El diplomático argentino Rafael Grossi, quien acaba de ser designado como nuevo director general del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), dialogó con DEF sobre los nuevos desafíos que enfrenta en este organismo clave de Naciones Unidas.
Elegido el pasado 29 de octubre al cabo de cuatro rondas de votación, Rafael Grossi asumirá en los primeros días de diciembre el cargo de director general del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA). El proceso de elección tuvo un ingrediente adicional: en la fase final, debió enfrentarse al actual director general interino, el rumano Cornel Feruta, quien estaba al frente de la organización desde el fallecimiento del entonces titular, el japonés Yukiya Amano, en julio pasado. “Fue un proceso relativamente corto, pero complejo”, admite Grossi, quien destaca la “intensa acción diplomática” de la Cancillería, que permitió reunir los dos tercios de los votos necesarios en la Junta de Gobernadores compuesta por 35 miembros.
-¿Qué representa para la Argentina su elección como director general del OIEA?
-Es, indudablemente, un éxito de una enorme trascendencia porque el OIEA es uno de los organismos internacionales más importantes, dada la influencia que tiene en el mantenimiento de la paz y de la seguridad del planeta. Para algunos analistas es solamente comparable con el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. El OIEA es un cuerpo cuyos pronunciamientos y actuación son y han sido decisivos en materia de guerra y paz en distintas circunstancias históricas. Tiene una relevancia tal que está muy por encima de la cualquier organismo internacional tradicional. Mi elección representa un crédito de confianza se ha dado a nuestro país, en un momento histórico muy delicado, con tensiones en distintas regiones del planeta.
-¿Cuál es el contexto actual en materia de no proliferación, teniendo en cuenta los desacuerdos entre dos grandes potencias, Rusia y EE. UU. y el fin del Tratado para la Eliminación de Misiles de Corto y Mediano Alcance (INF)?
-Estamos ante lo que yo denomino una especie de “transición normativa”. Había una serie de acuerdos bilaterales entre EE. UU. y la Unión Soviética, que luego fue reemplazada por la Federación Rusa, y ellos reflejaban un estado de cosas que ya no es considerado vigente, al menos por una de las dos partes. El interrogante es si vamos a entrar en un vacío normativo total, lo cual sería muy preocupante, o si esto vamos a transitar hacia un tipo de evolución de estos acuerdos. Es un período de reflexión profunda, donde tenemos que ver cuál será la tendencia definitiva.

-Uno de los principales problemas de la agenda del OIEA y de la comunidad internacional es el acuerdo nuclear con Irán, del que se ha retirado EE. UU. y que hoy está prácticamente paralizado. ¿Qué rol puede cumplir el organismo?
-El OIEA es un instrumentador fiel del mandato que le dan los gobiernos y, como honesto mediador, no es la función del director general decir cuál es el tipo de acuerdo que le gustaría. Para preservar la credibilidad del organismo, tengo que mantener una total imparcialidad y, en el momento en el que los países llegan a un acuerdo, el papel de la agencia será el de hacer cumplir el acuerdo a rajatabla. Lo interesante del papel del OIEA y su fortaleza es que es indispensable para todos, aun para aquellos países que hoy tienen una posición crítica del acuerdo y que consideran que Irán debería ser sometido a un régimen de verificación más rígido y más estricto. También Irán necesita del OIEA si lo que busca es demostrar que no está desarrollando armas nucleares.
“El Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) es un actor indispensable para todos los actores involucrados en la solución de la situación en Irán”.
-El otro gran foco de preocupación es hoy el programa nuclear de Corea del Norte. ¿Estamos ante una nueva potencia nuclear? ¿Qué papel cumple allí el OIEA?
-En este momento existe una negociación bilateral entre EE. UU. y Corea del Norte, que es la opción que parecen preferir ambos gobiernos. En la primera cumbre, que tuvo lugar en Singapur en junio de 2018, hubo un documento muy escueto que hablaba de la “desnuclearización” de la Península de Corea. Ese enunciado genérico ha sido interpretado de manera diferente por los firmantes. EE. UU. interpreta que Corea del Norte se ha comprometido a desmantelar su programa nuclear. Por su parte, para Corea del Norte esa frase es un indicador de que EE. UU. abandonará Corea del Sur y no habrá ningún tipo de “paraguas nuclear” de protección sobre ese país. Los dos actores tendrán que ponerse de acuerdo. Nuestro papel, desde el OIEA, será el de verificar en el terreno las eventuales medidas de congelamiento, de reducción o de eliminación de capacidades nucleares que se acuerden. Para ello, estamos entrenando y preparando a un equipo muy grande de inspectores para desplegarlos sobre el terreno en caso de concretarse el acuerdo, tal como todos esperamos.
-Trayéndolo a nuestra región, ¿cómo entraría en juego el régimen de salvaguardias en el caso del submarino nuclear brasileño?
-No es la primera vez que un Estado miembro del OIEA ha procurado un desarrollo de propulsión nuclear para sus medios navales. Los mecanismos existen y establecen que un país que desarrollara un medio de transporte naval con propulsión nuclear tiene que firmar una serie de acuerdos específicos con la OIEA, que tienen que ver con la manera en que se debe verificar ese material. Lógicamente, cuando el buque está en operaciones, el material nuclear está exento de los controles del OIEA. Estamos todavía lejos de ese punto. De todos modos, Brasil debe ir informando al OIEA sobre los pasos que va dando en ese proyecto. El organismo lo siguiendo el proceso de manera cercana. Yo me mantendré en contacto con las autoridades brasileñas, con su ministro de Energía y con otros actores importantes, para ir acompañando ese proceso de una manera adecuada para el país y para la agencia.