera línea de los países con mejor relacionamiento en el campo consular con China. Para tomar dimensión de la potencialidad del sector, debemos recordar que el año pasado hubo 120 millones de turistas chinos en el mundo y, de ese enorme caudal, nosotros recibimos apenas 35.000. Por supuesto, tenemos que trabajar mucho para superar algunos asuntos de infraestructura turística y de asientos en los aviones para poder sostener un número creciente e importante. Tengamos en cuenta que en diez años va a haber 300 millones de turistas chinos, lo que va a implicar una fuente extraordinaria de divisas. Y, por último, en cuanto a la cooperación en el sector del fútbol, hemos firmado convenios para el intercambio de jugadores y entrenadores. En China hay una gran afición por el fútbol, un camino que está recién comenzando y que atrae a cientos de millones. Además de su aspecto económico, tiene un impacto cultural enorme.

EL ROL DEL SECTOR PRIVADO

-En declaraciones previas a la gira, usted remarcaba que la delegación del sector privado que viajara debía dedicarse a hacer negocios y no a revolotear alrededor de las autoridades.

-En el sector privado argentino hay una larga historia de acompañamiento de delegaciones oficiales. Yo creo que, fuera de ese momento, debe existir de parte de los empresarios una iniciativa constante y un seguimiento que tiene que ir más allá de lo que pueda hacer el gobierno en la generación de clima. Nosotros podemos firmar acuerdos-marco y generar medidas macro, pero los negocios concretos no los hace el Estado, que no produce ni vende productos ni servicios. Es cierto que hemos tenido en nuestro país una larga historia de aislamiento y medidas que han hecho que el empresariado se especializara en el mercado interno y sus compañías no se concibieran como empresas globales. Se necesita una reacción de la sociedad civil, en este caso representada por el empresariado, que tiene que tomar una gran iniciativa. Hace unas semanas estuvimos con el presidente de Alibaba, Jack Ma, con quien avanzamos en un acuerdo-marco que nos va a permitir utilizar la estructura de e-commerce más grande del mundo para vender productos argentinos en China. Si los argentinos solo utilizan Alibaba para comprar productos chinos, eso no es culpa de los chinos. Tenemos que aprender de la capacidad que ellos tienen para emprender negocios.

-Un tema de discusión en distintos círculos es el del reconocimiento de China como “economía de mercado”.

-En China, como en todos los países, cada empresa nueva se inscribe en un registro. El número de empresas privadas que se inscribe por día asciende a 15.000. El sector privado representa actualmente el 60 % de la economía china, y ese dato ya puede haber quedado viejo porque es del año pasado. Seguramente hoy es mayor. Su presencia es fuertísima: es el mayor generador de empleo del país. Si pensamos en China como un país estatizado y sin iniciativa privada, estamos ignorando la China moderna y nos quedados en una descripción de lo que efectivamente ocurrió hace 30 años, cuando este era un país comunista, la propiedad estaba en manos del Estado y no existía la propiedad privada. El cambio en los últimos 30 años ha sido espectacular, y hoy China es una economía de mercado. Argentina tiene que darse cuenta de que hoy tenemos acceso a él, con la mayoría de los rubros abiertos. El problema es que no hay oferta.

-Desde la Cámara Argentino-China nos planteaban el tema de la negociación por cámaras y grupos de empresas para ingresar al mercado chino. ¿Cómo ve ese aspecto del vínculo bilateral?

-Yo creo que ese es un aspecto macro que contribuye a la viabilidad de las operaciones comerciales. Es bueno que se entable una relación informativa entre las Cámaras. Ahora bien, en ningún lugar del mundo con economía de mercado, los negocios se realizan por cámaras. Cada empresa debe hacer su negocio. Hay once zonas de libre comercio específicas –zonas francas– en China, donde muchos países han sentado sus bases. El caso de Chile es el más próximo, algunos de cuyos productos tienen una terminación final en la zona franca para poder tener cerca un stock disponible. Hay que montar un dispositivo y pasar del discurso a la acción. El mundo de hoy es muy competitivo y hay países de nuestra propia región, con Perú y Chile a la cabeza, que están avanzando en su comercio con Oriente y con China en particular. Lo que necesitamos son organizaciones privadas que trabajen para captar un pedacito de ese enorme mercado.

-Los mayores cuestionamientos a la profundización del vínculo con China provienen de la Unión Industrial Argentina (UIA). ¿Qué opinión tiene al respecto?

-La UIA debe hacer una profunda autocrítica. Si nosotros realmente tuviéramos una poderosa unión industrial que defendiera la industria, Argentina tendría una gran industria. La realidad es no es esa. La UIA tiene que pasar a tener un rol activo en el vínculo comercial con China. Yo me pregunto cuántas de las empresas de la UIA están haciendo ese trabajo en la primera línea. A los que dicen que no se puede yo les preguntaría cuántas veces lo han intentado o se han comunicado con la Embajada, que está abierta y ofrece sus servicios a todo aquel que quiera acercarse. Yo hoy veo, por ejemplo, los graves problemas que enfrenta la industria láctea en Argentina, cuando toda la cadena del sector podría entrar en China, donde los consumidores están descubriendo este tipo de productos. Otro caso son los vinos, donde Chile vende por valor de 200 millones de dólares anuales y Argentina solo lo hace por 20 millones. Los chilenos también han conseguido vender al mercado chino 1000 millones de dólares por año en frutas y hortalizas.